La invasión ordenada por Vladimir Putin la está sufriendo el mundo entero, también sus propios compatriotas que se ven obligados a formar largas colas para sacar dinero de los bancos, asfixiados por las sanciones. El precio del gas, el petróleo y la electricidad sigue en plena escalada, castigando el bolsillo de los ciudadanos y de todo el tejido productivo. Desde Europa se pide a los ciudadanos esfuerzos individuales y consumir menos. Pero los rusos también están sufriendo ya las consecuencias del boicot. Las empresas se están marchando en cascada y el desabastecimiento puede ser un problema real a medio plazo. Los aeropuertos están vacíos en una imagen desoladora.
El Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) abordó el impacto económico de la guerra de Rusia contra Ucrania, y alertó que "si el conflicto se agrava, los daños económicos serán aún más devastadores". Pero Rusia también va a ver mermado su día a día algo que puede minar el liderazgo de Vladimir Putin.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, ha acusado este miércoles al Gobierno estadounidense de iniciar una “guerra económica de facto” contra el país a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Así se ha referido a las palabras de la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, que ha señalado que el objetivo de Washington es lograr la “derrota estratégica de (Vladimir) Putin”.
“Estados Unidos, por supuesto, ha declarado una guerra económica contra Rusia. De facto es así”, ha dicho en declaraciones recogidas por la agencia de noticias TASS. Al ser preguntado por la posibilidad de que Rusia gane la guerra, Peskov ha indicado que Moscú debe hacer “lo mejor para sus propios intereses”.
En relación con la situación de los mercados energéticos, ha expresado que “se está desarrollando de forma turbulenta”, si bien se desconoce adónde llevará la situación. “Rusia analizará la situación ahora que Estados Unidos ha decidido vetar la importación de gas y petróleo y actuará en su propio beneficio”, ha recalcado.
Una bandeja de fresas ha pasado de costar 2,5 euros a 4,90.
Un kilo de patatas, de 0,42 euros a 0,70 euros.
Un litro de leche entera, de 0,62 euros a 0,73.
Una taza de café está por encima de 4 euros cuando costaba 1,40 antes de la invasión.
Prevén que una lata de cerveza pueda llegar a costar más de 5 euros.
Un kilo de queso holandés ha pasado de costar poco más de 10 euros a casi 25.
Un paquete de café soluble de 220 gramos ha pasado de costar 2 euros a casi 4,50.