La precariedad en los hogares monoparentales –los formados por un solo progenitor y sus hijos– tiene nombre femenino. Si la mayoría de las familias de este tipo están encabezados por una mujer, en los que tienen bajos ingresos la proporción alcanza a nueve de cada diez.
Pero al analizar estos datos por nivel de ingresos el dominio femenino es aún mayor. De los 573.000 hogares que ganan menos de 1.000 euros netos al mes, 500.000 tiene a una mujer al frente manteniendo a sus hijos. Casi el 90%.
Esta proporción baja a medida que aumentan las ganancias. Así, en torno al 75% de los hogares monoparentales que perciben de 1.500 a 2.500 euros netos mensuales están sustentados por una mujer. Y el porcentaje se vuelve a reducir entre los que ganan más de esos 2.500 euros.
Si se analizan las edades de las 500.000 mujeres mileuristas que sostienen solas a sus hijos, más de la mitad (263.000) tienen entre 40 y 60 años. Una franja de edad en la que seis de cada diez de las que residen en un hogar monoparental están divorciadas o separadas.
Por su parte, un 33% de este medio millón de familias tiene como cabeza a una mujer de 60 y más años. En este caso, la mayoría son viudas (siete de cada 10).
En el otro extremo, hay 70.000 familias monoparentales soportados por una mujer mileurista menor de 40 años. En este grupo de edad más de la mitad son solteras.
De los 1,56 millones de hogares monoparentales mantenidos por una mujer, en el 68% ella reside con un hijo. En un 27% con dos. Y en el restante 5% con tres o más.
Los porcentajes son similares en el medio millón de familias mileuristas. Así, hay 345.000 hogares formados por una mujer que ingresa menos de 1.000 euros al mes con un hijo. Otros 128.000 en la que convive con dos hijos. Y 27.000 en los que debe mantener a tres o más hijos.
Otro indicador que muestra la precariedad de las mujeres que mantienen hogares monoparentales es su situación laboral.
De cada 10 de ellas:
Como hemos visto, el dominio de las mujeres en los hogares monoparentales es claro y, lamentablemente, es aún más notorio cuando las circunstancias son más adversas. Confiemos en que mejoren las condiciones económicas por el bien de ellas. Pero, sobre todo, por el de sus hijos.