La reducción de la jornada laboral en España en cómputo anual avanza con tropiezos tras la negativa de la patronal a negociar bajo la presión impuesta por el Gobierno y los sindicatos. En el fondo de la cuestión está el miedo a una bajada de la productividad y el aumento de los costes empresariales. Pero el caso español no es único. En nuestro entono hay países con una jornada inferior y propuestas similares como trabajar solo cuatro días a la semana.
Los actores económicos mundiales como la OCDE animal al Gobierno para que aproveche la fuerte implicación de los interlocutores sociales en la regulación del tiempo de trabajo para promover la “experimentación política” de una reducción de la jornada laboral, con el objetivo de que pudiera mejorar el bienestar y la productividad.
El organismo internacional cree que la flexibilidad del sistema español y la negociación colectiva se prestan a esa experimentación que busca corregir las graves y duraderas deficiencias de la productividad en la economía española.
Los autores reconocen que "solo hay pruebas limitadas sobre el impacto de una reducción de la semana laboral en la productividad" y que de cara al futuro es clave determinar si un recorte puede generar una mejora suficientemente grande en esa productividad para compensar a los empresarios por el aumento del coste laboral por hora o a los trabajadores por la pérdida de ingresos.
Lo cierto es que los españoles trabajan 37,8 horas de media a la semana según los últimos datos de Eurostat relativos a 2022, que sitúan la jornada laboral efectiva por debajo de las 40 horas semanales que fija el Estatuto de los Trabajadores y que el Gobierno ahora acelera su reducción e implantación en todas las empresas y sectores productivos.
El cómputo anual de las horas es la clave, porque aun trabajando 8 horas cada día, los días o periodos de descanso fijados por convenio (más allá de los festivos y vacaciones legales) pueden reducir el tiempo de trabajo anual por debajo de las 1.820 horas que suponen 40 horas semanales.
Una jornada de 37,5 horas a la semana equivale a unas 1.712 horas anuales, según el Ministerio de Trabajo.
La media europea se sitúa algo por debajo de la española, en 37,5 horas, pero con diferencias significativas por países y oscilaciones que pasan de la jornada laboral media de 41 horas de Grecia o 43,3 de Serbia a la de 33,2 horas de Holanda.
Además de Grecia o Serbia, las jornadas laborales más largas las experimentaron los trabajadores de Polonia (40,4 horas), Rumanía y Bulgaria (40,2 horas en ambos).
En el lado opuesto, además de Holanda, las jornadas laborales más cortas las disfrutaron en Alemania (35,3 horas), Dinamarca (35,4) y Noruega (35,5).
Fuera de nuestras fronteras, en Australia, la jornada laboral es de 38 horas semanales.
En esta lucha entre reducción de la jornada laboral y producción hay dos ejemplos que ayudan a los expertos a sacar conclusiones. Se trata de Francia e Islandia.
En el caso de nuestro vecino del norte, la revista Forbes recuerda que en 1999 se implementó una jornada laboral de 35 horas semanales por ley. Aunque las expectativas iniciales eran altas, con la esperanza de crear dos millones de nuevos empleos, la realidad mostró que se crearon 350.000 empleos más con la reducción de la jornada laboral.
El otro caso es Islandia que entre 2015 y 2019 llevó a cabo un «experimento» donde redujo la jornada laboral de sus trabajadores a 35 horas manteniendo los salarios. Este experimento ha sido un referente para otros países que buscan implementar una jornada laboral reducida.
La OCDE constata que en España, como en otros países, cobra fuerza el debate sobre la posible introducción de una semana laboral de cuatro días, para mejorar el bienestar y la productividad.
Subraya que hay “pruebas claras” de que las jornadas laborales “muy largas” aumentan los riesgos para la salud y reducen la satisfacción y la productividad por hora trabajada.
También, por las reformas que se han llevado a cabo en algunos países de la Unión Europea, se observa que reducir la semana laboral normal puede aumentar los salarios y la productividad “con escaso o ningún efecto sobre el empleo”.
Los expertos que han elaborado el estudio, que han evaluado el impacto de la reforma del salario mínimo de 2019, destacan que condujo a un aumento de los ingresos mensuales de una media del 5,8 %, mientras que sólo redujo el empleo en un 0,6 %, es decir unos 7.000 puestos de trabajo.
“En resumen -concluyen- la subida del salario mínimo interprofesional de 2019 tuvo un efecto positivo en los salarios de los trabajadores con salarios bajos, sin causar pérdidas sustanciales de empleo”.
España partía de bastante abajo, ya que en 2018 el salario mínimo representaba el 45 % del salario bruto, lo que lo hacía en términos relativos en el octavo más reducido de la OCDE.
Una vez hecha la reforma, con un ascenso de una tacada del 22 %, que benefició al 7-8 % de los trabajadores por cuenta ajena, en 2022 era el 58 %, con lo que España había ascendido hasta la posición 20. Como está previsto que continúe subiendo hasta el 60 %, eso le hará escalar seis puestos más.
Algunas de las cuestiones cruciales en materia de tiempo de trabajo en la actualidad son idénticas a las que llevaron a la adopción del primer Convenio de la OIT en el que se constataba que el exceso de horas de trabajo y los períodos inadecuados de descanso y recuperación, pueden ser nocivos para la salud de los trabajadores, al tiempo que aumentan el riesgo de accidentes de trabajo.
Según este organismo Internacional, en muchas partes del mundo existe una relación significativa entre bajos salarios y jornadas de trabajo excesivas.
En sus conclusiones apunta a que las largas horas de trabajo impiden a los trabajadores tener un descanso adecuado, atender a las responsabilidades familiares y participar en la vida de la comunidad.
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