La semana laboral de 4 días sin reducción de sueldo es una realidad en Bélgica. Aquí en España la han pedido los políticos de izquierda, los sindicatos y los trabajadores. Los empresarios son menos entusiastas -pendientes de los números en sus cuentas de beneficios y la productividad-, aunque en este rechazo hay algo de barrera mental que dura 70 años cuando se implantó la jornada de 40 horas a la semana. Ahora, la sociedad vive un "cambio de paradigma" que sería "el de vivir para trabajar al de trabajar para vivir".
Así lo explica el profesor de la Universidad de Comillas, doctor en Finanzas conductuales, Pedro César Martínez Morán, que habla de este cambio de paradigma que tiene mucho que ver con las nuevas generaciones, que se han ido incorporando al mercado laboral con otras expectativas y aspiraciones, diferentes a los trabajadores a los que le faltan 10 años para jubilarse.
"Estamos asistiendo al cambio de paradigma de vivir para trabajar a trabajar para vivir. Por primera vez en la historia hay cinco generaciones trabajando al mismo tiempo en las empresas y cada generación ha traído su propia visión de este paradigma. Esto está provocando que los objetivos y los principios vayan cambiando."
Es cierto que la flexibilidad laboral se ha ido extendiendo por el panorama laboral español, asegura este especialista: "ya hay infinidad de empresas que cuentan con horarios flexibles de entrada y de salida", incluso los convenios colectivos se van recogiendo aspectos relativos a una mejora de la vida personal y profesional. Sin embargo, es normal que "las personas con el correr del tiempo requieran mayor flexibilidad, autonomía del trabajo y unas condiciones que vayan mejorando. Es lícito pensar en mejorar y en trabajar en unas condiciones que les facilite llevar una vida personal más compatible", argumenta Martínez Morán.
Los datos dicen que el 55% de los trabajadores de la Generación Z, aquellos nacidos entre 1997 y 2015, espera que la semana de cuatro días se convierta en la norma, según una encuesta de la compañía Regus. Sin embargo, no todos podemos aspirar a trabajar menos horas, porque -por el momento- todas las actividades no lo permiten.
El profesor de Derecho Laboral en la Universidad de Valencia, Daniel Toscani Giménez, solo lo ve "viable en empresas tecnológicas y trabajos intelectuales con horario flexible en la que se trabaja por objetivos y se puede organizar y rendir lo mismo en cuatro días. La empresa sigue obteniendo el mismo resultado por el mismo dinero y todos contentos".
La implantación, que ahora impulsa el Gobierno con un proyecto piloto, no depende solo de la voluntad empresarial, porque existen otras actividades económicas a las que les será difícil o imposible adaptar su producción a solo cuatro días a la semana y no solo por una cuestión de números, asegura Toscani Giménez.
Podrán hacerlo "sólo en algunas empresas de valor añadido con objetivos y horario flexible no para la mayoría de las empresas en las que trabajar un día menos le supone a la empresa tener que contratar a alguien más y hay trabajos en los que no se puede imponer, por ejemplo, en el comercio, donde las empresas deben abrir 6 días a la semana y tener un horario cara al público."
Para este experto, que se ha convertido en un 'influencer' de Derecho Laboral en redes con más de 60.000 seguidores, una peluquería o una tienda, para adoptar la semana de 32 horas tendrían que "contratar a más gente para cubrir los días que no trabajen sus trabajadores, con lo cual incrementaría sus gastos."
Este es "un debate interesantísimo al que conviene poner mucha atención", advierte Martínez Morán, porque implantar una semana de 32 horas "no tiene una respuesta única, ni fácil"; "supone romper con un viejo paradigma que está entre nosotros desde hace aproximadamente 70 años". Este estudioso del tema, recuerda que hace unos años "cuando Francia implantó la jornada de 35 horas a la semana no tuvo demasiado éxito y ahora estamos hablando rebajar otras tres horas".
Los experimentos sobre la jornada de 32 horas han demostrado un aumento de la productividad, las familias podían conciliar por lo que estaban más felices, además ahorraban en gastos para cuidar a sus hijos, en transporte y disponían de un extra de dinero de más de 3.000 euros al año. Como si les subieran las nómina a los trabajadores ¿Parece bueno para todas las partes? ¿Por qué desde la patronal no parecen entusiastas?
El profesor habla del momento actual con una inflación disparada, que no todas las empresas están en condiciones de asumir y del espejismo que pueden reflejar los estudios. "No es una medida fácil de poner en práctica ahora mismo. Quizá del lado empresarial se tenga miedo por la cesión de ocho horas menos a la semana que en un principio tenga un éxito y un calado y que no se mantenga esta productividad en el tiempo."
"La duda es perfectamente lícita", asegura y apunta que "el punto crítico es el aumento de la productividad puesto que lo mismo que hacemos en 40 horas tendríamos que hacerlo en 32. Tendremos que hacer más en menos. Ese es el examen que tendremos que aprobar todos los trabajadores".
Las respuestas para este dilema, según Toscani Giménez son dos: "el trabajador pierde dinero, no quiere; si la empresa se encuentra con que trabaja 4 y paga 5, no quiere. Si lo paga el Estado a través de subvenciones a la empresa, para proyectos piloto, como está haciendo ahora ´muy bien´, pero si tienes que pagar a todas las empresas", resulta "muy caro para el Estado y no es viable", algo que asegura ya "pasó en Francia que se tuvo que dejar porque le salía muy caro al Estado subvencionar a todas las empresas y solo lo mantuvo para los funcionarios."
Pero...aparte de los empresarios, estamos nosotros, eternos consumidores que siempre queremos las zapatillas que compramos por internet nos las traigan a casa al día siguiente; y el súper y las tiendas abiertas todos los días para no ser como en Bilbao, que los trabajadores descansan los domingos. ¿La sociedad española está preparada para esta fórmula?
"El cambio de mentalidad debería ser de toda la sociedad no solo de las empresas. Es decir cuando le digas a la sociedad que los viernes no puede ir a comprar a las tiendas porque van a estar cerradas y tendrá que comprar por internet que lo acepte de buen grado", afirma el profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Valencia, Daniel Toscani Giménez.
Su colega, de la Universidad de Comillas pone de ejemplo "la célebre jornada de 9 a 5 del mundo anglosajón" y que ya "algunos autores están poniendo en duda". ¿Se mantendrá la jornada de 9 a 5? Posiblemente no. Dependerá de si las empresas son capaces de mantener su ritmo de producción y de prestación de servicios, porque estamos hablando desde el punto de vista del trabajador, pero el trabajador también es cliente. El cliente también se está adecuando a que le presten un servicio a cualquier hora del día y para tener eso se necesita cubrir casi toda la franja horaria. "
La tecnología prometía darnos mejor vida, librándonos de los trabajos pesados y repetitivos; al fin han llegado los robots, las máquinas acelerando los procesos productivos y multiplicando los beneficios de las empresas. La automatización son una realidad en fábricas, pero también en supermercados y en tiendas... ¿No sería tan descabellado reformular el trabajo humano y dedicar más tiempo a nuestras vidas, gracias a esta oportunidad que nos dan las máquinas? Quizá se traduciría en menos bajas médicas, menos ansiolíticos, más natalidad.
"El primer convenio internacional que se firma en la Industria en 1919 era de 48 horas a la semana seis días 8 horas al día, luego hay un reajuste en 1935 y pasamos a 40 horas a la semana, tenemos la otra referencia en el año 2000 de Francia de 35 horas a la semana. Lo que si parece es que la tendencia a la progresiva reducción de la jornada de trabajo en el mundo" al mismo tiempo que subraya que "se han ido mejorando los medios de producción y elevando el conocimiento de los trabajadores." Todas las empresas que sean capaces de poner en práctica "estos ingredientes de mejoras" serán las que consigan atraer mayor talento".
Qué pasaría si el Gobierno se lanzara a imponer la semana laboral de 4 días en un mercado laboral mayoritariamente de pequeñas y medianas empresas. El profesor Toscani me pone un ejemplo de lo contraproducente de alejarse del diálogo y la voluntariedad.
"Peluquería, de una autónoma y un trabajador de lunes a jueves. Clienta le llama para que le haga el pelo el viernes ¿qué va a hacer? ¿contratar a un trabajador? No, lo va a hacer en negro."
"Sí, claro, podríamos imponer una semana de 4 horas por Ley y obligar a las empresas a mantener el salario, pero ten en cuenta que el 80% de las empresas españolas no son multinacionales, son autónomos con 2 o 3 trabajadores. Si se lo impones al bar de la esquina o a la peluquería del piso ¿qué va a hacer? No va a querer y eso significaría "trabajo en negro. Economía sumergida".
En opinión de Pedro César Martínez Morán cualquier movimiento en este sentido hay "que hacerlo desde el diálogo social. Dada la complejidad del asunto, los intereses que hay en juego y los matices, cuanto más acuerdo posible haya, será mejor para todos".