Más de tres años estuvo Arantxa Echevarria, la directora, preparando el complicado guion de la primera película de la historia sobre el amor entre dos mujeres gitanas. Informándose, consultando con asociaciones, hablando con lesbianas calés que buscaba en chats, pidiéndoles que le contasen cómo es, desde la víscera, amar a una mujer cuando todo está en contra. Todo. De ese tiempo, lo más difícil fue encontrar a las dos protagonistas, con el añadido de que ninguna era actriz profesional. De todo el elenco, solo Carolina Yuste lo era (la educadora enrollada), quien hizo además de coach personal de Zaira y Rosy antes de las escenas más complicadas.
Pero al final Echevarria lo consiguió. Se marcó un casting gigante, vio a miles de candidatas, y encontró a su Lola y a su Carmen. Y puso en pie la historia de dos chicas en el extrarradio de Madrid que se enamoran (a pesar de ellas mismas) entre mercadillos y cigarros a escondidas. Una de ellas, incluso antes de casarse con su prometido. Una bomba así no tarda en estallar en la comunidad.
"Sí, entre los gitanos la homosexualidad es un tema que está muy mal visto y es un tabú, no te voy a engañar", nos explica Zaida en el vídeo. Ha llegado contenta y acompañada de su prima, que le acompaña a todos sitios "desde cría". "Es como mi hermana, porque solo tengo hermanos chicos", aclara.
Algunos casos en la familia
Ella misma ha vivido cerca algunos casos. "Conozco a varias personas de la edad de mi madre que ha salido a la luz ya de mayor, con hijos y todo, y que llevaba años haciendo una vida paralela a la suya. Y eso es muy triste. Sobre todo también por la gente joven que tenga miedo de hacerlo. A ver si conseguimos con esta película que no siga pasando", nos cuenta en el vídeo (en realidad nos cuenta mucho más, como la escena que más le costó con Rosy, con quien tuvo muy buena conexión desde el principio, cómo fue besar por primera vez a una chica o su adicción al movil, pero es mejor que le des al play y la escuches a ella).
Otro momento importantísimo para esta madrileña del barrio de la Uva fue contarle a su abuelo, el patriarca de un clan "muy numeroso", que iba a interpretar a una lesbiana delante de todo el mundo. "Se portó muy bien conmigo y me apoyó desde el principio. Tuvo en cuenta lo bueno que iba a ser para mí empezar una carrera como actriz y he tenido suerte, porque en mi familia no he tenido ningún problema con eso", dice.
De hecho, todos fueron al pase especial antes del estreno oficial, que se hizo para las familias de todos los actores de la cinta. "Solo una tía mía no fue, pero porque no pudo. ¡Y me ha dicho que se la va a comprar en el top manta!", dice entre risas.
Tatuajes, móvil y novios
"A ver, puede que seamos un poco atípicos, porque mis hermanos y todos mis primos están muy contentos con esto y hasta me han acompañado al rodaje", añade. En cuanto al machismo de su entorno, también tiene claro que existe, pero asegura que es mejor que ir poco a poco. "Mi hermano friega mejor que yo, pero si estoy yo no le voy a dejar que limpie", explica. "Y mi abuela ha tenido siempre mucho carácter, más que mi abuelo".
Están soplando nuevos aires, pero aún queda mucha raíz. "A ver, he tenido y tengo novios, pero ellos no se han enterado mucho", dice bromeando, "aunque puede que ahora ya sí". Lo mismo con sus tatuajes, de los que ahora ya puede presumir y que nos enseña en el vídeo. De hecho llegó a un trato con la directora de la película: si no se hacía más durante el rodaje, al final Arantxa le regalaría los que quisiese. Y vaya si se los hizo. Uno dedicado a su madre Sonia, otro a su padre José Antonio y varios en las manos. "Aunque el primero fue el que sale en la peli, con 16 años, y me lo hizo mi tía", dice enseñándolo.