Con la pandemia todavía sin encontrar fin y el coronavirus resistiéndose, a la crisis sanitaria se suma ahora una energética y de suministros que afecta a todo el mundo; una crisis global como no se veía desde hace varias décadas, y ante la que algunos expertos vaticinan ya una auténtica tormenta, con unos próximos meses en los que el desabastecimiento, dicen, podría aumentar mucho.
El gas, el petróleo y la electricidad se han disparado, mientras en Austria llegan al punto de preparar ya a su población para un gran apagón global que su Gobierno considera inevitable antes o después.
Más allá, faltan componentes fundamentales, como los microchips. China, el principal exportador, y empeñada en disminuir las emisiones de CO2, ha detenido la producción en muchas fábricas, lo que está afectando a su vez a múltiples sectores, desde el automovilístico al informático, entre muchos otros.
Además, en algunos sectores falta mano de obra, y no solo en el Reino Unido. Concretamente, en sectores clave como el del transporte faltan camioneros, por ejemplo, pero también estibadores. En Estados Unidos, mientras, ante el atasco en los puertos el presidente Joe Biden ha ordenado trabajar 24 horas siete días a la semana.
Nadie quiere unas Navidades desabastecidas justo ahora.
La pandemia ha acelerado la tormenta con sus cambios bruscos en la oferta y la demanda, pero, que en el fondo no ha hecho más que recargar todos esos nubarrones que ya teníamos sobre nuestras cabezas en marzo de 2020.