Hace tres años Cara Anaya, de 30 años, se encontraba en un supermercado y repentinamente comenzó a sentirse excitada por todo lo que había a su alrededor como la luz, los olores en al aire y todo lo que tocaba. Confundida, entró en pánico y se cayó al suelo, comenzando a tener orgasmos continuados. Salió a prisa del supermercado pero una vez en casa la situación no cambió hasta seis horas después, aunque la situación se ha repetido durante este tiempo. "Desde fuera puede sonar maravilloso, pero es insorpotable y vergonzoso", asegura Cara al Daily Mirror.
Cara que vive con su marido Toni Carlisi, de 34 años, y su hijo Merrick, de 10 años, decidió ir a ver a un médico para ver qué le pasaba después de que en dos horas tuviera 160 orgasmos. Los sanitarios le diagnosticaron el síndrome de la excitación sexual persistente, una rara enfermedad que no tiene cura. De nada sirvió todo el dinero que se gastó buscando alguna solución para su problema.
Ha tenido que dejar su trabajo como camarera y su vida pública se ha reducido a lo mínimo posible, aunque lo peor para ella es cómo vive esto su hijo. "Ha destrozado mi presencia en la vida de mi hijo porque me siento demasiado sucia como para formar parte de ella. Queremos que sea un chico normal pero a la vez él no puede tener amigos cerca por mi condición", comenta Cara.
Además de visitar a toda clase de médicos, esta estadounidense también ha intentado cambiar hábitos de su vida, hacer dieta, duchas frías, masturbarse o hacer más ejercicio como una solución, pero nada de esto ha funcionado para ella."Está arruinando mi vida, porque te afecta a la cabeza. Tu cuerpo está en una montaña rusa, lo que afecta a tu carácter. Los días más malos solo quiero cerrar las cortinas y no levantarme nunca", dice Cara, que asegura que su único deseo es que esta situación pare.