Las bicicletas, los patinetes, el teletrabajo como forma más habitual en las empresas, y el miedo al coronavirus que hará mantener la distancia social puede acabar con las temidas horas punta, pero también puede tener un efecto dramático para un transporte público que puede dejar de ser rentable a medio plazo con buses y metros semivacíos. Es otra de las realidades que nos va a dejar la nueva normalidad anormal del coronavirus. Wuhan sigue manteniendo, por ejemplo, la distancia social extrema en el transporte. Julio García Rodríguez, jefe de Microbiología del Hospital de la Paz de Madrid advertía en Informativos Telecinco del impacto de nuevos brotes.
La aparición de un segundo o tercer brote de coronavirus (algo que el Ministerio de Tierra de España deja claro en un informe "potencialmente devastadores" para los sistemas de transporte público de las grandes ciudades, según explica el director de Movilidad Urbana del Massachussetts Institute of Technology (MIT), John Moavenzadeh. Moavenzadeh (Cambridge, Massachussetts, 1967) avanza que la recuperación del uso del transporte público, muy mermado por la pandemia, que ha impulsado la utilización del vehículo privado, dependerá de la forma que tenga la curva del coronavirus.
"Una segunda o tercera oleada sería potencialmente devastadora para el transporte público, y eso es porque muchos de los operadores ya estaban bajo un estrés financiero serio antes del virus", afirma en una entrevista con EFE. Y es que Moavenzadeh advierte que la tendencia a utilizar menos el transporte público podría mantenerse una vez se levanten las restricciones a la movilidad, tanto por si se generaliza la implementación del teletrabajo como por el "miedo" a los contagios. Este ingeniero señala que con que un pequeño porcentaje de la población deje de utilizar el transporte público ya podría producirse un "cambio estructural" que se convierta en "norma".
"El problema radica en que estos sistemas, su modelo financiero, está basado en llenar asientos, como en los aviones. El desafío para el transporte público es que tiene que tener la suficiente capacidad para absorber el pico de las horas punta en la mañana y en la tarde", expone. Por ello, cree que los sistemas tienen su capacidad "malgastada" por las medidas de distanciamiento social: "No hay nada peor que un autobús con asientos vacíos. Es terrible en términos de emisiones per cápita". John Moavenzadeh, que inició su carrera en Ford y ha colaborado durante quince años con el Foro Económico Mundial, no cree que el futuro pase por aumentar el número de trenes o autobuses en circulación pero con menos usuarios: "Eso aumentaría mucho el coste operativo... No lo veo una solución viable".
Este experto del MIT apunta que la movilidad en el escenario posterior a la pandemia del coronavirus estará marcada por un mayor uso del vehículo compartido y por una reducción general de los desplazamientos. No obstante, Moavenzadeh considera que todavía es temprano para comprender las afectaciones a la movilidad que tendrá la pandemia, porque éstas dependerán de cómo se encara la vuelta al trabajo, a las universidades y a las escuelas.
"La solución a la congestión que hemos visto en las ciudades antes de esta crisis necesitará una presencia importante del vehículo compartido. Tenemos que ver un cambio del uso del vehículo personal hacia vehículos más grandes y con más pasajeros", apunta Moavenzadeh, que esta semana ha participado en las actividades digitales impulsadas por Casa Seat. stos vehículos, señala, serían eléctricos y tendrían una capacidad mayor que la del vehículo particular.
Si bien este experto cree que la pandemia del coronavirus "retrasará" el proceso de electrificación de los vehículos por el coste adicional que tienen las baterías de estos coches, considera que será un "contratiempo temporal" y que el camino hacia la electrificación de los automóviles continuará a pesar de la COVID.
"Todo lo que tenga que ver con el coche también cambiará de manera muy profunda. El objetivo será tener muchas alternativas de transporte, algunas más rápidas que otras, pero con el inconveniente de que contaminarán más", sostiene. Moavenzadeh opina que la tendencia de reducir el espacio destinado al vehículo privado en las ciudades continuará, aunque su ritmo se verá frenado por la actual pandemia: "Me sorprendería si no es así".
Uno de los efectos que puede tener esta crisis -o que podría tener si hay rebrotes violentos del virus-, sería un éxodo de la ciudad al campo, algo que Moavenzadeh no cree que pase pero que "podría acabar ocurriendo". Este fenómeno, combinado con algunos de los hábitos que la COVID-19 ha traído para quedarse, como las entregas a domicilio de comida o el teletrabajo, podría acabar propiciando que esto suceda. "En general, eso sería un 'viento de cola' favorable para los vehículos de uso personal, porque ese modelo no funciona bien en las ciudades", subraya.