A mí no se me puede pasar el arroz porque soy brillante
Somos la generación más preparada de la historia, ¿se acuerdan? Esa que tuvo bastante fácil el acceso a la universidad, que pudo sacarse una carrera y que después se dejó los dineros en un máster, porque sin un máster a ver quién te iba a contratar, así que sabemos perfectamente cómo funciona la biología, y, más concretamente, el cuerpo humano.
Somos mujeres del siglo XXI. Sabemos de qué va la vida y ya no es tan fácil engañarnos. Estamos al corriente de cuáles son nuestros derechos y luchamos cada día por ser más libres. Poquito a poquito vamos teniendo más oportunidades para elegir lo que queremos y lo que no queremos, y lo que hacemos con nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Así que, por favor, dejad de manipularnos con vuestras ideas más rancias, y, sobre todo, y más importante todavía: empecemos por nosotras mismas. Dejemos de repetirnos las unas a las otras esas frases hechas nacidas en un contexto machista y que tan rica hacen nuestra maravillosa lengua española, tales como “se te va a pasar el arroz”, “te vas a quedar para vestir santos”, o “no hay quien la aguante, seguro que está con la regla”.
Porque, que esto te lo diga un tío, mal, muy mal. Sobre todo porque en muchos casos ni sabe lo que está diciendo, solo repite conductas aprendidas. Pero nosotras, que entendemos a la perfección la intención de ese tipo de mensajes, ¡no podemos seguir perpetuándolos! No debemos presionarnos más todavía, que bastante tenemos cada una solo por el hecho de ser mujer.
Tradicionalmente, las mujeres servíamos para cuidar al marido, darle hijos y para cuidar a esos hijos. Parir era la finalidad de nuestras vidas, y las mujeres que no conseguían tener hijos eran poco menos que unas apestadas. Y las que no se casaban ya ni te cuento: objeto de lástima constante. Mi madre muchas veces me ha contado que, cuando ella era joven, casarse era como encontrar trabajo, era “estar colocada”, una tranquilidad para tu familia y también para ti misma.
Por suerte, nuestro entorno ha cambiado (aunque todavía le quede mucho camino por andar) pero ya no vivimos en una sociedad tan tradicional. Sin embargo, algunas de sus coletillas han llegado hasta nuestros días y, seamos sinceros, sobreviven porque dentro de la mente de muchas personas aún pervive el pensamiento de que la mujer DEBE casarse y DEBE tener hijos. Y lo más guay de todo, la mayoría de los rancios que piensan así tampoco se van a quedar de brazos cruzados si tienen la oportunidad de recordarte cuál es tu fin último en esta vida.
Cuando llegas a una edad que la sociedad considera adecuada para que “empieces a cumplir tu propósito como mujer” empiezas a escuchar, al principio como algo excepcional y luego prácticamente en cada reunión familiar, ese tipo de comentarios que te recuerdan cuál es el verdadero ciclo de la vida: a ver si te echas novio (entonces te lo echas), a ver cuándo te casas (y un día decides casarte), para cuándo el niño (te quedas embarazada), bueno pues ahora la parejita (lo que tú digas, cariño).
Siempre y cuando cumplas con las expectativas que otros están poniendo en ti, porque como no te apetezca tener novio o no tengas ninguna gana de casarte o hayas decidido no tener hijos… prepárate. No te van a dejar en paz JAMÁS. Van a cuestionarte continuamente y hasta se van a creer que estás muy triste porque no te estás realizado como “mujer”. Déjame en paz, hombre ya, que casarse o tener hijos no es ni mejor ni peor; es, simplemente, una decisión que has tomado. Y si nadie piensa que voy a estar toda la vida amargada porque haya tomado la decisión de comprarme un coche azul en vez de uno verde, por qué tendríais que asumir que seré una desgraciadita porque no quiero lo que quiere la mayoría.
Total, que te plantas con treinta años, sin pareja, sin prisa por encontrarla y sin ninguna intención de engendrar vida dentro de tu útero y, literalmente, no paras de escuchar la simpática expresión “que se te va a pasar el arroz”. ¿Qué arroz, señora, si yo soy mujer tan mal que no solo no quiero tener hijos sino que no he hecho una paella en mi vida?
Y como una es ingeniosa, la verdad, un día se me vino a la cabeza una frase que, desde entonces, no he dejado de usar cada vez que alguien me deja caer que se me está quedando el útero securrio: “a mí no se me pasa el arroz, bonita, porque yo soy brillante”. Y funciona. La gente se ríe y deja el tema. Así que os la quiero regalar para que vosotras también podáis luchar con elegancia contra todos aquellos cuyo cuerpo está en el siglo XXI pero su mentalidad se quedó atascada en el siglo pasado.