La imagen de Elena Congost ayudando a su guía y perdiendo la medalla de bronce en la prueba de maratón de la clase T12 de los Juegos Paralímpicos de París ha dado la vuelta al mundo. Esta imagen no solo es un símbolo de solidaridad que ya ha destacado en estos últimos juegos paralímpicos, sino que también ha reflejado el gran vínculo que se forma entre un atleta invidente y su guía. Informan Juan Tejón y Rocío Martínez
Esta historia también se ve reflejada en el caso de Gerard Descarrega, a quien a los 18 años una enfermedad le fue dejando ciego paulatinamente y le hizo depender de un guía o de un perro guía durante el resto de su vida. Aún así este joven, ha tenido la oportunidad de ganar dos oros paralímpicos en 400 metros, algo que no ha podido repetir dado que este año se encontraba lesionado, concretamente tenía el tendón de Aquiles destrozado por completo. Se lesionó justo siete meses antes de la cita de París.
Sus entrenamientos son intensos; una cuerda le une a su compañero, especialmente en las pruebas más larga donde hay curvas. Su guía José María Marvizón, tiene buenas y honestas razones para las que desempeñar este trabajo, ya que su padre también es discapacitado visual.
Sin embargo, un compañero de este nivel, no solo debe adoptar motivación, sino que para sacar lo mejor del atleta, el guía debe adaptarse a la manera de correr y seguir los mismos pasos y velocidad que la del deportista.
Gerard ya fue descalificado por el mismo motivo que Elena Congost recientemente, ya que perdió la cuerda que le unía con su guía y ambos fueron descalificados. Aunque este gesto no sirvió para que dejasen su pasión atrás.
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