Hace quince años, un estudiante de ingeniería aeronáutica estaba viendo un documental sobre grandes buques con su padre y le surgió una pregunta: "¿Cómo es posible que hace miles de años ya estuviésemos utilizando el viento para navegar y hoy lo único que se nos ocurra sea quemar combustible?".
Este inquieto chico se llama José Miguel Bermúdez y en 2015 aterrizó su idea en Cantabria junto a dos compañeros de trabajo: unas velas rígidas que aprovechan las ráfagas de aire para impulsar grandes embarcaciones. La empresa se llama 'bound4blue'.
Esta semana se ha convertido en una de las tres start ups españolas a las que el Consejo Europeo de Innovación (CEI) ha concedido fondos (son 64 empresas europeas en total) para que continúen desarrollando sus proyectos. "Este dinero supondrá un impulso enorme para la próxima etapa", valora Bermúdez. Con dos encargos de menor escala a sus espaldas, ahora la empresa negocia acuerdos con grandes navieras que buscan reducir su huella ecológica.
Las velas de bound4blue reducen el combustible que queman los grandes barcos de mercancías y petroleros. El mecanismo es sencillo. La estructura de acero está conectada al motor: si hay viento aprovecha su fuerza, con lo que se gasta menos carburante para activar las hélices que impulsan el barco. "En el fondo son como una vela convencional de tela, solo que se parecen más al ala de un avión", explican. Es una suerte de guiño a la formación de sus inventores, ingenieros aeronáuticos.
El sistema no sustituye completamente el papel del carburante, pero permite una navegación más sostenible. También ahorra costes operativos a los armadores. "Uno de los motivos por los que al sector marítimo le está costando mucho empezar a utilizar estos biocombustibles es que son muy caros. El fuel supone el 40-50% de los gastos operativos de una naviera", detalla Bermúdez.
¿Peligra el modelo de negocio si se extiende la producción y uso de los carburantes verdes? Amazon e Inditex anunciaron esta semana que solo contratarán cargueros de emisiones cero en 2040. Pero como apuntan desde la empresa, estas velas son compatibles con cualquier tipo de carburante, desde los más contaminantes hasta otros más "limpios" que empiezan a emerger como el GNL o el biometano. Incluso el hidrógeno, en un futuro algo más lejano.
"Ninguna previsión contempla que esos biocombustibles tengan a largo plazo un precio muy por debajo de los costes actuales del fuel", explica Cristina Aleixendri, cofundadora junto a Bermúdez y directora de operaciones. Además, dadas las dimensiones y los consumos de los grandes buques mercantes, la transición energética completa del sector será lenta. Así, en unas décadas, con el apoyo eólico de bound4blue, las empresas podrían tener flotas de emisiones cero de coste mucho más bajo, al reducir el gasto de carburante.
¿De cuánto ahorro hablamos? Desde la empresa estiman ahorros en combustible "desde un 3% hasta más de un 30%". La horquilla es muy amplia porque depende de tres factores: el tipo de barco, la configuración de las velas y, sobre todo, los días de viento.
Las rutas transatlánticas o las travesías por el mar del Norte son óptimas en este aspecto. Otros viajes no tanto. "El Mediterráneo es una zona realmente mala. Para una flota que solo navega ahí sería más difícil de amortizar la inversión, reconoce Bermúdez.
En cuanto al sistema, la empresa ha diseñado dos tipos de vela. La eSAIL es en la que están más focalizados en estos momentos, al ser "más compacta y barata", con lo que se adapta a más tipos de embarcaciones. Funcionan por un mecanismo de succión del aire. Las WINGSAIL, más grandes, tienen la particularidad de que se pliegan si no hay viento, como las velas de tela que se arrían.
De hecho, una eSAIL ya está en acción en un barco pesquero del armador gallego ORPAGU. En mayo mandaron la vela de 12 metros desde Vigo hasta Panamá y la colocaron en el buque. Desde entonces el barco 'Balueiro Segundo' navega por el Pacífico con una persona del equipo a bordo, monitorizando y recabando datos. "El comportamiento del barco con la vela instalada está siendo estupendo y el armador está muy contento", comenta Bermúdez entusiasmado.
Dentro de unas tres semanas, el equipo acometerá su segunda integración de velas. Esta vez con una más alta, de 18 metros, que se colocará en un carguero muy especial. 'La Naumon', un barco-teatro de la compañía La Fura dels Baus. Un buque itinerante que servirá para dar a conocer aún más el trabajo de bond4blue. "El barco está ya en el astillero y este viernes ponían en vertical la vela para las últimas pruebas", comentan.
La empresa prepara ya proyectos de cara a 2022. Adelantan a NIUS que están en negociaciones con varias navieras grandes de Europa y Asia. "La idea es firmar los acuerdos definitivos con al menos dos empresas de fletes antes de final de año", confía Bermúdez. Es más, de cara al futuro están montando una oficina en Singapur, que se sumará a su sede en Cantabria y su oficina en Barcelona.
También trabajarán en escalar la compañía para enfrentarse a estos grandes retos. Ahora son 21 empleados en total, en su inmensa mayoría con perfiles de ingeniería y de edades que van de los 25 hasta los 65 años. Aleixendri señala que sí tienen previsto contratar a más gente. "Esperamos que a finales de 2022 podamos estar cerca de las 30 personas".
En cuanto a la fabricación, actualmente se apoyan en las instalaciones de sus proveedores, repartidos entre Cantabria y Asturias. "Sí que tenemos previsto internalizar parte de la fabricación, como por ejemplo la parte eléctrica y electrónica", recalca la directora de operaciones.
A medida que industrializan más el proceso, reducen los tiempos para cada proyecto. Para los futuros planes con cargueros estiman que necesitarán entre uno y dos años. De 3 a 4 meses para las fases de diseño y su aprobación, entre 3 y 8 meses para la fabricación de las velas, dependiendo del número y el tamaño; y luego solo un par de semanas para su instalación.
Pero no todo ha sido un camino de rosas. Bermúdez resalta lo importante que han sido los entes públicos en los proyectos anteriores, cofinanciados por programas de la UE y con apoyo del Gobierno cántabro y catalán, entre otros. "Al ser un proyecto industrial y no digital, se necesita más tiempo para madurarlo y más capital para prototipos y pruebas. Al principio fue difícil conseguir inversores privados", comenta.
Otra dificultad de los últimos meses ha sido la covid, una vez comenzaron la fase de fabricación. "Hemos tenido retrasos en los suministros los últimos meses", explican. Y es que, el acero, el material base de sus velas, escasea y ha subido de precio. Aunque para el futuro, están tanteando sustituirlo por materiales compuestos para algunas piezas. En esa línea, en la última ronda de financiación se sumo al proyecto Aciturri, una empresa aeronáutica burgalesa que trabaja estos compuestos.