El principal obstáculo para medir la economía sumergida es, precisamente, que es sumergida. No obstante, distintos expertos y organismos se aventuran a calcularla utilizando diferentes parámetros de referencia.
Hace una década el ‘consenso’ de analistas daba por bueno que entre el 20% y el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) de España era economía en negro. En 2019, el último estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntaba a un porcentaje del 17,2%.
Pero en lo que coinciden la mayoría de expertos en la materia es que este porcentaje de economía no observada se ha reducido notablemente como consecuencia de la pandemia. Según las estimaciones de Friedrich Schneider, uno de los mejores expertos en la medición de este fenómeno y colaborador de este tipo de estudios para el FMI, en 2020 la economía sumergida cayó hasta el 11,2% del PIB. Son seis puntos menos (un 35% de caída) en un solo año.
Existen distintas aproximaciones al cálculo de la economía “en la sombra”, muchas de ellas a partir de datos tributarios, rentas no declaradas, fraude fiscal, etc. Pero los expertos en cuentas nacionales señalan que la mejor estimación se puede obtener a partir del empleo.
En este sentido, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital señaló a mediados del pasado mes de octubre que desde 2019 se había producido un afloramiento de empleo procedente de la economía sumergida de 285.000 afiliados a la Seguridad Social. De ellos, 250.000 serian asalariados y 35.000 autónomos.
Hay que tener en cuenta que una misma persona puede estar afiliada varias veces, porque tiene varios trabajos, o porque ha terminado un contrato y empezado otro. Pero si el análisis se elabora a través de los datos de ocupados de la Encuesta de Población Activa (EPA) sucede que una persona con varios empleos sólo se contabiliza una vez.
Por todo ello, es mejor hacer la aproximación con unidades más homogéneas, como las horas trabajadas.
La EPA que elabora el INE recoge todo tipo de horas trabajadas, tanto las de trabajos regularizados como las de empleos sumergidos. Por el contrario, las encuestas estructurales de empresas solo recogen empleo declarado.
Comparar las horas trabajadas de ambas operaciones nos ofrece una magnífica aproximación al cálculo de trabajo sumergido y su evolución. El problema es que el nivel de detalle público de los datos no permite una desagregación completa, que si disponen expertos como los contables nacionales, que pueden acceder a todos los microdatos.
Con esta limitación, NIUS ha analizado tres grandes sectores en los que se confirma claramente este fuerte descenso de la economía sumergida debido a la pandemia.
De forma conjunta, en estos tres sectores las horas trabajadas en negro se desplomaron un 32% en 2020 respecto a 2019, al pasar del 9,7% al 6,6%. Esta cifra es muy similar al 35% estimado por Schneider. Es decir, una tercera parte de la economía sumergida salía a la luz en solo un año.
En términos monetarios, esta reducción de la economía no observada supone unos 70.000 millones de euros que han aflorado. Pero no en el PIB, cuyo cálculo, al igual que la EPA, sí recoge estas actividades en negro. Sino en otras mediciones de economía legal, como los datos fiscales, lo que explica el fuerte incremento de la recaudación del Estado desde 2020.
Las razones de esta brusca salida a flote de dinero negro responden en su totalidad a la pandemia.
En primer lugar, la COVID-19 incrementó el peso de actividades como la sanidad o los servicios sociales, con gran peso del sector público y, por tanto, nula o escasa ocultación de empleo y rentas.
Además, sólo se podían recibir ayudas empresariales y prestaciones durante la pandemia en actividades regularizadas. Esto generó, por un lado, la desaparición de empleo en negro. Y, por otro, un inusual afloramiento de trabajo legal. Y, una vez normalizado un empleo, no es sencillo ni rápido volver a ‘sumergirlo’.
También influyó la ley antifraude, con prohibición de transacciones en metálico superiores a 1.000 euros y el límite de pagos en efectivo a 10.000 euros para los no residentes.
La caída del pago en efectivo contribuyó notoriamente. El temor al contagio con billetes y monedas disparó las operaciones con dinero electrónico, mucho más difíciles de ocultar al fisco, sobre todo las compras online.
En 2017 el volumen de pagos con tarjeta era similar a los realizados en efectivo. Tras la pandemia, era el doble. Un estudio de BBVA Research, basado en 3 billones de transacciones de particulares, constata esta situación.
Un tema recurrente desde la pandemia ha sido el ‘divorcio’ entre la evolución del PIB respecto del empleo y la recaudación fiscal.
La ocupación ha crecido a tasas superiores a la economía, impulsada por las ayudas y los ERTEs. Pero a partir de la segunda mitad de 2022 su crecimiento está siendo menor que el del PIB, lo que está ajustando este desacople.
En cuanto a la fiscalidad, la recaudación se ha visto muy beneficiada por este afloramiento de economía en negro y sus tasas han superado notablemente a las del PIB. Pero mientras que el PIB estaba midiendo la evolución de algo similar (una economía en blanco y en negro), los datos fiscales estaban comparando una recaudación legal de 2019 con otra un 35% superior en 2020 debido a este cambio de economía no observada a regularizada.
De hecho, si acudimos a una tercera fuente, como BBVA Research, no se aprecia apenas diferencia entre su medición del consumo de los hogares en tiempo real a partir de la información de tarjetas de crédito y la del gasto en consumo privado de las cuentas nacionales del INE.
Y ello es reflejo del efecto que ha tenido la pandemia en la caída de las transacciones en efectivo, con su consiguiente impulso a la recaudación fiscal y desplome del porcentaje de economía sumergida.
Esta diferencia entre las tasas de crecimiento del PIB y de la recaudación fiscal no sólo ha sucedido en España, sino en otros muchos países.
Con datos de la OCDE, la diferencia en las tasas de crecimiento anuales de los ingresos fiscales por IVA y el consumo de los hogares (que representa el 70% del PIB) han pasado de niveles cercanos al 0% en 2019 y 2020 a registros en el entorno del 10%, e incluso mayores en 2021.
En España, esta diferencia de tasas era casi nula en 2019 y 2020, para dispararse hasta el 9,9% en 2021. En países como Alemania e Italia el desfase supera el 13%, mientras que en los vecinos Francia y Portugal es algo menor que en España, pero también notorio al compararse con años anteriores.
Aunque aún no hay datos completos disponibles para comprobar que ha pasado en 2021 con la economía sumergida, los expertos apuestan porque ésta se haya incrementado algo.
Pero añaden que, aunque se recupere, la economía no observada se mantendrá aún lejos de los niveles de 2019 y más aún de la situación de años anteriores, cuando llegó a superar el 20% del PIB.