España tiene un reto: no morir de éxito. Sí, porque es todo un logro convertirnos en 2040 en el país con mayor longevidad del planeta. Lo dice el último informe de Funcas, que desgrana que un varón nacido en España en 2017 podrá vivir 69 años de vida saludable, algo menos que una mujer, 69,9. Es decir, no solo vivimos más que el resto del mundo sino que lo hacemos en mejores condiciones. Austria y Dinamarca, dos países con economías desarrolladas y altas tasas de PIB per cápita, siempre espejo de todo, muestran cifras inferiores.
También certifican estos datos un estudio del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington. España, con una esperanza de vida promedio de 82,9 años en 2016, se ubicó en el 4° lugar entre 195 países. Sin embargo, si continúan las tendencias recientes de salud podría subir hasta situarse en el primer lugar en 2040 con una esperanza de vida promedio de 85,8 años, lo que supone un aumento medio de 2,8 años.
Las razones de que España lidere este ránking tan codiciado. Elisa Chuliá, profesora de sociología de la Uned y coordinadora de Estudios Sociales de Funcas considera que estamos en la vanguardia demográfica del mundo y que hay razones sólidas para ello. "Uno de los elementos esenciales es la sanidad pública española gratuita (aunque como destaca el defensor del pueblo hay que poner solución a fallas del sistemas como falta de pediatras, listas de espera o desigualdad entre CCAA), otra ligada a esta es el acceso a los medicamentos y tampoco hay que olvidar la red familiar que aún protege a los mayores en nuestro país donde los hijos se ocupan y preocupan de los padres y estos de sus nietos".
Más allá de ello están factores como el clima, que permite que los mayores salgan a la calle y paseen con asiduidad no como en otros países que el tiempo se lo impide y la alimentación "porque las personas de más edad siguen pegadas a la dieta mediterránea y pueden permitirse el consumo de verduras y frutas a precios más asequibles que en otros países". No hay que olvidar tampoco el carácter de los españoles, alegre, como su idioma (The Times consideraba el castellano la lengua más atractiva en este sentido) y la capacidad de disfrute.
Pero no todos son buenas noticias en este historia de éxito en la que se ha convertido España pese a que nuestro mayor vicio sea fustigarnos. Una sociedad más longeva hace saltar las señales de alarma a la hora de mantener nuestro Estado de Bienestar, ya golpeado por la crisis, una tarea irrenunciable para cualquier partido porque la sociedad española ya ha demostrado que luchará por él.
En este sentido, el futuro de las pensiones parece clave. Más si cabe, constatando, como ha desvelado El Mundo que la quiebra del sistema llega a los 100.000 millones, según un informe del Tribunal de Cuentas. El reto no es fácil. Y las soluciones no pasan solo, como a veces se escucha, por acabar con el fraude fiscal. Una panacea útil, pero no suficiente. Los partidos saben que más pronto que tarde habrá que aumentar más la edad de jubilación, e incorporar mecanismos que hagan que el sistema no se derrumbe. El 40% del total del gasto del sector público se va en pensiones. Y ojo, a mediados de este siglo habrá 84 jubilados por cada cien activos. Es lo que hay.
Los expertos, también entre los partidos, pese al fracaso electoralista del Pacto de Toledo hablan entre bambalinas de computar toda la vida laboral o aumentar el IVA. El reto está ahí. Como destaca Elisa Chuliá, "hay que pensar en cambiar el sistema contributivo. La alerta está dada desde los años 90 pero nadie quiere asumir el coste, ni empresas, ni políticos, ni los jubilados futuros. Y pensar que dado el aumento de vida y su calidad habrá que trabajar, salvo excepciones marcadas por el trabajo, más años".
Hasta el defensor del Pueblo ha dado la voz de alarma en su último informe. Aunque recomienda que las personas deben pensar en el diseño de su propio futuro, en materia de empleo, consumo y ahorro; también pide tomar decisiones por el conjunto de la sociedad, para decidir cómo atender a este segmento de la población, cuántos recursos se van a destinar, de qué modo se generan y cómo se distribuyen. "Estas decisiones deben adoptarse sin demora y pasan inicialmente por tener una sociedad seria y rigurosamente informada, respecto del cambio demográfico que vivimos", explica el Defensor del Pueblo, que apuesta por actuaciones "de forma sistemática, pero sin tardanza".
"Esta información permitirá conocer y propiciar, sin dramatismos, las necesarias reformas que habrá que adoptar, que además deberán estar dotadas con el suficiente grado de equidad y solidaridad intergeneracional, para que no pongan en riesgo ni a las presentes generaciones, ni a las futuras", concluye.
El efecto de la longevidad va más allá. Y más en un país con una fecundidad como la española ( de 2,1 en los 60 a 1,3 hijos por mujer en 2016). ¿Quién va a cuidar de los mayores? Porque la red familiar empezará a fallar ante la imposibilidad de que un solo hijo sin hermanos se ocupe de sus padres. La situación de las residencias y la inversión en la tercera edad es otro de los retos. Puede ser un negocio futuro para el país, pero el Estado deberá estar 'in vigilando'. En Japón ya ha mucho robots que cuidan a sus mayores. ¿Qué modelo tiene España previsto? La soledad de los mayores puede convertirse en una epidemia tanto humana como económica (ya hay dos millones que viven solos).
Son solo algunos de los retos que obligan a los partidos, hoy por hoy enfrentados, a plantear un programa de futuro compartido. Porque ser el país que ha conseguido que las generaciones vivan más que nunca no puede convertirse en un modo de morir de éxito.