Renfe quiere conocer el género, la edad y hasta las emociones de sus usuarios. Quiere también saber cómo visten o si viajan solos o acompañados, y quiere hacerlo utilizando las imágenes de cámaras de videovigilancia y herramientas de inteligencia artificial. Así lo detallaba la compañía en la licitación que publicó a comienzos de semana para adjudicar un servicio de analítica inteligente de video en 25 estaciones de Cercanías. Este proyecto es la segunda parte del piloto anunciado la pasada primavera y que una primera fase se ha centrado en ofrecer información sobre el aforo de los andenes o entradas y accesos a la estación.
El pliego para contratar estos servicios fue retirado dos días después “para ser modificado” y aunque la compañía no ha explicado por qué parece que el hecho de que también se incluyera entre los atributos a analizar el origen étnico de los viajeros ha tenido mucho que ver. “Me sorprende mucho que lo pidan. Es una consideración muy rara y que está muy mal vista en toda Europa”, señala Javier Rodríguez Saeta, consejero delegado de Herta Security, una empresa española líder en reconocimiento facial.
La compañía ferroviaria ha asegurado que con esta segunda fase de su prueba piloto quiere aumentar las funcionalidades que del sistema que ya está poniendo en marcha y que utiliza 200 cámaras de videovigilancia Entre esas cosas que Renfe puede intentar descubrir analizando aspectos demográficos como el genero o la edad está, según Rodriguez Saeta, el deseo de determinar los perfiles de los usuarios de este medio de transporte.
“Puede servir para saber cuál es el viajero medio, cuáles son los viajeros en función de las horas… el objetivo es conocer a tu usuario para, quizá, ofrecer alguna ventaja comercial”.
Todos estos aspectos pueden analizarse hoy en día con la inteligencia artificial a pesar del uso de las mascarillas, pero lo de determinar las emociones – que también incluía Renfe en su pliego- ya es otro cantar. “Las tasas de acierto con las mascarillas pueden no ser tan óptimas como antes, pero siguen siendo muy elevadas para calcular la edad o el género con la biometría. Hacerlo con las emociones es imposible porque se necesita la expresión de la boca y esa no la tienes”, explica el experto que considera que esa información puede resultar útil desde un punto de vista comercial.
“Saber si vas más o menos alegre al tren no aporta mucho… así que probablemente se trate de asuntos de negocio interno de la compañía. Serviría, por ejemplo, para comprobar la reacción de las personas ante un anuncio publicitario. Este tipo de análisis, comprobando si se ríen o si están serios, se utiliza habitualmente ante nuevos productos o en eventos para medir el grado de satisfacción del usuario ante lo está viendo”.
Si los planes de Renfe no suponen un problema con el desarrollo actual de la biometría, Rodríguez Saeta defiende que tampoco lo es desde un punto de vista legal. “Para analizar atributos demográficos no se utilizan datos personales, no se establece una relación entre la cara y la identidad, así que no se vulnera la Ley de Protección de datos. Es diferente si se trata de hacer identificación facial, en la que se busca la identificación unívoca de la identidad de una persona, en ese caso sí se necesita su permiso”, explica el responsable de Herta.
Sería el caso de que Renfe decidiera instalar un control de acceso un punto en el que los usuarios habituales pueden entrar de una forma rápida, sin validación de billete y solo mostrando su cara. En ese caso esos viajeros tendrán que firmar su consentimiento o autorización y no se incumpliría ninguna ley porque es un servicio y no quiera usarlo no tiene que hacerlo.
Además, el análisis con algoritmo de las imágenes de videovigilancia se puede utilizar también en este tipo de infraestructuras de transporte por cuestiones de seguridad. “Hablamos de identificación de delincuentes. En esos casos, y en colaboración con la policía, se pueden tener las fotos de sospechosos de terrorismo o de personas que puedan tener órdenes de alejamiento, para ser contrastados con los que se obtienen de las cámaras de video vigilancia y dar una alerta si se encuentra un parecido. Se trata de casos muy específicos, de emergencia, por interés público y han de estar autorizados por un juez”, señala el experto en reconocimiento facial.
Lo que tiene claro Rodríguez Saeta es que este experimento pone a la compañía a la cabeza de las empresas de transporte ferroviario que apuestan por la biometría para mejorar el servicios a sus usuarios. “Nosotros hemos hecho muchos pilotos en diferentes ciudades europeas, pero un proyecto como el que está poniendo en marcha no lo he visto instalado en ninguna estación… Existen para controlar el aforo, detectar tumultos, o vigilar si existe acumulación de gente en escaleras mecánicas, pero de reconocimiento facial hasta ahora hay poca cosa. Sin duda, Renfe ha decidido ser pionera”