Seguro que alguna vez has pecado de ser demasiado directo y de levantar ampollas con tus palabras. ¿Son los demás demasiado sensibles o tú eres demasiado sincero? ¿Cómo se puede ser demasiado sincero? ¿A caso no es este adjetivo una gran virtud? Eso pensaba Edu, que siempre alardeaba de "decir las cosas a la cara". El problema es que lo que él consideraba franqueza, para el resto era crueldad. Edu confundía sinceridad con sincericidio y hoy vamos a analizar estos dos patrones comunicativos de la mano de su testimonio.
Edu siempre fue un chico directo, tanto para lo bueno como para lo malo. El problema es que a medida que pasaba el tiempo, a sus amigos no les hacía tanta gracia su falta de filtros. Tras reflexionar sobre los conflictos que le llevaban acechando meses, se dio cuenta de que "igual la culpa no era de los demás". Decidió cambiar y ser selectivamente sincero.
"Siempre me he considerado un chico listo. No sé, sacaba buenas notas, era ingenioso y esas cosas que se supone que te hacen "sobresalir", pero nunca me creí más que nadie (o eso pensaba). Iba de humilde, pero en realidad era un poquito sobrado.
Cuando a mis amigos les pasaba algo (suspender un examen, discutir con algún ligue, comprarse ropa, da igual lo que fuese) era como si yo necesitase dar sí o sí mi opinión. Esto no sería malo si no fuera porque muchas veces ni me la pedían.
Decía burradas que podían hacer daño a mis colegas y cuando se enfadaban me acababa enfadando yo y le daba la vuelta a la situación. "Si yo te digo esto por tu bien", "si prefieres que te mienta, te miento" o "pues para la próxima vez no te digo nada y ya te equivocarás tú solo" eran mi TOP 3 de frases. Se nota que me creía poseedor de la verdad absoluta, ¿no?
Hace un par de años mis amigos me hicieron una intervención, como en 'Cómo Conocí A Vuestra Madre'. Me dijeron que tenía que cortarme un poco y dejar de ser tan sincero, que todos tenemos nuestras opiniones pero que a veces hay que guardarlas.
Primero me enfadé, pero luego me di cuenta de que igual la culpa no era de los demás y que no podía ir por la vida creyéndome el mejor y dando consejos crueles cuando no me los habían pedido. Me propuse cambiar y poco a poco lo he logrado. Ahora tengo claro que ser sincero puede convertirse fácilmente en un defecto."
El problema de Edu (y de mucha gente) es que confunde sinceridad con sincericidio, cuando no tienen nada que ver. Analicemos estos dos patrones comunicativos más a fondo:
La palabra sincericidio se ha puesto de moda y no es para menos. Surge al combinar sinceridad con homicidio, porque suele causar mucho daño a la víctima de los "ataques de verdad". A diferencia de la sinceridad, es un defecto ya que perjudica tanto nuestras relaciones interpersonales como nuestro bienestar psicológico.
Las siguientes preguntas te permitirán averiguar si eres sincero o si lo tuyo es sincericidio:
La sinceridad selectiva o bien entendida sí es una virtud, pero la mayoría de los que creen poseerla pecan de sincericidio. Estas son sus características:
Como veis, las personas sinceras se rigen por la empatía y la ética, pero las personas que cometen sincericidio se mueven por impulsos y un poquito de egoísmo. El lado positivo es que ahora que conoces las diferencias, puedes empezar a cambiar. ¡Nunca es tarde para ser mejor persona!