Cómo planificar el año para ahorrarnos sustos (e incluso poder ahorrar): lo que dicen los expertos

Para muchas personas, septiembre, y no enero, constituye el verdadero inicio del año. En cierto sentido, las vacaciones son la piedra angular sobre la que organizamos la vida de los próximos 12 meses. Además de eso, la vuelta al cole nos recuerda esos proyectos que cada otoño nos proponemos llevar a cabo. Uno de esos proyectos puede ser ordenar e, incluso, mejorar nuestra economía, algo muy habitual cuando el verano ha puesto la cuenta corriente patas arriba.

¿En qué punto estamos?

La organización de las finanzas personales es una tarea que requiere tiempo, método y paciencia. Si el objetivo es hacerlo bien, estamos obligados a llevar un control sistemático del dinero que entra y sale, y, sobre todo, cuándo lo hace. Es la única manera de tener una economía doméstica libre de sobresaltos.

¿Qué recomiendan los expertos? Existen diversas maneras de alcanzar este objetivo, pero siempre se insiste en tener un buen diagnóstico de partida. En este caso, hay que elaborar un balance de la situación económica que contemple nuestros activos (ahorros, dinero y propiedades) y nuestros pasivos (deudas y pagos pendientes).

Con ese balance, proyectaremos cómo pueden evolucionar nuestros ingresos y patrimonio con el tiempo. ¿Hay riesgo de quedarse en paro? ¿Vamos a necesitar cambiar de casa? Evaluar la situación y los cambios nos hará ver si nuestra capacidad de gasto es alta, moderada o baja. Esto es algo muy personal porque la relación de cada uno con el dinero es distinta. Algunas personas necesitan un 'colchón' de ahorro bien provisionado y otras, no tanto. Con todo, expertos como los del BBVA recomiendan tener un fondo de ahorros que nos permita asumir nuestros gastos durante un tiempo. ¿Cuánto? Depende de cada uno, pero entre seis meses y un año es un periodo razonable.

Los 'gastos hormiga', aquellos inferiores a 20 euros en los que no reparamos, suelen sumar una cantidad importante al final del año

Presupuesto anual

Después de hacer una proyección a años vista, toca elaborar el presupuesto anual. Como explica el economista Carlos Galán, un presupuesto es un documento que registra los ingresos y, sobre todo, los gastos. Los ingresos están claros; en cambio, los gastos suelen dispararse a veces sin saber cómo. El presupuesto ayuda a saber cuáles son los gastos de los que no podemos prescindir, como son los relacionados con vivienda, seguros, alimentación o formación, y los que están en un segundo nivel. No son necesarios para vivir, pero, ojo, son constantes. Son los famosos 'gastos hormiga' (inferiores a 20 euros) que, al final, terminan sumando una cantidad importante.

En cuanto a las maneras de presupuestar, podemos hacerlo de tres maneras:

  • Apps de gastos: Monefy, You Need a Budget o Fintonic, pero hay muchas más. Estas apps conectan las cuentas bancarias y anotan automáticamente los gastos.
  • Webs y apps de bancos. La mayoría de las entidades con banca online permiten hacer búsquedas temporales de nuestros ingresos y gastos. También podemos exportarlo a un Excel y hacer los cálculos y proyecciones necesarias.
  • Hacer nuestro propia hoja de cálculo o Excel que completaremos manualmente o con ayuda de alguna app de seguimiento de gastos. Una de las más conocidas es Money Pro.

Lo más importante de cualquiera de estas herramientas es introducir bien los datos. Importa tanto la cantidad destinada a un concepto como la fecha de gasto. Manejar los tiempos en los que hay que satisfacer las deudas es muy importante. Cuando hacemos bien un presupuesto veremos que hay meses en los que hay más gastos que otros. En vacaciones y Navidades, por ejemplo, se gasta más (de ahí las 'cuestas' de septiembre y de enero), así que puede compensarse esos meses con otros más austeros. ¿O no? Es ahí cuando viene la segunda parte.

Priorizar los gastos

¿Qué significa exactamente compensar? Los expertos hablan de priorizar gastos. No es lo mismo pagar la hipoteca que la cuota del gimnasio, aunque hacer ejercicio siempre sea bueno. La cuestión no es dejar de hacer cosas, sino cambiar la manera en las que las hacemos. En un escenario inflacionista, es razonable practicar el 'conscious spending' o gasto consciente: gastar con medida en lo que nos hace felices y recortar en lo que no nos aporta.

Lo normal es que los gastos destinados a vivienda, alimentación, seguros, transporte, los de suministro (agua, luz, electricidad, gas) y los derivados de la crianza de los hijos, cuando los hay, sean intocables. Pero eso no quiere decir que sean inalterables. Como consumidores, es recomendable pedir presupuestos en distintos proveedores de energía, telefonía, seguros... Incluso la hipoteca merece una revisión para ver si conviene traspasarla a otra entidad.

En un segundo nivel estarían los gastos de ocio y derivados. ¿A qué nos referimos? Ropa, accesorios, artículos y servicios de cuidado personal, gimnasios, regalos, vacaciones, eventos extraordinarios... Debemos planificar con cuidado estos desembolsos. No es lo mismo tener una boda al año que tres, formar parte de una familia pequeña o grande o tener que reponer las prendas de abrigo. En todos estos casos, conviene plantearse un prespuesto: ¿qué cuota o precio estamos dispuestos a pagar por cada categoría? Prescindir de un gasto no implica no hacer esa actividad. En el caso del gimnasio, por ejemplo, dejar de ir puede convertirse en hacer deporte al aire libre.

'Pagarse a uno mismo' a principios de mes es la mejor manera de iniciarse en el hábito del ahorro

¿Se puede ahorrar?

En la tercera esfera del presupuesto está gestionar el excedente. Hablamos de ahorros. Para muchos expertos, ahorrar no depende tanto de los ingresos como de la voluntad de hacerlo. Por eso, muchos especialistas aconsejan "pagarse a uno mismo" a principios de mes, sin esperar a que sobre. El método del preahorro, como se conoce en Estados Unidos, permite crear el hábito, independientemente de la cuenta corriente.

Cuando no existe la costumbre de ahorrar, se puede empezar destinando a una cuenta externa (mejor sin ataduras ni comisiones de ningún tipo) un 5% de los ingresos y, posteriormente, aumentarlo si es posible. En cuanto a fórmulas de ahorro, hay muchísimas, desde el método de las 52 semanas (ir ahorrando una cantidad de euros equivalente a la semana del año) hasta la regla del 50-30-20 (50% de los ingresos a gastos fijos, 30% a los discrecionales y 20% de ahorro). Sin embargo, la mayor herramienta de ahorro, cuando no somos inversores ni generamos ninguna renta pasiva, es controlar las compras impulsivas.

Las cuatro preguntas

Un buen presupuesto se hace de manera realista y consciente. El ahorro es la consecuencia de una buena planificación, pero ahorrar por ahorrar tampoco tiene sentido sin un propósito y un horizonte temporal. Plantearnos el objetivo, ya sea cambiar de casa, comprar una segunda residencia, dar una buena formación a nuestros hijos, hacer el viaje de nuestros sueños o disfrutar de una jubilación sin problemas, nos ayudará a mantener el hábito de ahorrar.

Al mismo tiempo hay que tener claro que, paradójicamente, el ahorro puede venir acompañado de una nueva deuda. Como explican los economistas, dinero y deuda van de la mano, pero se tratará de una deuda buena que se revalorizá económica o emocionalmente. En nuestra sociedad es difícil alcanzar el equilibrio entre ahorro, sin caer en austeridades extremas, y consumo incesante. Para lograrlo, antes de comprar cualquier producto o servicio, deberíamos contestarnos a estas preguntas:

  • ¿Lo necesito o lo deseo?
  • ¿Voy a tener que endeudarme para conseguirlo? La deuda buena no es la habitual y la mala hay que evitarla.
  • ¿Está en el presupuesto que tengo asignado? ¿Es más caro o más barato que la media?
  • ¿Cómo estaré dentro de un tiempo después de hacer esta compra? Normalmente, la satisfacción por este tipo de consumo es efímera.

El simple acto de retrasar una compra nos aleja de ella. Si, además, tenemos una actitud proactiva en la gestión de nuestras finanzas y estamos dispuestos a sacar el máximo partido de ellas, es probable que este nuevo curso sea más tranquilo. De eso, al final, trata el dinero: de procurarnos cierta tranquilidad.

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