El último mantel que ha puesto a la venta Ikea ha salido del mar. Concretamente, del Mediterráneo. De las aguas de la Costa Brava donde una cofradía de 1.500 pescadores han aprovechado sus salidas a faenar para recuperar todo el plástico que encontraban. Una vez en tierra, esos residuos, tras un elaborado proceso de reciclaje, se han convertido en la materia prima de la nueva colección de la empresa sueca de muebles y artículos del hogar.
“El compromiso es que en 2030 todos nuestros productos que incorporen plástico sea de material reciclado o reciclable. Ahora es el 60%”, dice el director de sostenibilidad de Ikea España, Arturo García. Este reciente paso, dentro del compromiso de la marca con la economía circular, se ha realizado gracias a la colaboración con Seaqual, una empresa española especializada en la producción de hilo a partir de desechos de plástico recogidos en el mar.
“Lo bonito para nosotros es que ocurre todo en nuestro país. Una vez que los residuos recogidos por los pescadores se han organizado y compactado, se trasladan a una fábrica valenciana donde el plástico se limpia, se tritura y se grancea (se convierte en bolitas).” De allí se lleva a otra empresa situada en Anglés (Girona) que se encarga de convertirlo en un hilo, y posteriormente la transformación en un tejido de poliéster se realiza en la localidad alicantina de Villena.
“Además, una diseñadora española ha sido la encargada de diseñar los patrones de esta colección, que incluye también dos cojines y una bolsa”, añade García. Ella es la única española que diseña para la marca sueca. Se llama Inma Bermúdez y es valenciana. Todo queda en el Mediterráneo.
Quizá por esa vinculación tan importante con este mar, la primera colección de plástico reciclado convertido en textil se ha puesto esta semana a la venta en las tiendas de España e Italia. Está previsto que próximamente pueda llegar a otros cinco países y se comercialice durante seis meses.
Es un paso más para incorporar al modelo de negocio de la empresa la lucha contra el cambio climático, dice el director de sostenibilidad de Ikea. Una muestra de ese compromiso, señala, fue también su decisión de adelantar un año el cumplimiento de la normativa europea de eliminar el plástico de un solo uso.
Desde el 1 de enero de 2020 en los restaurantes de las tiendas de Ikea no hay cucharillas, ni platos de plástico. No sólo eso, también han dejado de vender bolsas de basura o pajitas hasta que no encuentren alternativas sostenibles. “El fin lo justifica”, dice García.
“Somos conscientes de nuestra envergadura y de nuestra capacidad para comunicar. Queremos contribuir a la sensibilización sobre la generación de basura en los océanos. Queremos mostrar cómo con pequeñas acciones en el hogar se puede luchar contra el cambio climático, y que eso pasa por hacer una gestión óptima de los residuos”, señala García.
La utilización del plástico para elaborar ropa con poliéster reciclado permite conseguir una tela con las mismas características que la original, pero con una reducción muy importante del impacto ambiental. No solo porque se reutilizan las botellas de PET que tardarían cientos de años en descomponerse, sino porque también se reduce un 75% la emisión de CO2 en su fabricación. Además no se necesita nuevo petróleo para confeccionar la tela. Mejoras muy importantes que afectan a la industria textil, la segunda más contaminante del planeta.
En España la pionera en usar los residuos plásticos para fabricar textil fue la empresa Ecoalf, que en 2009 comenzó a comercializar chaquetas y bolsas con este material, y que ya suma 200 millones de botellas de plástico recicladas. Numerosas iniciativas en todo el planeta han optado por esa misma transformación sostenible para afrontar el problema de gestión de los residuos plásticos que llenan los océanos.
La apuesta de Ikea es especialmente relevante porque estamos hablando de un gigante mundial en el sector del mueble y artículos del hogar, que emplea a cerca de 160.000 personas en sus más de 400 tiendas. Sus iniciativas pueden suponer un auténtico altavoz para la puesta en marcha de políticas medioambientales.
La incorporación de residuos en la cadena de producción no es algo nuevo para Ikea. En su surtido ya aparece un jarrón elaborado con los restos de la fabricación de otros productos de cristal -como puertas o baldas-, también una silla hecha con virutas de madera o una alfombra jarapa con retales sobrantes de textil. La novedad de la nueva colección es que estamos hablando de plástico, uno de los principales enemigos de la conservación del medio ambiente y los ecosistemas.
Musselblomma, el nombre de la colección de inspiración marinera, con peces minimalistas y colores azules y verdes, tampoco es gratuito. Así se llama en sueco la pistia, una planta acuática de gran valor decorativo. Y a pesar de la inversión necesaria para su fabricación con residuos reciclados, Arturo García destaca que será coherente con los precios de la empresa sueca y que no tendrá margen de beneficio. “Nos cuesta en inversión en el corto plazo, pero a lo largo es lo que queremos hacer. Estamos hablando de democratizar la sostenibilidad”.