"Ah, la famosa Isabella". Así respondía un experto cuando se le preguntaba por un estudio que hablaba de la "inflación de vendedores". La periodista que escribe este artículo no había sido capaz de retener el nombre de la autora todavía y mucho menos sabía que era famosa. Entiéndase, todo lo popular que se puede ser en la burbuja económica representada en Twitter y medios de comunicación. Subsanemos el fallo. Isabella Weber, nacida en Alemania en 1987 es profesora asistente de Economía en la universidad estadounidense de Massachusetts Amherst y ha publicado un estudio que está dando mucho que hablar.
Algunos han preferido rebautizarlo con el título de: 'la inflación de la avaricia', mucho más mediático --dónde va a parar--. A Weber no le gusta, conste. ¿Pero qué dice exactamente su estudio? "Son las empresas con poder de mercado las que han provocado esta subida general de los precios. Estas compañías solo mueven sus precios al alza si piensan que sus competidores van a hacer lo mismo", argumenta Weber con su coautor, Evan Wasner.
No hace falta ponerse de acuerdo, crear un cártel (ocultarlo, por supuesto) y coludir en precios. Es posible que un ecosistema temporal sea capaz de reproducir las condiciones para que esto ocurra "de forma implícita". Por ejemplo: escasez de materias primas, de chips, un problema en el transporte marítimo de mercancías, una crisis energética, una guerra en Europa...
Según Weber y Wasner, estos acontecimientos han podido crear "un poder de monopolio temporal que hace seguro para las empresas subir los precios, no solo para protegerse de los costes sino para aumentar ganancias”.
El estudio que algunos califican simplemente de "opinión" pone el foco en el lado de las empresas para ver por qué ha subido tanto la inflación. Eso, que puede parecer una obviedad, es una mini-revolución en sí misma. De acuerdo con la teoría económica de las últimas décadas, cuando un país se encuentra con un problema de subida de precios hay dos sospechosos habituales:
Y ya. Paren de contar. El lado de la oferta -- las empresas-- lleva décadas en un tercer plano. El último episodio inflacionista que el mundo avanzado recuerda nos lleva a los años setenta, pero para muchos esa referencia ya no es válida en el siglo XXI. Entonces los salarios fueron protagonistas de la espiral inflacionista. Ahora, no. Y dos: la estructura de los mercados tampoco es la misma que la de hace cincuenta años.
El término de "inflación de vendedores" (sellers' inflation, en inglés) lo acuñó el economista Abba P. Lerner en 1958. "Tanto los beneficios de las empresas como los salarios son los principales impulsores de la inflación. Que uno u otro tenga mayor peso depende de las relaciones de poder entre ambos", sostenía.
¿Y eso cómo va en 2023? Los datos indicarían que el poder se inclina desde hace tiempo hacia las empresas. Se puede detectar en el grado de concentración de muchos sectores, tal y como argumenta Jan Eeckhout en ‘La paradoja del beneficio’ (Taurus). El nacimiento de empresas dominantes ha permitido a las compañías aumentar sus márgenes. Pero este economista no está de acuerdo con las conclusiones de Weber.
Lleva tiempo mirando datos y ni él ni los expertos con los que se ha reunido los han encontrado. “Lo que está detrás de la inflación no es un reflejo de la posición de poder de mercado sino de una distorsión agregada. El poder de mercado es una cosa muy lenta, se construye en mucho tiempo y la inflación es instantánea y la estamos viendo tanto en sectores donde hay poca competencia como en los que hay mucha.”
"El debate está viciado por culpa de los intereses políticos, gremiales, de sindicatos y empresarios", opina Manuel A. Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo Olavide e investigador en EsadeEcPol.
Pero sí es una realidad que los trabajadores tienen ahora menor poder de negociación que en los años setenta. "Ahora tienen más difícil imponer su criterio. Y es verdad que la inflación que observamos es el resultado de una subida de costes y luego de márgenes empresariales. Hasta la OCDE lo dice. Pero en España no tenemos a todas las empresas obteniendo márgenes récord. Hay sectores donde eso sí ha pasado, que son muy relevantes y suben la media. Pero los datos no son una consecuencia de la una estructura empresarial poco competitiva. Es muy importante este matiz", insiste Hidalgo.
A diferencia de otros expertos, que proponen un acuerdo entre empresas (márgenes) y trabajadores (salarios) para repartir los costes de la inflación --esta es la posición del Banco de España--, Weber y Wasner plantean intervenciones focalizadas que "controlen los precios y los repuntes de los beneficios en sus primeras fases para evitar su efecto propagador y amplificador" en el resto de la economía. Actuar a un nivel más micro, más focalizado.
"La gran pregunta es cómo hacemos esas intervenciones que propone Weber. Lo veo muy complicado. No digo que sea imposible... ", argumenta Hidalgo. "Y ¿al final dónde recaes? En la capacidad de empresarios y trabajadores para llegar a acuerdos".
Si la crisis financiera y del euro trajo consigo una ampliación del kit de herramientas para el Banco Central Europeo (BCE), a lo mejor habría que plantearse algo parecido para eventos excepcionales (y que puede que sean cada vez más recurrentes). Fórmulas más quirúrgicas para modular el efecto de shocks muy concretos, pero con poder para propagarse por toda la economía.
Precisamente sobre la cuestión del diseño de nuevas herramientas que aborda el estudio de Weber hablaba esta semana la presidenta de la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia). Preguntada por qué le pediría al nuevo Gobierno que surja de las urnas el 23 de julio, Cani Fernández respondía:
"Le pediría que nos dotara de herramientas para que podamos actuar en situaciones en las que las condiciones del mercado en sí mismas no permiten la competencia, pero no hay acuerdos de precios de forma explícita".
Mencionaba Cani Fernández el caso la llamada 'inflación cohetes-plumas' para ilustrarlo: "Suben los precios muy rápido pero luego, como si fueran plumas, tardan mucho en bajar. Lo estamos viendo en los mercados bancarios y en otros sectores concentrados. Esta herramienta nos permitiría poner remedio".
En ese caso, el regulador tendría que ser capaz de reconocer qué sectores son competitivos y cuáles no, apunta Hidalgo. "Encuentro un millón de dificultades para identificar eso". Eekhout habla de una regulación "orientada a conseguir que haya más entradas de empresas en sectores donde se detecta poca competencia. Los controles de precios son para momentos de guerra o de necesidad importante".
El argumento final de Weber y Wasner es que, si estamos ante una inflación de vendedores generada por el nivel de concentración de las empresas, entonces subir los tipos de interés solo empeorará las cosas. Con esta crítica quizá se entiende todavía mejor por qué Isabella se ha hecho famosa.