A pesar de la guerra, del meteórico crecimiento del precio del gas, de los históricos niveles de inflación y todas las enormes incertidumbres que rodean a la economía, la zona euro consiguió acelerar su crecimiento en el segundo trimestre del año. El avance del PIB se situó en el 0,6%, según las cifras de Eurostat, una décima más que en los primeros tres meses del año.
Por países, España fue uno de los que mejor comportamiento tuvo. El PIB español subió un 1,1%, frente al 0% que se registró en Alemania o el 0,5% en Francia. No es el dato más elevado, ya que la economía sueca, por ejemplo, creció un 1,4%.
El Gobierno español ha destacado que nuestro crecimiento casi duplica al de la media de la zona euro (1,1% versus 0,6%). El departamento de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha resaltado que además de la cifra del segundo trimestre, la evolución del PIB de España es "más favorable" que la del conjunto de Europa: en variación trimestral el PIB de España ha acelerado "significativamente" su crecimiento, frente al mantenimiento en la Unión Europea.
Sin embargo, más de dos años después, nuestro país sigue sin recuperarse del todo del golpe que supuso la pandemia. Es la única de las grandes economías de la zona euro que no ha conseguido volver a los niveles precovid. El PIB todavía se sitúa un 1,7% por debajo de esa referencia. Alemania, Francia e Italia han recuperado las cifras de 2019.
Italia, al igual que España, estaba algo rezagada en esta recuperación, pero con el acelerón de crecimiento registrado entre marzo y junio ya ha logrado situarse en niveles de PIB del año 2019.
Lo más complicado para las economías todavía no ha llegado en esta crisis energética. En invierno, el momento de mayor consumo de gas, será el que marcará las cifras de actividad en muchos países y quizá de manera más diferencial. La Comisión Europea ha pedido a todos los países que se preparan para para reducir en un 15% el consumo de gas llegado el momento de máxima alerta. En el caso de España el recorte pactado será solo del 7%.
"Vienen curvas", aseguraba la ministra de economía española hace unas semanas. Un anticipo de esa desaceleración que está por llegar se empieza a reflejar en algunos datos: pedidos industriales, confianza de los consumidores, ventas minoristas....Estados Unidos entró en recesión técnica tras registrar dos trimestres de crecimiento negativo. Si no hay un giro de guión en el último momento, es bastante probable que ocurra lo mismo en algunos países europeos y sobre todo, en Alemania, en la segunda parte del año.
La locomotora europea es el epicentro de las preocupaciones de los expertos. Su modelo económico, muy dependiente del gas barato procedente de Rusia, está bajo una enorme presión. España contará a su favor con la vuelta del turismo extranjero este verano, ya casi en niveles prepandemia. Este gasto es posible que compense el menor dinamismo del consumo de las familias. La inflación ha reducido el poder adquisitivo de los hogares, la subida del euribor se traducirá en mayores letras de la hipoteca y la incertidumbre sobre el futuro más inmediato sigue sin despejarse.
Si además Alemania entra en recesión, será complicado esquivar los efectos de esta ola. El Ejecutivo asegura que está tomando todas las medidas para tratar de contener este posible contagio, pero también es cierto que las economías están muy interconectadas. Lo que parece claro es que ya no será 2022 como se esperaba sino 2023 cuando el PIB se recupere totalmente de los estragos de la pandemia. La guerra en Ucrania y sus efectos ha vuelto a retrasar esta especie de alta por covid de la economía española.