Lamine Yamal, Nico Williams, campeones de Europa con España el pasado 14 de julio, o Carlos Alcaraz, otra vez campeón de Wimbledon ese mismo día, son hoy ejemplo de deportistas de élite que han llegado a la cima siendo muy jóvenes; una situación que les exige saber gestionar todos los cambios para aferrarse a la realidad y mantener los pies en la tierra para continuar centrados. En ello, los expertos coinciden: la clave está en la familia y en su entorno.
“Estos jóvenes disfrutan con lo que hacen y para ellos el éxito no es una portada, ni los millones de euros, ni un fichaje... el éxito es superarse a ellos mismos, ser mejores”, apunta, en declaraciones a EFE recogidas en un texto de Ana Soteras, el psicólogo Pablo del Río, pionero en España en esta disciplina aplicada al deporte y asesor del Comité Olímpico Español.
Tan solo un día antes de la final ante Inglaterra, en la que la selección española comandada por Luis de la Fuente se impuso con una victoria por 2-1, Lamine Yamal cumplió 17 años. En el torneo continental fue considerado el mejor jugador joven, mientras su compañero Nico Williams también celebró su 22 aniversario en el torneo celebrado en Alemania, el pasado viernes 12 de julio.
Ambos forman un tándem que ha contribuido al triunfo de España en esta competición y que ha traspasado el terreno de juego por su complicidad y por sus historias personales, y ambos han nacido en familias inmigrantes que han luchado para salir adelante.
“Tienen un contexto de superación, de esfuerzo, de madurez, de vivir cosas que otros no han vivido y gracias a eso son más fuertes mentalmente. Mientras no pierdan de vista su identidad y no olviden de dónde vienen todo eso les va a ayudar”, señala a EFE el psicólogo deportivo David Llopis, director del máster de Psicología del Deporte de Florida Universitaria.
Carlos Alcaraz también es ejemplo de haber llegado alto en el tenis siendo muy joven. Con 21 años acaba de ganar, por segunda vez consecutiva, el torneo de Wimbledon de Londres, además de otros dos Grand Slam.
“Es gente sencilla que naturaliza el éxito, pero nosotros somos los que los ensalzamos. Desde los medios de comunicación y desde la sociedad les endiosamos y les otorgamos unos valores que no son exclusivos del deportista; hay otras muchas profesiones, desde un cirujano a un bombero, que tienen sus responsabilidades”, explica Pablo del Río, antes vinculado al Consejo Superior de Deportes.
Por su parte, el psicólogo David Llopis considera que el concepto que cada deportista tenga del éxito condicionará la forma de vivir los logros: “Es importante que definan quiénes quieren ser, en qué tipo de personas se quieren convertir con los años, qué legado quieren dejar en el deporte…”.
Cuando tocan el cielo del triunfo en edades tan tempranas es necesario, según lo expertos, que la familia sea la que les mantenga anclados con los pies en la tierra, aunque en ocasiones es también el propio entorno el que se sube a la nube de euforia.
“El problema no son ellos, el problema es la familia, los amigos, los directivos…”, advierte Pablo del Río.
El psicólogo relata que ha tratado a deportistas con las ideas claras pero que se ha topado con unos padres con unas expectativas muy altas que les crean “una presión añadida”. Esto hace que muchos se queden por el camino: “No es que no sepan manejar el éxito, es que no saben manejar el posible éxito”.
En el otro extremo cita el ejemplo del tenista Rafael Nadal: “Uno de sus mayores éxitos ha sido su familia que le ha puesto en su sitio para que no se crea superior a nadie”.
David Llopis, que atiende en su consulta privada a deportistas profesionales, subraya que el contexto familiar tiene que ejercer de referente.
“Los padres deben seguir acompañando en ese camino de convertirse en adultos, de maduración, estando cerca, poniendo límites pero también entendiendo que son personas que ya tienen su autonomía económica”, indica.
A ese respecto, considera que es un riesgo enfrentarse a una nueva vida fuera del campo de juego, con disponibilidad económica y oportunidades de entretenimiento social, pero también el alto nivel de exigencia de los entrenamientos, de los viajes, de las concentraciones pueden alterar las relaciones con familia, pareja o amigos de toda la vida.
“El deportista necesita momentos de desconexión con el deporte” y relacionarse con los suyos que son quienes le ayudan a conectar con él mismo y con sus orígenes, asegura Llopis, también autor de “Psicología y fútbol”.
Por su parte, Pablo del Río, que atiende a algunos de los participantes de España en los Juegos Olímpicos de París, explica que el deportista de élite tiene “una mentalidad diferente” al resto de la sociedad.
“Trabajan -añade- para ser mejores cada día, tienen una competencia interna, no externa”.
Así, el experto cree que Lamine Yamal juega en el campo de fútbol como lo hace “en el patio del colegio” y expresa sus emociones en cada jugada, igual que hace Alcaraz en la pista: “Están disfrutando porque están jugando consigo mismos, no de cara a la galería”.
Pero, advierte, es importante que, más que el éxito, manejen la presión: “Ellos pueden crear su propia autopresión pensando que lo tienen que ganar todo. Cuando uno admite que puede perder está más cerca del éxito”.
Los dos profesionales destacan la necesidad del asesoramiento psicológico regular para preservar la salud mental de los deportistas.
“Que uno mantenga los pies en la tierra, que mantenga la calma, eso es salud mental. Es importante que el deporte lo utilicemos en beneficio del desarrollo de las personas, si son más competentes ofrecerán mejor rendimiento”, concluye David Llopis.
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