El Banco de España revisa a la baja el crecimiento, pero ¿y si el PIB se equivoca?
El banco rebaja al 2% el crecimiento para 2019 y al 1,7% el de 2020
Los economistas y políticos utilizan el PIB para medirlo todo, pero el indicador estrella está lleno de contradicciones
Si la economía fuera como la selva, el PIB sería el rey. El indicador mimado de la economía lo cuenta todo... a su manera. En esta suma cabe desde el coche fabricado, la lechuga exportada, los salarios de los trabajadores... hasta el CO2 que emite la industria, la especulación, el juego ilegal, la prostitución... Si el PIB fuera una película se llamaría “El bueno, el feo y el malo”.
El Banco de España (BdE), a tres meses de que termine el año, ha rebajado su previsión de crecimiento del PIB en cuatro décimas. Ahora calcula que la economía crecerá solo un 2% en 2019, en lugar de un 2,4%. ¿Qué ha pasado?
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- La mitad de esta corrección son cambios en la forma de medir el PIB (esto ocurre cuando se quiere calibrar la brújula).
- La otra mitad corresponde a una serie de señales que apuntan a una desaceleración, que no recesión. En Nius hicimos un repaso a algunos de estos farolillos rojos. Básicamente: menor dinamismo en mercado trabajo, incertidumbres variadas y menor impulso de la demanda.
Para el año que viene, 2020, el BdE calcula que el PIB crecerá un poquito menos: un 1,7% en lugar de un 1,9%. Pero como este indicador se utiliza para medirlo todo, entonces si baja, ya sea por un motivo (técnico) u otro (menos demanda), tenemos un problema. Nuestra riqueza, nuestra deuda, nuestros ingresos, nuestro déficit... todos necesitan su reflejo en el PIB para preguntarle: “espejito, espejito, ¿voy bien o voy mal?”
Y en base a eso, los políticos toman decisiones. Esta semana de la cumbre del clima en Nueva York los presidentes desfilan por la ONU. El PIB de cada país es parte de la tarjeta de presentación porque el indicador se utiliza también para medir el éxito de un gobierno. Lo que nadie cuenta es que ese PIB no tiene en cuenta ni el cambio climático, ni la pérdida de biodiversidad, ni la contaminación de los océanos… Todo es le da igual.
A la brújula de la economía lo único que le importa es la producción, ya sea buena o mala. Le encanta la contaminación sobre todo si luego hay que limpiarla, adora los huracanes porque supone gastar mucho dinero en reconstruir y las guerras... ni te cuento. Sin embargo, ignora actividades en las que no hay una transacción de dinero. Criar hijos, cuidar el jardín o ayudar a un vecino no tiene valor.
“El PIB es una medida imperfecta, como todas, de nuestra riqueza. Pero es a la vez muy poderosa. El tamaño del PIB determina que se pertenezca a determinados clubs de países, el rating del país en las agencias internacionales, etc. Su valor influye en las agendas políticas. A mi entender, falta incluir una medida del efecto del cambio climático”, explica la economista Antonia Díaz.
El rey de la selva tiene su propios problemas de medición porque no es lo mismo contar cañones y barras de mantequilla que manicuras, descargas de música o diseño de interiores. Los servicios son mucho más complicados de contar.
Algunos hablan también de un crecimiento, en parte, de ficción porque el PIB incluye el negocio de los bancos (aunque parezca asombroso hace unas décadas no era así porque se consideraba básicamente especulación). Ahora todas las actividades del sector financiero suman en el indicador.
El padre de la criatura, Simon Kuznets, “intentó buscar una medida que reflejara el bienestar, y no lo que para él era la vulgar suma de toda la actividad”, cuenta el periodista David Pilling en su libro “El delirio del crecimiento” (Taurus). Pero con el paso del tiempo el PIB empezó a incorporar cada vez más cosas con las que su creador no estaba de acuerdo. “La forma de medir la economía es bastante tosca”, cuenta este reportero del Financial Times. “Como me dijo un día alguien: si estás atrapado en un atasco durante una hora eso contribuye al PIB. Si vas a casa de un amigo a echar una mano, no”.
Las sociedades seguimos ancladas en el pensamiento de que si la economía crece todo va bien y si cae, no tanto. No es totalmente falso pero habría que cuestionarse de vez en cuando si el norte que marca el PIB es realmente el verdadero y el importante.