El último empujón que recibió el Apolo 11 para llegar a la Luna se lo dio un motor alimentado con hidrógeno. Este gas es muy abundante en el espacio, pero en la Tierra es muy díficil encontrarlo en estado puro. Sin embargo, el hidrógeno (ahora aclaramos lo de ‘verde’) va camino de vivir su propio acelerón gracias a la pandemia y los fondos de reconstrucción europeos.
El propio presidente del Gobierno ha manifestado en varias ocasiones su interés por este gas. Su desarrollo encaja perfectamente con la condicionalidad de las ayudas europeas: el dinero se tiene que destinar a proyectos verdes y digitales. “Vamos a presentar un plan de inversiones de 150.000 millones de euros que movilizará también recursos privados”, adelantaba Pedro Sánchez este viernes.
La vicepresidenta Nadia Calviño está coordinando este programa de inversiones que se presentará en Bruselas en julio. “Hay que buscar proyectos con poder de tracción, que sean escalables y den un impulso”, apuntaba un miembro del gabinete de la ministra hace unos días.
La pila de combustión la diseñó hace casi 200 años Sir William Grove, un científico inglés. “Esta energía se recuperó en los años sesenta para la carrera espacial. Ahí se relanzó el hidrógeno. En 2010 se intentó desarrollar el concepto de la economía del hidrógeno pero no cuajó. Ahora parece que en 2020 viene a quedarse”, asegura Javier Brey, presidente de la Asociación Española del Hidrógeno (AeH2). “El hidrógeno es un habilitador en el camino hacia la descarbonización. Es crítico, imprescindible”, asegura Adriana Orejas, directora de Proyectos Downstream en Repsol Technology Lab.
¿Posibles aplicaciones?
1. Movilidad. Recudir las emisiones del transporte es todo un reto y el hidrógeno puede favorecer esta transición. Ya hay coches eléctricos y autobuses alimentados por este gas. Lo mágico de este combustible es que el humo que sale por el tubo de escape es vapor de agua. Cero contaminación. Este gas va ligado a los planes que tiene el Gobierno para el sector de la automoción. Lo malo: que todavía son relativamente caros estos vehículos, no hay mucha infraestructura para su repostaje y además, para producir el gas se contamina.
El 95% del hidrógeno que se consume en el mundo se obtiene a partir del gas natural. Se rompe la molécula, se separa el H2 del carbono, que termina saliendo a la atmósfera. A este hidrógeno se le llama “gris” o “marrón” porque contamina. Se calcula que el 2% de las emisiones de CO2 a nivel mundial vienen de generar hidrógeno.
Sin embargo, hay otra forma de conseguirlo con cero emisiones: a partir del H2O, el agua. Si se utiliza energía renovable para romper la molécula del agua, entonces el hidrógeno obtenido se llama “verde”. Lo malo: que conseguir esta versión no contaminante es mucho es más caro hoy por hoy.
2. Descarbonización industrial. Casi todos los procesos industriales utilizan hidrógeno: petroleras (para quitar azufre a los carburantes), fertilizantes, cosméticos, farmacia, vidrio, metales, química... El hidrógeno verde pordría ir sustituyendo al gris y reducir la emisiones de este sector. Repsol anunció hace unos días que va a invertir 60 millones de euros para desarrollar una planta pionera basada en esta tecnología y que cuenta con una variante: el hidrógeno “azul”. Se llama así cuando se utiliza el gas natural y, en lugar de emitir el CO2 a la atmósfera, se captura.
“¿Qué haces luego con el CO2? Aplicarlo a cosas útiles como materiales, polímeros, buscar aplicaciones en la industria. También hay ‘hubs’ de almacenamiento, que es como se encuentra en la naturaleza, atrapado en el subsuelo”, explica Orejas de Repsol. “Hay varias rutas en ese camino a la descarbonización y estamos trabajando a tope para acelerar estos desarrollos. Pero no se puede apostar por una única solución porque entonces no llegamos y perdemos oportunidades. Tienes que aliarte con otros y buscar soluciones conjuntas”. Para el proyecto en su refinería de Bilbao, Repsol cuenta como socio con la mayor petrolera del mundo, la saudí Aramco.
Casualmente, Pablo Casado visitó las instalaciones de Petronor hace unos días y habló del hidrógeno. El líder del Partido Popular pidió al Gobierno que “cuente con este tipo de proyectos” para los fondos europeos de la reconstrucción.
3. Almacenamiento de energía renovable. Esta aplicación está despertando muchísimo interés porque podría solucionar varios problemas de los kilovatios verdes. Uno de ellos, su intermitencia: No siempre hace sol, ni viento... y a veces demasiado. Se podrían utilizar los excedentes de las estaciones para generar hidrógeno y almacenarlo. Cuando se necesite, el gas puede generar también electricidad o bien se puede inyectar directamente a la red gasística. De nuevo, como en los coches, no hay CO2 por ninguna parte, sino vapor de agua.
“Cada vez instalamos más energías renovables y cada vez son más competitivas”, explica Brey. “El plan para 2030 es que el 74% de la electricidad sera de origen renovable”. Para aprovechar su potencia y usabilidad será más necesario gestionar la estacionalidad del viento y del sol.
Aunque se conocen los procesos, todavía falta mucho desarrollo. “En tecnología hay una fase que nosotros llamamos ‘el valle de la muerte’. Llevarla a escala industrial es otro tema. Ahí es cuando tienen que funcionar los costes”, explica Orejas.
A escala industrial todavía no hay ninguna gran planta de hidrógeno verde en nuestro país. Las que hay son tipo piloto. Hace unos meses Iberdrola anunció su entrada en el negocio con una inversión de 150 millones en Puertollano (Ciudad Real). Las renovables se utilizarán para generar H2 verde.
En España hay cerca de un centenar de empresas y centros de investigación relacionados con el hidrógeno. Existen compañías que fabrican los electrolificadores para obtener el gas a partir del agua. “Tenemos un gran caldo de cultivo científico y vendemos en Estados Unidos a lugares como California”, explica Brey, presidente de AeH2. “Tenemos dos oportunidades: como exportadores al Norte de Europa y también podemos liderar este desarrollo como hemos hecho con las energías renovables”.
El desafío no está solo en la producción verde con un coste aceptable, también en las tecnologías del transporte. “Es todo un reto de costes y tecnológico porque tienes que controlar los cambios de presión y dependiendo de su uso tienes que tratarlo de una u otra manera”, apunta Orejas.
Esta vez parece que su apuesta va en serio. En el ‘Green Deal’ europeo hay 30.000 millones destinados al hidrógeno verde. En plena pandemia el Gobierno publicó su Hoja de Ruta para guíar su despliegue y desarrollo como vector hacia la descarbonización. “Va todo muy rápido. El proyecto de Ley de Cambio Climático recoge el hidrógeno. La tecnología se ha probado y ahora es un tema regulatorio para que salgan las cuentas. Los primeros proyectos tendrán que ir subvencionados”, explica Brey.
Hay mucho recorrido de aplicación en la industria, el sector residencial (la calefacción de los hogares, por ejemplo), el sector aéreo, del transporte marítimo...
¿Muy futurístico? ¿Una molécula que hay en el agua y que puede servir de combustible sin generar contaminación? Solo cinco días antes de decretarse el estado de alarma, Japón inauguraba la mayor planta del mundo de hidrógeno verde. El lugar elegido era también simbólico: la instalación queda muy cerca de los restos de la central nuclear de Fukushima.
El proyecto será un banco de pruebas para la producción en masa de H2 verde. Su producción se destinará a alimentar coches y autobúses, incluidos algunos de los que se utilizarán en los Juegos Olímpicos de Tokio a finales de este año.