Tras un primer tiempo sin goles y con dominio de España, el segundo ha comenzado con una imagen inédita. La de un árbitro anulando un gol cuando lo había celebrado hasta el apuntador. Griezmann en el minuto dos de la reanudación enviaba de cabeza el balón a la red y cuando a la retransmisión le había dado tiempo a lanzar varias repeticiones el árbitro de vídeo ordenaba dar marcha atrás a la euforia. Fuera de juego. Una decisión inédita en un partido de este calibre, que solo era el aperitivo de lo que vendría.
Apenas unos minutos después, penalti a Deulofeu, que había salido en el segundo tiempo desde el banquillo. Los defensa franceses, como es habitual, protestan. Pero lo hacen de una manera peculiar. Pidiendo el comodín de la llamada. El árbitro les indica que estén tranquilos, que está consultando con los de arriba, aunque en esta ocasión no hubo corrección, y desde el primer momento parecía que lo tenía claro.
Último momento, quizá el que más ha ilusionado a los aficionados que claman por introducir ya la tecnología. Una cosa es que den por bueno un gol que no era. Pero cuando te quitan uno que sí es… es la antítesis del fútbol. Pues eso ha sucedido. El linier ha marcado fuera de juego de Deulofeu con el banderín, ante lo que suponía el 0-2 de España. El árbitro, en lugar de reanudar el juego, ha ordenado esperar unos segundos mientras tiraba de conexión inalámbrica para pedir ayuda. Efectivamente, el ojo que todo lo ve descubría que el jugador español estaba en posición correcta.
Quizá lo más inaudito y positivo de las tres escenas vividas en el amistoso entre Francia y España es la escasa voluntad de protestar de los jugadores una vez asumida la decisión del tecnológico oráculo. Como si esa autoridad, casi incorpórea a pie de campo, fuera la primera sobre un terreno de juego que no discute nadie. Será por la novedad. Seguramente no tardaremos en ver protestas airadas al cielo de las gradas o a los cables de la televisión.