Hay tanta variedad de complejos como de personas en este mundo, y lidiar con ellos no es tan fácil como parece. Normalmente los arrastramos durante años y los magnificamos hasta el punto en que nuestra vida gira en torno a ellos. A veces estas inseguridades se refieren a aspectos muy íntimos como sentirte aburrido o querer ser más listo, pero en otras ocasiones son visibles para todos, y es cuando hablamos de los complejos sobre el físico. En este caso tenemos tres opciones: aceptarlo, no aceptarlo o recurrir al quirófano.
Si bien una operación estética es una decisión totalmente respetable que nadie debe juzgar, siempre es mejor intentar “agotar cartuchos” antes, es decir, aceptar nuestro complejo antes de pasar por quirófano. Al menos eso es lo que recomiendan los profesionales de la cirugía estética, ya que una operación de este tipo no es como ponerse extensiones de pelo o blanquearse los dientes.
Por un lado, toda operación implica riesgos a nivel médico, pero también debemos tener en cuenta que la cirugía estética puede conllevar un impacto psicológico desbordante. Algunas personas no se terminan de identificar con su nuevo aspecto y entran en un bucle de operaciones para solucionarlo, aumentando los problemas de autoestima y de ansiedad.
Teniendo todo esto en cuenta, la primera opción siempre debe ser trabajar en nuestra autoestima. Después, tras meditarlo muy bien, podemos optar por otras soluciones.
"Desde que tengo uso de razón siempre me ha acomplejado mi nariz, y lo que me decían el resto de chicos de clase tampoco ayudaba. Cuando eres pequeño siempre buscas una excusa para ponerle motes a la gente y si se ofenden, parece que te hace más gracia. A los altos por altos, a los bajos por bajos, a los delgados por delgados y a los gordos por gordos. A mí me tocó ser el "nariz de pájaro", el "aguilucho" y cosas así.
Lo malo de tener un complejo, en mi caso la nariz, es que al final todo gira en torno a él. Si una chica pasaba de mí, pensaba que era por la nariz. Si me dejaba la novia, por la nariz también. Todo era por la nariz.
A los 15 o así empecé a informarme sobre rinoplastias y se lo dije a mis padres, pero me dijeron que hasta que yo fuese mayor nada. Y así fue como empecé a contar los días que me quedaban para cumplir los 18 años y poder operarme.
Cuando fui a la universidad seguía teniendo en mente la cirugía, pero por cosas de la vida empecé a ir al psicólogo. Me sentía muy solo en la nueva ciudad y empecé a aislarme. Estaba triste, tenía ansiedad
Tras unas cuantas sesiones salió el tema de las inseguridades y claro, yo le hablé de lo de mi nariz. Entonces empezamos a trabajar sobre eso. Pasaron los meses y las ganas de operarme desaparecieron. Durante este proceso algo que me ayudó mucho fue verme en el espejo sin miedo todos los días. Al empezar a trabajar sobre mi complejo me di cuenta de que evitaba mirarme y tampoco me hacía nunca fotos. Me daba demasiada vergüenza e inseguridad, así que me ocultaba por así decirlo.
También le conté a mis amigos cómo me sentía. Es curioso, pero al principio pensaba que yo era el único con inseguridades. Cuando hablé del tema, todos tenían algún complejo. Lo irónico es que sus complejos me parecían totalmente infundados. Por ejemplo, un amigo se sentía fatal porque se veía gordo, pero yo le veía estupendo.
Creo que lo que más me ayudó fue ser abierto respecto a mi inseguridad. Dejé de intentar disimular mi nariz con maquillaje, cosa que había hecho durante toda mi adolescencia, y también me borré las aplicaciones del móvil para editarla. No quería máscaras ni fingir más.
Tuve mucha suerte porque mis amigos y mi familia me apoyaron muchísimo, y además durante ese proceso de aceptación conocí a la que es mi novia hoy en día. Ella fue un pilar fundamental para mí, y desde el principio conoció mis inseguridades.
Me di cuenta de que mi nariz era una parte de mí que no me aportaba absolutamente nada malo. No ponía en riesgo mi salud y tampoco me hacía feo, aunque lo hubiese pensado durante tanto tiempo.
Aunque por lo que he dicho parezca una persona muy segura, también tengo días malos como todo el mundo. Hay mañanas en las que me despierto, me ducho, me miro al espejo y me siento muy feo. También me pasa que a veces estoy en una fiesta y de repente me pongo a fijarme en las narices, pensando que las de los demás son más bonitas que la mía. Cuando detecto este tipo de pensamientos, pongo el freno. Esa es la clave, identificar el momento en que empiezas a rayarte.
Aceptarme y trabajar mi autoestima, por eso animo a todo el mundo a hacer lo mismo".
Si tienes problemas de autoestima y no sabes gestionarlos en solitario, pide ayuda profesional.