Luz, agua, Internet, alimentación... Vivir en pareja trae de la mano gastos en común y una de la formas más sencillas de hacer frente a estas gestiones es crear una cuenta bancaria común en la que ambas partes depositen dinero cada mes en la proporción elegida. Sin embargo, hay otras muchas opciones: es posible turnarse con los pagos, realizar transferencias para compensar a quien haya gastado más en un determinado periodo o simplemente enviar un Bizum por la mitad de cada pago que lleve a cabo la otra parte. Cuando se trata de manejar el dinero en pareja, ¿es mejor tener cuentas juntas o separadas?
Con las cuentas de la pareja ocurre como con el matrimonio: podemos elegir separar nuestros bienes y compartir solo ciertos gastos y bienes de la pareja, o bien definir una economía común, que vendría a funcionar como un régimen de gananciales. En este último caso, la idea es que todo el dinero que se ingrese forme parte de la misma economía, sin importar cuánto dinero gane cada parte de la pareja.
Lógicamente, para que se dé este escenario es imprescindible que tengas plena confianza en la persona con la que compartes tu vida sentimental y que hayáis establecido una serie de reglas previamente. También es recomendable protegeros legalmente creando unas reglas definidas. Aunque no estéis casados, es posible acudir a un notario y realizar un convenio en el que detallar el régimen económico deseado. Si luego se produce una separación, se repartirán los bienes según lo convenido (siguiendo el ejemplo de gananciales, se trataría de un reparto 50/50, independientemente de cuánto haya aportado cada cuál), disolviéndose la comunidad de bienes.
Mucho más sencillo, aunque también más desconfiado, es el caso de la separación de bienes: este modelo funciona, en lo esencial, del mismo modo tanto para parejas casadas como para parejas de hecho o para parejas no formalizadas. Consiste en que cada cuál mantenga su propia economía, si bien pueden existir determinados bienes en común. Si se diera una ruptura, simplemente habría que repartir los bienes comunes en la proporción en que pertenezcan a cada uno de vosotros, por ejemplo, a través de su venta y reparto de la liquidez obtenida. Es muy frecuente compartir hipoteca y vivienda, así como gastos del día a día (alimentación, consumos, viajes...).
En cuanto a la gestión del día a día, basta con tener una cuenta común para los gastos corrientes o incluso una cuenta de ahorro común: lo habitual es que ambos seáis titulares y que ambos realicéis aportaciones periódicamente y que, paralelamente, contéis con vuestras propias cuentas privadas. También podéis dar acceso y autorizar a vuestra pareja a operar con una cuenta personal.
Sea cual sea la opción elegida, es importante que ambas partes se encuentren cómodas con la situación y que todo se encuentre hablado antes de dar ningún paso que implique un mayor compromiso económico. También es recomendable convivir durante cierto tiempo antes de compartir economías para comprobar que la unión efectivamente funciona y tiene futuro.