Dificultades para encontrar un empleo estable, para adquirir o alquilar una vivienda propia, para obtener un nivel de ingresos que facilite acceder a financiación, para formar una familia... En resumen, para independizarse.
Este es el panorama con el que se encuentran muchos jóvenes cuando alcanzan los 30 años. Una edad que, según datos de Eurostat, es la media a la que los españoles abandonan el hogar paterno. Y que nos sitúa a la cola de Europa, junto con Italia y países balcánicos como Serbia o Croacia.
La media española está lejos de los 18,5 años a los que los jóvenes suecos dejan de vivir con sus padres. Y también de la de otros países del Continente. Los jóvenes españoles vuelan del nido familiar cinco años más tarde que los de Francia, Reino Unido o Alemania.
En 2018 uno de cada cuatro jóvenes de 30 a 34 años aún no se había independizado y vivía con sus padres, o alguno de ellos, según la Encuesta Continua de Hogares del INE. Y la tendencia es al alza. En 2013 el porcentaje de jóvenes de ese rango de edad sin emancipar era del 20,5%. En 2018 alcanzó el 24,7%.
Por sexo, las mujeres se independizan antes. Del total de jóvenes de 30 a 34 años que vivían con sus padres el 63,6% eran varones y el 36.4% mujeres. Es decir, dos de cada tres son hombres.
Para conocer por qué se produce esta situación podemos acudir a datos de formación y empleo, quizás las dos variables que más influyen en la decisión de dejar el nido familiar. Y lo que dicen los datos es que no parece que se trate de un problema de formación.
El 41,2% de los españoles de 30 a 34 años ha completado la educación superior. Es un porcentaje similar al de Francia (44,3%), Reino Unido (48,3%) y algo por debajo del de Suecia (51,3%). Pero está por encima del de Alemania (34,0%), Portugal (33,5%) o Italia (26,9%).
En la mayoría de estos países la emancipación es más temprana por lo que debemos indagar en la otra variable: el empleo.
Paro y salarios
La tasa de paro de los jóvenes de 30 a 34 años es del 14,20%, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Es similar a la media nacional del 13,92%. No parece, por tanto, cuestión del desempleo.
Pero si miramos el empleo si observamos diferencias. Los trabajadores más jóvenes presentan un nivel de remuneración más bajo debido a que tienen mayor proporción de contratos a tiempo parcial, de contratos temporales y a su menor antigüedad en el puesto de trabajo.
Según el decil de salarios del empleo principal de la EPA, apenas el 19,3% de los ocupados de 25 a 34 años tuvo en 2018 unos ingresos superiores a 1.287,20 euros, frente al 30% de la media.
Si tomamos en consideración el salario medio, la ganancia media bruta ese año fue de 1.615,20 euros, casi 330 euros menos que la media nacional. Y si echamos la vista atrás, mientras que el salario medio ha aumentado un 4% en los cinco últimos años, el de estos jóvenes sólo se ha revalorizado un 2,1%. La mitad.
Este nivel de ingresos influye decisivamente en la emancipación de los jóvenes, dada su estrecha relación con el acceso a la vivienda. Sólo dos de cada 10 personas que adquieren un inmueble nuevo en España tienen menos de 35 años.
Una mejora en las condiciones laborales para nuestros jóvenes facilitaría una marcha más temprana del hogar paterno. Mientras tanto, muchos padres y madres no tendrán otra que disfrutarlos, y a veces sufrirlos, al menos durante sus 30 primeros años.