Hace dos meses que los empleados de Amazon en Estados Unidos están en modo cuenta atrás. Después de tres años de teletrabajo, a partir del 1 de mayo regresarán a la oficina de manera obligatoria. "Al menos tres días a la semana habrá que volver al modo presencial", comunicó en una carta a los trabajadores el consejero delegado, Andy Jassy. Es posible que este cambio también evite que Seattle, donde está ubicada la sede de Amazon, se convierta en una especie de Detroit de la costa Oeste: una ciudad semi-abandonada.
El de Seattle no es en absoluto un caso aislado. La problemática de las oficinas vacías en los centros de las grandes ciudades recorre todo el país y preocupa a las autoridades locales, al sector financiero y a las propias empresas que ocupan los espacios. "Soy optimista de que este cambio proporcionará un impulso para las miles de empresas ubicadas alrededor de nuestras sedes urbanas", comentaba el máximo directivo de Amazon en su carta a los empleados.
El cambio que ha impuesto la pandemia en las formas de trabajo tiene múltiples dimensiones y la urbanística es solo una de ellas. No se trata solo de salvar los negocios ligados a la zona: bares, gimnasios, clubs, hoteles, peluquerías, tiendas... Es evidente que si no subsisten porque sus clientes ya nunca van a volver, el riesgo de terminar como una ciudad/zona vacía aumenta y eso a su vez deteriora el valor de los edificios que los rodean.
Un estudio ha calculado que cada trabajador de la gran manzana de Nueva York ha dejado de gastar 5.000 dólares al año (4.560 euros) en la zonas cercanas a su oficina. "La economía local depende de que la gente siga viniendo a Nueva York", explicaba Eric Adams, alcalde de la ciudad. De lo contrario los ingresos públicos también caen, y eso obliga a recortar en los servicios municipales: funcionarios, bomberos, policía, transporte, profesores...
Adams lleva además desde que arrancó el año tratando de avanzar en la legislación y normativa de la ciudad para poder convertir parte de las oficinas vacías en viviendas.
La problemática de la oficina vacía tiene también una derivada financiera relevante en el caso de Estados Unidos. Hablamos de un mercado inmobiliario de más de 20 billones de dólares, según los medios especializados. Muchos de los edificios y locales comerciales pertenecen a inversores que a su vez han pedido dinero prestado a los bancos para comprar los edificios y adecuarlos o directamente construirlos. Vacíos se convierten en la versión oficina de 'Esta casa es una ruina'.
Los precios de estos inmuebles comerciales están cayendo --la menor ocupación incide en su valoración-- y los tipos de interés han subido muchísimo en el último año. "Más de la mitad de los préstamos ligados a este sector se van a tener que renegociar en los próximos 24 meses", alertaba un informe de Morgan Stanley citado en la prensa estadounidense.
Los bancos se pueden encontrar en su balance con un montón de estos edificios vacíos como pago de la deuda pendiente. Puede ser una combinación muy tóxica. Morgan Stanley alertaba de esta posibilidad: el sector inmobiliario comercial y de oficinas podría vivir una crisis incluso peor que la que sufrió en 2008. "La tasa de desocupación está casi en máximos de los últimos veinte años y los precios podrían caer hasta un 40%", según este análisis.
En San Francisco, el porcentaje de oficinas vacías superó el 29% del total en el primer trimestre de este año, según una información del New York Times. Es ocho veces más elevada que antes de la pandemia. Algún fondo inmobiliario ya ha dado algún susto y ha dejado de cumplir con los pagos de su préstamo. Se teme por que los bancos más expuestos a este sector sufran pérdidas millonarias. Y son las entidades de pequeño y mediano tamaño las más expuestas a este tipo de deuda inmobiliaria.
La caída del Silicon Valley Bank no tuvo nada que ver con esta problemática, pero aún así hay miedo de que la mayor concentración de préstamos al sector comercial inmobiliario en los bancos regionales genere inestabilidad financiera. Preguntado precisamente por esta cuestión hace un mes, el presidente de la Reserva Federal (el banco central estadounidense) descartó este riesgo. "No creo que sea una situación comparable. Somos muy conscientes de las concentraciones que tiene la gente en estos bienes inmuebles. El sistema bancario es fuerte, sólido, resistente y está bien capitalizado", aseguró Jerome Powell, presidente de la Fed, ante los periodistas.
Por experiencia histórica reciente sabemos que, hecatombes con potencial de arrastrar a bancos no suelen limitarse a los sectores afectados. Una crisis financiera puede mutar a otra económica: entidades en problemas dejan de prestar dinero a otros sectores, que ven limitado su crecimiento y sus posibilidades de expansión. Por no hablar de posibles rescates con dinero público. Ningún sector es inmune a estas dinámicas, ni siquiera el tecnológico y el ligado al consumo de los hogares.
Quizá por esta razón algunos creen que el cambio de opinión de Amazon respecto al teletrabajo esconde muchos más argumentos que el tradicionalmente citado por los jefes: "se trabaja mejor en la oficina interactuando en persona". Es posible que exista algo más que una mera cuestión de productividad tras las revisiones de los esquemas de trabajo de las grandes empresas estadounidenses. Volver a ocupar los despachos, las mesas y las máquinas de café en los pasillos quizá evite una crisis inmobiliaria y financiera.