El rechazo en Tinder me está destrozando la autoestima
El arte de tontear en los bares está de capa caída; aproximadamente el 40% de las parejas se conocen por Internet y más de 300 millones de personas en el mundo se han descargado Tinder. El auge de las aplicaciones para ligar es innegable, pero las causas de esta popularidad son todavía desconocidas. Tal vez se deba a que nos da menos vergüenza flirtear con una pantalla de por medio, pero desde mi punto de vista como psicóloga el quid de la cuestión radica en un déficit en la gratificación aplazada.
La gratificación aplazada, demorada o retardada es la capacidad que nos permite resistir la tentación ante una recompensa inmediata y esperar pacientemente a otra posterior, pero de más valor. En otras palabras, si le dices a un niño de 4 años que tiene dos opciones, comerse una gominola ahora mismo o comerse cinco en 15 minutos, probablemente elegirá la primera en detrimento de un premio mayor pero aplazado.
¿Qué tiene que ver nuestra paciencia con Tinder?
Actualmente queremos todo y lo queremos ya. Si tienes hambre, abres la aplicación de Glovo aunque el restaurante esté a 2 minutos de tu casa y en la nevera haya de todo. Si quieres unos vaqueros, te los compras online arriesgándote a que no te valgan y tener que ir a la tienda a devolverlos en vez de probártelos y comprarlos allí desde el principio. Si quieres ligar, te instalas Tinder porque es más rápido y sencillo que conocer a alguien en persona.
Esto no significa que las relaciones que nacen de Internet sean más vacías o peores que las convencionales ni mucho menos. Estamos hablando de las personas que utilizan las aplicaciones de ligar como un parche para sus déficits sociales. ¿Quién no conoce a una persona que liga con todas las personas que encuentra por Tinder, pero nunca queda con nadie porque le da vergüenza?
A esto le sumamos la sensación de despersonificación que provoca el mundo virtual. Cuando la gente tiene un móvil en la mano, a menudo olvida que detrás del avatar que ve en la pantalla hay un ser humano con sentimientos. En consecuencia, se escriben cosas que cara a cara jamás se dirían.
Oliver es un usuario de Tinder que ha contactado conmigo vía mail para pedirme ayuda profesional:
"Hola Marina. Soy Oliver, y quería hacerte una consulta psicológica. Tengo 20 años y me descargué Tinder hace unos meses cuando lo dejé con mi ex. Aunque he conocido a chicas con las que he quedado y me lo he pasado bien, al final del día la aplicación me hace más mal que bien.
Lo paso muy mal cuando doy like a alguna chica y veo que no hay match, vamos, que yo no le he gustado. Sé que es una aplicación 'superficial' y que se basa en la primera impresión y que yo no le puedo atraer a todo el mundo, pero no puedo evitar sentirme como una mierda.
Esto me está afectando porque me pongo de mal humor y me rayo mucho. No quiero darle más vueltas a este tema. Lo que yo quería saber es si esto es normal, si tiene arreglo o si debería ir a un psicólogo (aunque igual te parece una chorrada). Gracias."
Ningún problema es una chorrada. Si algo perjudica nuestro bienestar psicológico o cualquier ámbito vital y no sabemos gestionarlo por nuestra cuenta, es totalmente válido y recomendable pedir ayuda profesional.
Lo que está viviendo Oliver es tremendamente común. Según el estudio Love me Tinder, la autoestima de las 1044 mujeres y 273 hombres que participaron disminuyó tras el uso de la aplicación. Este bajón de amor propio se debe en gran parte a una mala gestión del rechazo, ya que en la vida real es raro que alguien pase de nosotros tan descaradamente como en Tinder y no estamos acostumbrados.
Con esto quiero recalcar la importancia de trabajar en nuestro amor propio y dedicarnos tiempo a nosotros mismos, especialmente tras una ruptura amorosa como es el caso de Oliver. Conocer nuestras emociones, nuestras necesidades y nuestras carencias mejorará nuestro bienestar psicológico y nuestra vida social y romántica. Es imposible comenzar una relación si no sabemos lo que queremos, igual que es imposible disfrutar ligando si no nos sentimos seguros en nuestra piel.
¿Cómo no voy a estar mal si me han llamado feo?
Por otro lado, debemos recordar que lo que los demás nos dicen no nos define. Que alguien te llame aburrido, feo o malo en la cama, no te convierte en ello. En primer lugar, porque cuando alguien ofende suele hacerlo para herir, no porque tenga razón. En segundo lugar, porque la mayoría de atributos personales (la belleza, el carisma o incluso las habilidades sexuales) son tremendamente subjetivos; lo que le gusta a uno lo repudia otro.
Debemos tener muy claro el uso que le damos a la aplicación. ¿Queremos conocer gente o que nos endiosen? Sentirnos deseados es sin duda alguna una sensación muy gratificante, pero no podemos reducir nuestras relaciones interpersonales a eso. La verdadera autoestima nace de uno mismo y no de lo que los demás opinan de nosotros.