Decía el multimillonario inversor Sir John Templeton, que las cuatro palabras más peligrosas en las finanzas eran: 'This time is different' (esta vez es diferente). Esta semana los mercados bursátiles han ondeado la señal roja de pérdidas y de ‘atención peligro’. ¿Estamos en la antesala de una nueva crisis financiera? ¿Va a hacer el sistema otra vez catacrac? ¿Qué les pasa a los bancos?
Así como alto y claro nadie se atreve a pronunciar esas fatídicas cuatro palabras. El todavía humeante recuerdo de la crisis de 2008-2013 quizá pese en estos miedos. Puede que haya algo de sesgo de representatividad: le damos más probabilidad a la crisis financiera de lo que sería racional.
"El sector bancario está en una posición mucho más sólida hoy que en 2008", sostenía la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) este jueves. No hay riesgo de contagio, deslizaban los supervisores un día después. "La banca española está saneada y no está expuesta a la crisis bancaria de EEU.UU", decía el Gobierno. Las explicaciones pueden resonar y reactivar el recelo. “Sí ya, hace quince años también se dijo que el sistema estaba fenomenal y mira lo que pasó después", pensarán unos cuantos.
Aunque las bolsas europeas consiguieron detener el pánico vendedor, el nuevo paciente europeo, el Credit Suisse, volvía a los números rojos este viernes después de pedir ayuda al banco central de Suiza. Su crisis no está resuelta y ahora parece que la salida es encontrar un comprador. "El contagio a Credit Suisse estaba cantado, no por la exposición a lo que había ocurrido en EE.UU., sino porque ya estaba renqueante desde hace tiempo", explica una fuente del sector financiero.
"No creo que haya fundamentos para que haya una crisis bancaria generalizada. Puede haber algún problema individual, pero no sistémico", sostiene alguien que sabe mucho de estas situaciones, Antonio Carrascosa exdirector del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria español, el FROB.
Las piezas del puzle no están claras. Ahora mismo hay mucha incertidumbre de repente. Demasiadas variables interaccionando a gran velocidad. Recapitulemos brevemente: guerra en Ucrania, crisis energética, inflación, subida de tipos... y ahora añadimos turbulencias financieras.
Quizá empezamos a atisbar parte de los efectos secundarios de la medicina que ha impuesto la política monetaria. Hacía décadas que no se veía un incremento tan vertiginoso del precio del dinero. Los banqueros centrales siempre han sido conscientes de que las subidas de tipos podían provocar una recesión económica. Estaban dispuestos a asumir el riesgo con tal de doblegar la inflación. "Ese compromiso sigue intacto", decía Christine Lagarde tras elevar medio punto los tipos hasta el 3,5% en la zona euro.
Pero no se abandona la esperanza de ser capaces de lograr un "suave aterrizaje de la economía". El caso es que, cuando se mencionaba este desenlace en el mejor de los mundos, se hablaba de conseguir no frenar demasiado el consumo y provocar una recesión, no parar en seco la inversión en las empresas y generar desempleo... Pocos incidían en los riesgos que podía generar este nuevo rumbo de los tipos de interés en el negocio bancario. O a lo mejor se infravaloraron.
"La economía se ha vuelto a olvidar del papel que juega el sistema financiero", critica un experto. "¿Cuántos bancos están en peligro?", preguntaba el economista estadounidense John Cochrane. Veamos la lista actualizada.
En cuestión de días cayó un banco en California del que nunca habíamos oído hablar, el Silicon Valley Bank (SVB). Eso arrastró a otras dos entidades más de EE.UU. Este jueves, el First Republic, también en serios problemas, fue rescatado por el propio sector. Muy probablemente nada de esto habría ocurrido si el banco central, la Reserva Federal (Fed), no hubiera subido tan rápidamente los tipos de interés (más adelante explicamos lo de los bonos).
Europa parecía a salvo hasta que apareció una mancha en Suiza, el Credit Suisse. Aquí se mezclaban ya muchos factores.
"Creo que tanto las autoridades estadounidenses como las suizas han reaccionado muy bien y con mucha agilidad", opina una analista. "La clave están en cómo se resuelvan estos casos", sostiene Carrascosa. Europa, por mucho que se repita a sí misma que está a salvo, no ha podido evitar que la sensación de peligro pase factura en el terreno bursátil: la bolsa española se ha dejado un 6% en la semana con los bancos liderando esos retrocesos.
En el caso de Estados Unidos muchos apuntan claramente a un fallo de supervisión. Se consideró que entidades regionales como el ya archiconocido Silicon Valley Bank no eran tan grandes como para tener que presentarse a todos los controles de riesgo. "Quedaron fuera de algunas regulaciones las entidades de menor tamaño y eso claramente es un fallo", explica una economista.
Una supervisión más férrea se basa en preguntar un montón de: ¿qué pasaría si... ? Los modelos de los bancos hacen los números, escupen los datos y se supone que, si todo está bien hecho, esa información proporciona la señal de si hay o no peligro a la vista. El SVB no estaba obligado a publicar algunas de estas métricas. La más relevante en este caso era: ¿qué pasaría si de repente subieran mucho los tipos de interés en muy poco tiempo --que es precisamente lo que ha pasado--?
Muchos se pierden en esta parte de la historia. ¿Qué pintan los bonos en esta crisis? El SBV tuvo que vender mal muchos bonos/inversiones de manera apresurada para atender las peticiones de retirada de dinero de sus clientes (en parte motivadas por la propia subida de tipos de interés). Eso fue lo que le hundió.
Pensemos ahora en el banco como si fuera un sastre que decide confeccionar pantalones anchos palazzo. Son un clásico, una apuesta segura. Pero resulta que, de repente, la gente solo quiere los modelos estrechos porque la editora de turno del Vogue ha dicho que ahora toca eso. ¿Qué ocurre? Que si el sastre va a vender el ropero a una tienda le van a dar poco dinero por algo que no se estila. Pero si espera, sabe que volverán a llevarse y no perderá dinero.
Lo que le ha ocurrido al SBV es que no ha podido esperar y se ha visto forzado a malvender sus inversiones a largo plazo. Eso le ha generado unas pérdidas inasumibles. Los palazzo son bonos de hace unos años --cuando la deuda pagaba pocos intereses--. Ahora hay deuda que paga mucho más --los pantalones pitillo-- porque los tipos de interés han subido --el editor del Vogue es el banco central--.
La culpa, entonces, es de quien ha decidido cambiar la moda. ¿Es que no sabía que iba a provocar este desajuste en los roperos de los bancos? Sí, y se supone que ese riesgo se controla mucho mejor en Europa que en Estados Unidos. Los niveles de exposición de las entidades europeas a las posibles pérdidas derivadas de una venta apresurada de la cartera de palazzos serían asumibles, indican los expertos.
Sabiendo todo esto, el BCE decidió meter más presión subiendo medio punto los tipos de interés. No había ninguna contradicción en esta decisión, se argumentaba. "No hay ninguna disyuntiva entre estabilidad de precios y financiera", sostenía Lagarde. Las herramientas para cada caso son diferentes.
En caso de apuros, el BCE estaría dispuesto a comprar un montón de bonos palazzo y proporcionar así dinero a los bancos sin que éstos incurran en pérdidas. Así funcionan las llamadas 'líneas de liquidez' para evitar llegar a terminar como el Silicon Valley Bank y sus otros compañeros.
Visto lo ocurrido en EE.UU. otra frase célebre resurge del pasado. La pronunció Alan Greenspan, expresidente de la Fed, cuando el Congreso le preguntó por la quiebra de bancos en 2008. "Hay un fallo en el modelo...", reconoció el otrora 'maestro'. Quince años después se ha detectado otro fallo en el mismo sistema que se intentó arreglar ya entonces. ¿Esta vez es diferente?