El huevo es uno de esos alimentos que casi nunca falta en nuestra dieta; proteína y vitamina pura de lo más versátil para preparar todo tipo de platos, como una buena tortilla de patatas melosa o como parte de una ensaladilla rusa clásica. Al no sufrir el precio variaciones significativas a lo largo del año, se ha convertido en un producto al que recurrimos habitualmente a la hora de hacer la compra.
Si bien un porcentaje enorme de personas elige la categoría media, definida por el modo de crianza de las gallinas y el código impreso con tinta térmica en la cáscara, otras tantas optan por los huevos ecológicos. Hay razones de peso. La producción de esos últimos obliga a seguir ciertos estándares de bienestar animal, y es evidente que el consumo responsable influye en la percepción que el consumidor final tiene del producto. Así, importa tanto el sabor como la manera más respetuosa y consciente,de traerlo hasta la mesa.
El perfil nutricional también es superior. Los ecológicos pueden contener mayores niveles de ciertos minerales. Tienden a tener más ácidos grasos omega-3, vitamina E y betacaroteno, lo que redunda en una mejora del sistema cardiovascular, el fortalecimiento del sistema inmunológico y la protección de las células del cuerpo. El precio refleja estas mejoras, tanto en la percepción final del consumidor como en los beneficios de unos frente a otros, según han mostrado distintos estudios.
El precio de un huevo ecológico refleja su coste de producción y su categoría ‘superior’.
La alimentación de las gallinas es el primer factor que influye en la cantidad final que pagamos los consumidores. Como explican distintas webs de productores, el sello de calidad obliga a utilizar pienso procedente de agricultura ecológica; esta variación, además de ser más cara de producir, se cultiva con ingredientes que no llevan pesticidas ni fertilizantes sintéticos. Las propias granjas deben someterse a inspecciones regulares y cumplir con determinados estándares ambientales. Este proceso de certificación suele traducirse en mayores costes operativos.
La libertad de los animales y su bienestar es otro factor que influye, y el sobrecoste que pagan con gusto un porcentaje de consumidores; quienes no apoyan la cadena de producción tradicional y el factor de sufrimiento innecesario que provoca en las aves.
Una granja que produzca huevos ecológicos debe mantener a las gallinas en condiciones de vida que respeten su movimiento, su alimentación y su tiempo de descanso. “Al menos ocho horas de sueño con oscuridad total y acceso a un terreno de mínimo 4 m2 por cabeza", explica la granja El Milagro en su página web.
La normativa obliga a que tengan acceso al aire libre y más espacio para moverse. La densidad de aves por metro cuadrado es mucho menor que en una estación de producción convencional, donde las aves suelen estar estresadas por el hacinamiento. A medida que la producción es menos intensiva y más respetuosa con el medio ambiente, los costes se elevan en proporción, y esto se refleja en el supermercado, cuando pasamos de un precio medio de dos euros del cartón de huevos ‘normal’ a tres y medio, con los camperos o los ecológicos.
La certificación es otro factor que incrementa el precio final de un huevo ecológico. Para obtener y mantener esta etiqueta, las granjas tienen que someterse a inspecciones regulares y cumplir con los estándares ambientales y de bienestar animal que son norma en este sector de la industria.