El lenguaje del presidente Macron fue ofensivo en su claridad. Rescató una frase de su antecesor De Gaulle para comparar con las locas "cabras pirenaicas" a aquellos líderes como el alemán Scholz y el español Sánchez que se obstinan en resucitar un proyecto enterrado hace tres años por ruinoso: la continuación del gasoducto conocido como MidCat porque uniría Cataluña con la región del Midi francés. Scholz lamentaba que el Midcat no se hubiera terminado para poder así recibir gas desde España vía Francia ahora que Berlín se queda sin el suministro ruso que suponía el 55% de sus importaciones. El sonoro 'non' de Macron no es una pérfida puñalada francesa a una iniciativa que Sánchez había pillado al vuelo para presentar a España como gran reserva de gas europea, Bruselas también se ha puesto de perfil y los expertos consultados por NIUS coinciden en ver escasa viabilidad al MidCat, ni siquiera en su versión recortada de 450 millones de euros frente a los 3.100 millones del proyecto original.
En 2019 los reguladores de Francia y Alemania se opusieron al MidCat porque no había demanda de las comercializadoras del gas, porque la conexión existente apenas se utilizaba y porque la inversión era elevada. “Se trata de un proyecto ruinoso que no tiene ningún sentido”, dijo en entonces la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera en el Congreso al comentar la negativa de los reguladores.
“Lo que dice Macron es cierto”, señala Jesús M. Valdaliso, catedrático de Historia e Instituciones Económicas del País Vasco. “La interconexión que ya tenemos apenas se utilizaba hasta ahora. Cuando los reguladores vieron los datos y lo que había que invertir llegaron a la conclusión de que el MidCat no tenía justificación”.
“La utilización histórica media de los dos gasoductos, el de País Vasco y el de Navarra, ha sido de un 53%”, dice Julio Balana, experto en mercados energéticos del Consejo General de Ingenieros Industriales. “Se empezó a exportar más con la guerra, porque había que aumentar las reservas, pero, por ejemplo, en agosto lo que ha hecho España es importar gas de Francia”.
“Francia es un país con una red gasista bastante débil”, apunta Jacinto Lobo, consejero de Barbo Renovables y del Círculo de Energía de Kutxabank. Sólo tiene un gasoducto directo a Alemania, el resto son conexiones indirectas vía Bélgica, Suiza o Italia. “Son los gasoductos más saturados. El de Bélgica a Alemania ha estado al 90% de ocupación en agosto y los que pasan por Suiza e Italia al 80%”, dice Julio Balana. No valdría de mucho enviar más a Francia si este país no tiene capacidad para bombearlo al centro de Europa. Son los cuellos de botella para enviar el gas al centro de Europa, donde están los grandes consumidores. “Francia debería invertir miles de millones para llevar todo ese gas hasta el centro de Europa”, añade Balana.
Europa se ha marcado el objetivo de cero emisiones en 2050. Una reducción drástica de las emisiones de los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y también el gas. “No tiene mucho sentido hacer inversiones nuevas en combustibles que en 2050 tienen que desaparecer”, argumenta Jacinto Lobo. “Esas grandes inversiones tardarán 30 años en recuperarse, porque los permisos de construcción llevarán otros cinco o diez años. No tendrías esa viabilidad del gasoducto hasta 2030 y te quedarían 20 años para rentabilizarla”. Aun así, Lobo subraya que el gas seguirá siendo clave en la transición energética porque funciona como energía de reserva del sistema eléctrico cuando no hay suficiente generación eléctrica de fuente renovable.
Sánchez cita el hidrógeno verde para justificar ahora una obra que no suscitaba hasta hace bien poco entusiasmo en su Gobierno: invertir en un nuevo tubo para el gas estaría justificado porque en el futuro serviría para transportar hidrógeno verde, un combustible no contaminante que se genera a partir de la electricidad de las renovables. Macron se ha mostrado escéptico.
“Es una entelequia. Por la red gasista solo puedes meter un 12% de hidrógeno verde sin hacer refuerzos ahora mismo. Es un gas muy autoinflamable. No se puede quemar en una turbina de gas. Tiene sentido producirlo donde lo vas a consumir y usarlo en la industria química, en los barcos o en el ferrocarril no electrificado”, dice Jacinto Lobo.
“Se podría diseñar un tubo específicamente para transportar hidrógeno, no es un problema técnico. Lo que pasa es que es más eficiente exportar la electricidad generada con hidrógeno verde que exportar el gas”, señala Julio Balana. Jacinto Lobo también insiste en que lo prioritario es mejorar la interconexión eléctrica con Francia que actualmente es muy baja: "Con Francia sólo intercambiamos un 3% de la energía eléctrica que se comercializa en España".
España cuenta con seis plantas que reciben el gas natural licuado (GNL) de los buques metaneros y lo convierten de nuevo en gaseoso. Las plantas españolas de GNL suponen un tercio de toda la capacidad de regasificación de Europa. Alemania no tenía ninguna hasta la fecha y confiaba exclusivamente en lo que le llegaba por gasoducto. El Gobierno español exhibe sus plantas de GNL como reserva de Europa, pero qué pueden aportar al resto del continente si no hay grandes tubos para enviarlo.
A los expertos les parece más factible que Alemania y otros países construyan sus plantas de GNL –los alemanes ya lo están haciendo- a que se embarquen en la siempre problemática construcción de un gasoducto que necesita el visto bueno de terceros países. “Una planta de regasificación es sin duda mucho más barata que hacer el gasoducto MidCat. Son inversiones más asumibles y más fáciles de hacer porque sólo dependen de ti, no de otros países como los gasoductos”, explica Valdaliso.
Desde hace décadas, Francia apostó muy fuerte por la energía atómica. París quiere rentabilizar sus inversiones nucleares. “A Francia no le interesa crear un camino de gas desde España a Alemania para que lo puedan quemar allí y producir su propia electricidad. Le interesa producir su electricidad y vendérsela a Alemania”, dice Julio Balana.
Como alternativa al MidCat, se ha hablado de construir un gasoducto bajo el mar de Barcelona a Livorno que conecte allí con la red italiana y europea. Los expertos consultados por NIUS tampoco le ven sentido. “Sería para enviar gas argelino, porque para enviarles nuestro GNL les sale mejor construir una planta de GNL en Italia”, dice Jesús M. Valdaliso. “Otra entelequia”, comenta Jacinto Lobo. “Italia ya tiene dos importantes conexiones con Argelia”. “Saldría muchísimo más caro que el MidCat, son 700 kilómetros de gasoducto submarino. Le sale más barato hacer plantas de GNL”, apunta Julio Balana.