Menos puestos de responsabilidad, menos proyección laboral y menos sueldos. Conforme las mujeres han ido entrando en el mercado laboral la brecha de género se ha ido reduciendo pero... todavía no se ha alcanzado la igualdad ¿por qué? Apunten: gran parte del problema está en casa, según Claudia Goldin.
Esta conclusión puede parecer una obviedad pero está avalada con la evidencia que Goldin lleva recogiendo y analizando desde hace más de cuatro décadas. Su investigación le ha valido el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA de este año.
Los datos dicen que hombres y mujeres tienen un nivel de educación muy similar pero aún así la brecha salarial no se ha cerrado. Esta economista cree que se debe principalmente al 'lujo' de la flexibilidad que piden las mujeres para organizar las horas que trabajan y poder atender así el hogar. Una prueba evidente es que la brecha salarial empieza a aumentar cuando nace un niño en la pareja.
Buscáis la flexibilidad, pero la flexibilidad cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a ganar... menos
No hay una solución única que arregle este problema y no es solo una cuestión de que las empresas faciliten más la flexibilidad, sostiene Goldin. Los hombres tienen que empezar a reclamarla igual que las mujeres.
Ya hay sectores como el de las tecnologías y las ciencias donde se han reestructurado los empleos y el precio por tener flexibilidad en el trabajo se ha reducido. Políticas como trabajar en equipos y generar 'dobles' de nuestras tareas de modo que otra persona pueda hacer nuestro mismo trabajo facilitan esta conciliación con la vida personal.
Goldin siempre había querido hacer trabajo de detective. Eso, unido a que su compañera de habitación en la universidad fuera historiadora, le llevó a sumergirse en el mundo de las series de datos almacenadas en bibliotecas y centros de investigación (donde además de cifras encontró al amor de su vida).
Y fue precisamente esta mujer, una minoría en las facultades de economía de los años 70 (no ha cambiado mucho desde entonces), la que planteó una pregunta que nadie había estudiado hasta entonces: ¿cómo había evolucionado la incorporación de la mujer al mercado laboral?
Lo que contaban los datos es que las mujeres americanas pasaron de tener que elegir entre familia y carrera profesional a finales del siglo XIX, a aspirar a ambos objetivos a partir de la década de 1980. La píldora anticonceptiva tuvo mucho que ver en este cambio de expectativas, tal y como documentó Goldin en otra investigación.