Además del palmarés, los partidos de más cinco horas, las lecciones de educación, trabajo y constancia y la humildad con la que gana los títulos, si hay algo que los fans de Rafa Nadal echaran de menos del manacorí son sus tics. No hay otro tenista en el mundo que, antes de cada punto, lleve a cabo un ritual tan irreverente como el de este flamante ganador de 22 Grand Slam. Nadie sabe si sus manías - que van desde quitarse el sudor de la nariz a colocar las botellas de agua simétricamente perfectas - han tenido algo que ver en la providencia de su carrera, pero el torneo de Málaga será el último escenario en el que podremos verlos.
Después de una larga temporada de renuncias y lesiones, y de no haber podido pasar de la primera fase de su último Roland Garros en su cruce con Zverev, Nadal anunció el pasado 10 de octubre su retirada definitiva del tenis profesional. La final de la Copa Davis será su último torneo, en el que jugará además, con su amigo y compañero Carlos Alcaraz. Desde el 19 de noviembre hasta el 24, sus fans esperan con ilusión a verle jugar hasta el final, con sus épicas remontados, sus "¡vamos!" y sus infinitas manías.
La secuencia de Nadal es siempre la misma: antes de sacar, pide tres pelotas, las mira, las testa y devuelve una. Limpia la línea de fondo, se sacude él también las zapatillas, bota la pelota, se coloca el calzoncillo (ésta es una manía que no ni él mismo se ha podido quitar) y se pinza la camiseta en el hombro izquierdo y el derecho. Después, se toca la nariz, una oreja, la nariz de nuevo y la otra oreja, que quedan libres de sudor. Y, entonces, y sólo entonces, se dispone a sacar. Todo esto dentro de los 20 segundos que cada jugador tiene disponibles antes de que les piten el warning.
A medida que su leyenda crecía, estos tics fueron aumentando en número y extravagancia. Porque, siendo tan correcto y educado en el trato, tanto dentro como fuera de la pista, para todo espectador era y es muy raro verle cómo se saca el calzón de la rabadilla siempre que se enfrenta al servicio. Sin embargo, es un gesto involuntario que no puede evitar y que, después de tanto tiempo, se ha normalizado como parte de su esencia tenística.
Esto en cuanto al tiempo de juego se refiere. Porque en los descansos, esos tics o tocs, que él asegura no tener en su día a día, no desaparecen. Al salir de la pista, es habitual ver a Nadal caminando sin tocar las líneas blancas de la misma, al más puro estilo As Good As It Gets (Mejor imposible) o colocando las botellas de agua con las que se refresca de forma estrictamente simétrica. Un gesto que siempre llama la atención de las cámaras y que demuestra el nivel de concentración y autoexigencia con el que juega.
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