Cómo limitar el riesgo de la descompresión en el buceo
Se considera una enfermedad sistémica, cuya sintomatología está en función de la gravedad de la lesión y de la localización del fenómeno aeroembólico
La práctica del buceo, por sus peculiaridades, requiere de normas bien definidas que favorezcan una práctica segura
Los especialistas aconsejan que las personas que buceen se sometan a una valoración previa y, a ser posible, a un reconocimiento médico para el desarrollo de esta actividad
Con el inicio del verano se incrementan las prácticas relacionadas con el mundo acuático como la natación, el snorkel o el buceo, una actividad, esta última, que cada vez tiene más adeptos, cifrándose en alrededor de seis millones las personas que lo practican a nivel mundial, según datos recogidos por DEMA (Diving Equipment & Marketing Association). En cuanto al género, el 63% de los buzos son hombres, mientras que las mujeres corresponden al 37% de esta población, cifras publicadas en el documento 2021 Worldwide Corporate Statistics.
El buceo es el acto por el que el ser humano se sumerge en el agua, mar, lago, río, etc, con o sin ayuda de equipos especiales. Una práctica de riesgo que conlleva, entre otros, trastornos relacionados con las variaciones de presión, como la enfermedad por descompresión, causada por la comprensión y descompresión de los gases contenidos en el cuerpo durante el descenso y el rápido ascenso durante el buceo.
Son varias las leyes físicas que están muy presentes en la práctica del buceo, como la Ley de Boyle. El doctor Antonio Planas del Servicio Anestesiología y Reanimación, perteneciente al madrileño Hospital Universitario de la Princesa, señala que esta ley explica que, “con una temperatura constante el volumen de un gas varía de forma inversamente proporcional a la presión. Esto quiere decir que, cuando un buceador hace una inmersión se somete a un incremento de presión (a más profundidad, más presión) y, por tanto, el volumen del gas en el interior de sus pulmones cada vez es menor”. Si el buceador emerge del agua progresivamente, haciendo las pausas recomendadas, las presiones y los volúmenes en su organismo se compensan fisiológicamente, y “no se genera ningún tipo de patología, ni síntomas”. En cambio, si el buceador asciende a la superficie de forma precipitada (por ejemplo, por un problema técnico en su equipo o por sufrir una crisis de ansiedad), “habrá una disminución brusca de la presión y por tanto un incremento de volumen del gas en los pulmones, pudiendo generar un trauma e incluso rotura pulmonar, potencialmente mortal”, agrega este especialista. Asimismo, el doctor Ricardo Navarro del Servicio Anestesiología y Reanimación del Hospital Central de la Defensa “Gómez Ulla” de Madrid asegura que esa disminución brusca de presión hace que “el aire pueda abrir comunicaciones entre el circuito de sangre arterial y venoso, que se encuentran normalmente cerradas, ocasionando paso de aire a la sangre y un embolismo gaseoso”.
La enfermedad descompresiva se considera una enfermedad sistémica, cuya sintomatología está en función de la gravedad de la lesión y de la localización del fenómeno aeroembólico (burbujas de nitrógeno). La doctora Marta López Sánchez, jefe de Sección de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, clasifica la patología de tipo 1 y 2. “En la enfermedad descompresiva tipo 1 se produce dolor musculoesquelético y dolor cutáneo leve con picazón y erupciones cutáneas. En el tipo 2, la forma más grave, aparecen manifestaciones neurológicas, del oído interno y cardiovasculares. La sintomatología neurológica puede consistir en entumecimiento, hormigueos, debilidad muscular, dolor de cabeza, mareos, alteración de la marcha y cambios en el estado mental entre otros. Además, esta enfermedad puede provocar secuelas como depresión y alteraciones de la memoria”, apunta la doctora López Sánchez.
El principal tratamiento para el manejo de esta enfermedad en buceadores es la utilización de la cámara hiperbárica. La terapia hiperbárica permite someter al paciente a unas condiciones de presión determinadas en el tiempo para que su organismo recupere la misma situación fisiológica que presentaba durante la inmersión realizada y de esta forma pautar un ascenso programado, con las paradas que fuesen necesarias para equilibrar las presiones y de esta forma eliminar los síntomas producidos por la enfermedad de descompresión. El doctor Ricardo Navarro señala que “el paciente se introduce tumbado o sentado en la cámara metálica que dispone de unos sistemas de válvulas situadas en el exterior que regulan la presión generada en el interior de la cámara. Algunas tienen una esclusa para depositar medicación o comida para el enfermo, porque el tratamiento puede durar horas”. A la hora de realizar una inmersión, sostiene este especialista del Servicio Anestesiología y Reanimación del Hospital Central de la Defensa “Gómez Ulla”, “es necesario tener un buen conocimiento teórico, un adecuado entrenamiento y conocer dónde se encuentra la cámara hiperbárica más cercana, cuánto tiempo se tarda en llegar a ella y su disponibilidad. Los servicios de emergencia deben saber esta información, pero, en ocasiones, la práctica de buceo se realiza sin poder emplear un teléfono móvil con el que alertar a una unidad médica o en países que no disponen de esta capacidad”.
La práctica del buceo, por sus peculiaridades, requiere de normas bien definidas que favorezcan una práctica segura. Unas condiciones de seguridad que se han visto reforzadas con la aprobación del Real Decreto 550/2020, de 2 de junio, sobre actividades de buceo. El texto define la modalidad de buceo recreativo como “aquella que puede tener por finalidad el deporte no competitivo, la diversión, el recreo, el pasatiempo o el ejercicio físico”. Además, continúa el Real Decreto en su artículo 8, “para la práctica del buceo recreativo, incluidas las experiencias de toma de contacto, bautismo o similares se exigirá por el responsable del centro, en todo caso, una declaración responsable del buceador sobre su estado de salud, que se llevará a cabo cumplimentando el cuestionario del anexo I. Cuando de las respuestas a las preguntas del cuestionario se ponga de manifiesto la presencia de una afección preexistente que pueda afectar a la seguridad del buceador o sea notorio que su estado físico no es el adecuado, no se permitirá la práctica de buceo si no se acredita la superación de un reconocimiento médico anualmente”.
Asimismo, puntualiza la doctora López Sánchez, “en dicho documento, además del límite de edad, que para el buceo recreativo y deportivo será de 8 años, se establecen limitaciones de profundidad por franjas de edad, se hace hincapié en la responsabilidad del buceador en cuanto a su estado físico y formación, se exige a las empresas de buceo profesional, escuelas, centros y clubes de buceo el cumplimiento de una serie de obligaciones en seguridad, y se establecen los equipamientos mínimos para cada modalidad, dejando la puerta abierta a su adaptación a posibles cambios tecnológicos futuros”.
Para que la experiencia del buceo sea la idónea, el doctor Alfredo Pichardo, médico hiperbarista del Hospital Universitario HM Montepríncipe, enumera algunas pautas para evitar sufrir este trastorno asociado a su práctica como son: realizar una valoración médica para verificar si se es idóneo para practicar dicha actividad, mantenerse dentro de los límites de buceo recreativo y planificar las inmersiones previamente; ascender lenta y controladamente, realizando paradas de seguridad; evitar el ejercicio extenuante antes y después de la inmersión, estar hidratado; y abstenerse de ingerir alcohol antes y después de la inmersión. Además, hay determinados perfiles que podrían estar más expuestos a sufrir este síndrome, continua este médico hiperbarista: “individuos con exceso de células grasas, que ingieren alcohol antes y después de bucear, quienes se encuentran deshidratados y quienes realizan ejercicio pesado después de la inmersión. De igual manera, a mayor edad del individuo, más lento es el ritmo de intercambio de gases en su organismo”. Por eso, el especialista del Hospital Universitario HM Montepríncipe, recomienda que la personas que vayan a practicar buceo “se sometan a una valoración previa y, a ser posible, a un reconocimiento médico para el desarrollo de esta actividad”