Diego Puga, premio Rei Jaume I: “El valor de la experiencia laboral es distinto según el lugar donde se adquiera”

  • En sus últimos trabajos de investigación, Puga utiliza el ‘big data’ para analizar los fenómenos ligados al espacio

  • Su trabajo se considera una referencia en el ámbito de la economía regional y urbana

Los segundos a veces se hacen eternos. Diego Puga Pequeño (Madrid, 1968) es de esas personas que guarda largos silencios antes de contestar. Una vez arranca, es un torbellino de ideas. Acaba de ganar el premio Rei Jaume I por sus contribuciones a la economía espacial. No es el espacio que uno se imagina fuera de la Tierra... aunque Puga fue de los primeros académicos en utilizar imágenes de GPS para analizar fenómenos económicos. Sus investigaciones son una referencia en su campo y explican cuestiones como las diferencias de salarios entre regiones y ciudades o por qué elegimos dónde vivir.

“Cuando terminé la carrera me interesaban los temas relacionados con el comercio internacional y el aspecto geográfico. Fui pasando de pensar en movimientos entre países a aspectos más regionales y de ahí a las ciudades, que es donde me he enfocado más recientemente”.

Pregunta: Esto de la economía espacial o urbana, ¿es nuevo?

Respuesta: Lleva mucho tiempo. En el siglo XIX ya se pensaba en modelos que organizaran el espacio de los cultivos en torno a una ciudad en función de la distancia. Es un campo antiguo pero ha tenido sus altos y sus bajos. Ahora vive un auge gracias a la disponibilidad de datos para ver cosas que antes no podíamos ver. Datos de satélites, de moviles, de ubicación...

P: ¿Qué aporta esta disciplina a los problemas a los que se enfrentan las economías?

R: Cada vez hay más heterogeneidad espacial en todos los aspectos. Lo hemos visto en el resultado de las elecciones estadounidenses: vemos que hay una separación geográfica muy clara entre votantes. Pero también lo vemos en términos de producción, de educación, ocupaciones, de sectores... Hace cincuenta años era muy habitual que las tareas de dirección de las fábricas o empresas estuvieran en mismo lugar. Ahora cada vez están más separadas. La gestión se concentra en las grandes capitales, la producción en ciudades de tamaño intermedio y las pequeñas se ven más abandonadas por la producción directa.

P: ¿Por qué es importante entender esta separación en el espacio?

R: Es un reflejo de que importa no sólo cómo hacemos las cosas sino también dónde. En los entornos urbanos hay una concentración de personas cualificados que interactúan entre sí. Éste es un componente muy importante de la productividad de las compañías y de los trabajadores. Además, es un proceso de fondo con efectos también políticos, de polarización, de oportunidades... Existe un componente económico grande pero también un impacto en otros fenómenos sociales muy importantes.

P: Se habla mucho de polarización ahora, ¿en qué medida la geografía económica afecta a este fenómeno?

R: Sabemos que las empresas tienen una productividad mucho más alta en Madrid o Barcelona. Lo vemos en los salarios de los trabajadores. Pero los beneficios no se reparten por igual: las ventajas de estar en una ciudad grande cada vez se concentran más en los trabajadores más cualificados mientras que los costes (en términos de vivienda más cara o congestión) se reparten más por igual y esto acrecienta la polarización.

P: Hay que medir costes y beneficios...

R: Hay que entender de dónde vienen, medirlos de manera más precisa y entender hasta qué punto el equilibrio entre ellos es adecuado y si el mercado o los gobiernos le dan más peso a uno u otro. Pensando en los trabajadores, hicimos un trabajo con los datos anonimizados de la Seguridad Social (la información de vida laboral que te mandan a casa). Se ha replicado en una veintena de países con resultados muy parecidos.

P: ¿Qué descubrieron?

R: Imaginemos a dos amigos que han ido juntos a la Universidad en Santiago de Compostela. Cuando terminan uno se queda y el otro se va a trabajar a Madrid. Éste último ya en su primer empleo gana un 10% más. Esto no es sorprendente. Lo que sí es más curioso es ver que esa ventaja de ingresos va aumentando con el tiempo y la experiencia. Al cabo de diez años el de Madrid gana un 35% más. Vemos que el valor de la experiencia es distinto según el lugar donde se adquiera. Y además esas ganancias no se pierden si el trabajador vuelve a Santiago. Ganará más que su amigo.

P: Me imagino a la gente leyendo esta entrevista y haciendo las maletas para irse a Madrid...

R: No necesariamente porque las ganancias no son iguales para todos y también hay costes: vivienda más cara pero también alejarte de tus amigos y familia. Esto es algo que intentamos valorar en nuestro último trabajo.

P: Con los datos de móviles en Suiza.

R: Con datos anonimizados de móviles, donde no sabemos ni números ni nombres de usuarios, puedes construir una red social y ver quién llama a quién. Ves hasta qué punto influyen tus amigos y tu red en decidir dónde vives. Cuando somos más jóvenes nos importa más dónde están nuestros amigos y luego más mayores, dónde está nuestra familia.

P: En ese estudio decís que teniendo en cuenta las relaciones de la gente “se dobla la predicibilidad de quién se muda y a dónde”.

R: Refleja que sabemos en parte muy poco de por qué la gente decide su ubicación. ¿Qué lleva a una persona a mudarse? Podemos pensar que es por el trabajo, por vivir cera del mar, de la montaña, porque le importan los colegios... Pero luego personas aparentemente parecidas toman decisiones inversas, ¿por qué? Esta investigación indica que los aspectos personales desempeñan un papel importante. Aún así nos queda mucho por entender, pero conseguimos explicar el doble de lo que haríamos sólo mirando factores como vivienda, salarios y consideraciones de ese tipo.

P: En la economía espacial se la da mucha relevancia a las interacciones de la gente porque mejoran al productividad.

R:Sí, lo que ocurre es que medir eso sólo con la ubicación de los móviles es difícil. En el Reino Unido estamos trabajando juntando datos de ubicación y de llamadas. Queremos ver hasta qué punto se juntan en un lugar personas que se conocen. Lo podemos saber porque si es así en algún momento se habrán contactado. A partir de ahí tratamos de medir las interacciones y analizar su impacto en la productividad, el trabajo y demás.

P: Ahora con el covid hemos perdido muchas de esas interacciones. ¿Prevé una caída de la productividad por eso?

R:Estas interacciones son muy importantes para el aprendizaje, para hacer cosas nuevas, resolver problemas, evolucionar, sacar un nuevo producto... Mientras sea un espacio corto tiempo no se notará. Pero si fuera muy largo, entonces sí.

P: ¿Cambiará el covid las ciudades? Si es más fácil contagiarse del próximo virus...

R: Históricamente ese ha sido uno de los costes de la ciudad, pero cuando miras los datos del covid no hay una relación clara entre densidad y probabilidad de infección. La incidencia está más ligada a cómo están conectadas las ciudades con otros lugares que al hecho de que sean metrópolis densas. No preveo muchos cambios de población por el covid.

P: El hecho de que viva en Madrid, ¿me lo tomo como una señal de algo?

R: (Risas). Tiene un poco de todo pero el factor interacciones para mí es importante. Cuando me fui de España a hacer el doctorado y a trabajar pensé que sería muy difícil volver y tener las interacciones académicas que tenía en el Reino Unido o Canadá. Y parte del motivo de que viva en Madrid es por el CEMFI. Las relaciones que tengo aquí no tienen nada que envidiar a las que tenía antes.