Iratxe Goikoetxea (29 años) y Déborah García (38 años) eran otra pareja joven que, marcadas por la precariedad, vivían en casa de sus padres. La primera había estudiado diseño de interiores y contaba con una experiencia de cinco años en un estudio de San Sebastián, mientras que la segunda llevaba escribiendo sobre cine y arte unos diez años, aunque estudió historia.
En la búsqueda de una vida en común, se pusieron a buscar pisos, pero no les convencía aquello de dejarse gran parte de su sueldo en pagar el alquiler. Y todas las renuncias que eso suponía: dejar de viajar, no poderse permitir ciertos caprichos, etc. Así que, buscando y rebuscando qué opciones encajaban más según lo que esperan de su vida y sus posibilidades económicas, acabaron decantándose por la vida nómada. Una alternativa a la que llegaron a través de leer y convencerse de que sí se podía vivir así.
Se compraron una furgoneta de 2008 por unos 7.500 euros y a base de tutoriales y de echarle horas (Iratxe confiesa que ha sido “una auténtica paliza”) y otros 12.000 euros más, esa antigua furgoneta es ahora su casa con la que viajan por el mundo. Un día a día que han abierto a todo aquel que quiera acercarse a este universo a través de su Instagram y del podcast ‘Flâneuse: Historias en estado nómada’.
Un nuevo modo de vida que de primeras puede parecer idílico (y para ellas en muchos momentos lo es), pero sobre el que repiten una y otra vez que viene dado por la precariedad actual. Déborah lo matiza así: “Siempre que hablamos de nuestra experiencia, hablamos de las condiciones materiales y económicas que han hecho que nos hayamos decantado por esta vida”.
Unas condiciones que están marcadas por la precariedad en la que viven instalados muchos jóvenes españoles. Las cuales Deboráh critica: “Los sueldos son bajos, los alquileres altos, y nadie acomete reformas para mejorarlo. Una frase que decimos mucho las dos es que quién puede pagar un alquiler sin morir en el intento. Hay una precarización que hace que, dentro de tus posibilidades, elijas la opción que te hace más feliz”. La vida nómada, en su caso. Una fórmula que a ellas les ha funcionado, pero sobre la que advierten que no es universal.
Uno puede imaginar que el cambio de una vivienda típica a una furgoneta puede suponer ciertos problemas. Sin embargo, Deborah e Iratxe lo definen como un proceso natural, que no ha sido traumático ni difícil. Para ellas, su casa sobre ruedas es un espacio con mucha luz y abierto, dentro de lo que se cabe. Y resaltan las ventajas de que siempre se puede acceder a la calle si se necesita más.
Aunque sí que se han tenido que adaptar a ciertos ritmos de vida. Sobre todo a nivel energético. Como apunta Iratxe, “la electricidad no es ilimitada, los días que hace sol no hay problemas porque tenemos placas solares, pero cuando está nublado o está lloviendo no andamos tan bien. Si no hacemos kilómetros y no cargamos la batería, tenemos que estar unos días sin cargar móviles y ordenadores”.
Un hecho que afectado también a los ritmos de sus vidas. “Intentas adaptarte a lo que te venga. Si un día no puedes trabajar, lo haces al siguiente. Esta vida te permite tener unos ritmos más sosegados y diferentes. Vas adaptándote al sol, vamos buscando los espacios donde hay agua o electricidad. Pero en general vas transformando los ritmos, aunque a veces cueste”, añade Deborah.
Después de unos meses en esta nueva vida, ya tienen interiorizados todos los procesos que hay que llevar a cabo cuando vives en una furgoneta. Unos procesos que relatan casi de carrerilla. Al no tener un lugar fijo, cuando se trasladan lo primero que hacen es mirar la aplicación Park4night, que les indica dónde pueden aparcar, qué servicios tiene el lugar, etc. También, si cambian de país, se informan sobre cuáles son las regulaciones al respecto de ese lugar. Y, algo importante, comprobar si el sitio es seguro. “Todo esto aparece reflejado en las aplicaciones de caravanas y en los comentarios que pone la gente”, apunta Déborah.
Y, aunque están muy contentas con su vida actual, quizá el único pero que encuentran es que en una situación como la de la vida nómada, la COVID pone las cosas bastante complicadas. Sobre todo, como afirma Déborah, a la hora de moverse. “Estamos limitadas por las disposiciones de cada país y nos está obligando a adaptarnos. Pero en cuanto a la vida de la furgo, no hemos tenido problemas”. Por su parte, Iratxe sostiene que el vivir así les “ha ayudado a conectar con su espacio, a recuperar los ritmos que nos pide esta vida”. Eso sí, matizan las dos que allá donde van cumplen con todas las medidas.