Panini, la vida en un álbum de cromos
NIUS visita la fábrica de Panini, líder mundial en la fabricación de cromos: mil millones de sobres al año
Desde hace casi seis décadas, por sus álbumes han pasado los mitos futbolísticos de distintas generaciones
Con México 70, la compañía italiana dio el salto internacional, y llegó a España con el mundial del 82 y Naranjito
Había un momento en la vida de un niño analógico que marcaba algo así como un cambio de ciclo. Coincidía con el final del verano, los últimos días de playa y la vuelta al cole. Visto con los ojos de un adulto, quizás pueda entenderse como esas campañas que utilizan las marcas para relanzar el consumo en épocas de bajón tras todo un mes de derroche. Una especie de San Valentín para menores, como si no fuera suficiente con comprar los libros de texto y todo el material escolar.
Pero al niño todo eso le daba igual, nunca se hubiera parado a pensarlo. Lo que le importaba era ver el primer sobre de cromos tirado por el suelo para correr al quiosco y comprar el suyo. Las calles estarían más sucias, pero ese papel pisoteado servía para dar la voz de alarma.
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A los padres no les quedaba más remedio que invertir, un año más, en la colección del crío. Había animales, dibujos de Disney o los últimos modelos de aviones. Pero centrémonos en los cromos de la Liga de fútbol, porque hablamos de un niño español, porque nos lo han inculcado y porque el balón se disfruta mucho más cuando no hay otra cosa de qué preocuparse.
Sobre todo si se alimenta con ilusiones. No tanto porque toque el jugador preferido, sino por encontrar aquel que falta en el álbum o ese otro cuya dificultad lo ha convertido casi en un mito. En las fotos de entonces aparecían señores calvos con bigote que hoy se recuerdan como personajes de culto y que en el momento eran sólo asalariados, de profesión futbolista. Mocosos de 10 años cambiando en el recreo estampitas de Dertycia, Rafa Paz o el Tato Abadía. Otra época.
Un universo que, a falta de poder viajar en el tiempo, sólo se puede encontrar en un sitio: la fábrica que los imprimió a todos. Como buen lugar encantado, se encuentra en el contexto menos propicio. En un polígono industrial de Módena, rodeado de grises edificios de hormigón, de entre los que destaca uno con un cartel de apariencia infantil.
"Panini", se lee en unas inconfundibles letras rojas sobre fondo amarillo. En el interior de esta horrenda construcción desarrollista dan la bienvenida imágenes de simpáticos muñequitos de colores, los pósteres de las colecciones de hace décadas continúan anclados en las paredes y hasta los directivos más respetables se presentan con alabarderos de aspecto inofensivo estampados en la corbata. Es la imagen de marca, la que lleva proyectando desde su fundación, hace casi 60 años.
El emprendedor italiano
Si hay un testigo de aquello es la Fifimatic, la máquina que ideó el responsable de todo esto. Hoy el aparato sigue funcionando, con un sonido propio del principio de la revolución industrial, pero con la eficiencia intacta para agrupar los cromos -previamente cortados- en grupos de seis unidades, meterlos en sobres y despacharlos en los paquetes que llegarán a los puntos de venta. Antiguamente las figurillas se esparcían por el suelo y se recogían con una pala para mezclarlas. Hoy todo el proceso es mecánico. Forma parte de una clásica cadena de montaje, que la familia Panini decidió empezar por el final.
Fallecido su esposo, una mujer llamada Olga Cuoghi, madre de ocho hijos, decidió comprar un quiosco en el centro de Módena para salir adelante. Las bombas nazis habían asediado la ciudad, todavía no había terminado la Segunda Guerra Mundial y la industria palidecía. Pero pronto llegaría el Plan Marshall y el dinero abundante con el que Italia viviría su eclosión.
Entonces, a mediados de los cincuenta, a los hijos les pareció poco un quiosco para alimentar a ocho familias. Ampliaron el negocio al mundo editorial y en 1961 se trasladaron a esta fábrica, donde hoy permanece la empresa. La gloria del emprendedor se la llevaría Giuseppe Panini, el mayor del clan, pero todo comienza con la mamma Para eso estamos en Italia.
Una historia ligada al fútbol
En un país de tradiciones, el fútbol es una de ellas. Así que el primer encargo fue la colección de la Serie A 1961-62. Había que poner un jugador para la portada y se pensó en Nils Lidholm, un poderoso centrocampista sueco de los que mandan dentro y fuera del campo, que había marcado una época con el Milan.
“Lidholm ya no jugaba, acababa de retirarse, pero era uno de esos jugadores clásicos apreciados por todos, incluso por los rivales. Era el icono del futbolista honesto, siempre correcto en las formas y siempre deportivo”, señala el director editorial de la empresa, Fabrizio Melegari. En la Italia de las buenas costumbres, todos estos valores van por delante. Si Giuseppe Panini hubiera nacido en España y comenzara hoy su actividad, probablemente pensara en Andrés Iniesta.
El nacimiento de la compañía coincidió con un momento de esplendor para el calcio. Triunfaban entonces Gianni Rivera o Luis Suárez, el único español que ganó el Balón de Oro, jugando en el Inter. Hoy los futbolistas son adorados, pero imaginen lo que era poseer en aquel momento una fotografía en color del ídolo al que sólo los afortunados que tenían televisor en casa podían ver esporádicamente en blanco y negro. Un equipo de fotógrafos comenzó a viajar por toda Italia, y más tarde por toda Europa, para retratar al jugador que después aparecería en el álbum con un busto imponente.
En busca de una iconografía, la Panini eligió como símbolo permanente a un futbolista realizando una chilena. Quedó inmortalizado de forma anónima, pero el protagonista tiene nombre y apellidos. Se llamaba Carlo Parola y era un defensa de la Juventus, que en un partido contra la Fiorentina en 1950, no estaba rematando sino despejando un balón de esta forma acrobática. Sin embargo, para no desairar a ningún aficionado, lo despojaron de sus colores bianconeri y le pusieron camiseta roja, pantalón blanco y medias negras y amarillas, que no se correspondían con ningún equipo real. “La chilena es un gesto bello, deportivo, pero el éxito estuvo en no casarse con un gran campeón, sino respetar a todos los equipos por igual”, afirma Fabrizio Melegari.
Del esplendor a la consolidación
El cambio de década lo inauguró el Mundial de México 70. El primer Campeonato del Mundo seguido mayoritariamente en televisión y en el que la selección brasileña de Pelé dejó su huella para la historia. También fue el momento en el que a Panini le llegó la internacionalización, distribuyendo álbumes producidos en serie para distintos países. Más tarde llegarían los cromos de Maradona y el de Naranjito, con el Mundial de España 82. Un hito que sirvió para que la compañía se asentara en nuestro país, donde esa temporada salió la primera colección de la Liga.
De ahí a los delanteros melenudos y los defensas calvos. Si la colección de fútbol es tan importante para el niño analógico es porque también lo es para la compañía icónica de cromos. Hoy Panini es líder mundial en la fabricación de estas pegatinas, que en Italia se conocen como figurine. Estampa anualmente 1.000 millones de sobres, distribuidos en 120 países, por los que factura más de 500 millones de euros. En Estados Unidos comercializa la colección de la NBA o la NFL. Y precisamente de allí, de América, o de China llegan cada año ofertas de compra por la casa editora. Pero Panini se mantiene en Módena, porque todo esto forma parte de una tradición y en Italia son poco proclives a desprenderse de ellas.
Hoy el reto de la empresa es atraer también al niño digital y para ello ya está imprimiendo los cromos de la próxima Eurocopa. Si no lo consigue, siempre quedará el chaval de la anterior generación, convertido ahora en padre, que aún guarda sus álbumes con pudor fetichista. Hay una vida almacenada en ellos. Y eso no se tira.