En España, seguimos con un problema estructural en el mercado inmobiliario. Hay zonas verdaderamente tensionadas y con los precios disparados. Esto está provocando situaciones muy complicadas como la de Andrea y Paula, que pagan un alquiler excesivo por un piso que se cae a trozos.
Hablamos de una precariedad habitacional disparatada ante la que poco ayuda el bono joven ofrecido por el Gobierno. El mejor ejemplo lo tenemos en Madrid, donde un cuarto pequeño y sin ventana supera los 500 euros. Hay trabajadores, sobre todo inmigrantes, que solo pueden alquilar literas o trasteros. Y, por si fuera poco, el tema no está exento de estafas en las principales ciudades del país.
Manu, uno de los jóvenes que buscan habitación en la capital española, denuncia la situación: "Los alquileres son abusivos. El precio de una habitación ronda los 550 ó 600 euros más gastos".
Antes era el refugio de quien no podía alquilar el piso completo, pero los precios se han disparado. Manu nos muestra a través del ordenador una habitación pequeña y que no dispone de luz natural alguna puesto que carece de ventana, publicitada en una web inmobiliaria por 535 euros.
Por ello, a veces hay que compartir con muchas más personas. "Luego también te encuentras pisos que van numerados por habitaciones, o sea, como si estuvieses en un hotel", asegura el joven.
Dado el momento que vivimos, los propietarios se deciden a reformar las casas con el objetivo de sacar más habitaciones. Jorge Hoyas, trabajador de una inmobiliaria en el madrileño barrio de Lavapiés, enseña una de esas viviendas.
"Era todo diáfano, no tenía dormitorios y se le añadió una habitación en la planta baja y otra en el altillo que se hizo para ganar un poquito más de amplitud", explica Jorge, subrayando que "si fuera de un dormitorio se habría alquilado en torno a los 650 euros y ahora mismo, con los dos dormitorios, ya rozamos los 900".
Y del alquiler de habitaciones pasamos al de literas. Vemos que piden hasta 900 euros por una cama doble y una litera o 160 euros por una simple litera. Es la única solución para muchas mujeres migrantes.
"Habitaciones pequeñitas de menos de 12 metros cuadrados donde hay literas para 4 ó 5 personas. Y ya no digamos en los casos más extremos de las compañeras que están alquilando trasteros donde no pueden ni cocinar ni ducharse", advierte Carolina Elías, miembro de SEDOAC, asociación en defensa de las trabajadoras del hogar. Una falta de vivienda barata que agrava la difícil situación de estas empleadas.