Divertida, cariñosa, amable, inteligente… Tu pareja lo tiene todo, pero falla en un pequeño detalle: no congeniáis en la cama.
Se trata de una situación tremendamente común, pero también incómoda, y es que pese a que la sexualidad es algo natural, hablar de ella abiertamente sigue avergonzándonos, más aún cuando va mal o, mejor dicho, no se cumplen nuestras expectativas.
Conoces a la persona perfecta, pero el sexo falla. La primera vez lo achacas a los nervios. “Es normal, los dos tenemos mucha presión”, te repites una y otra vez hasta autoconvencerte. Pero la segunda vez también te deja con las ganas. Y la tercera. Y la cuarta. Y así sucesivamente hasta que o bien se lo dices abiertamente, o bien te callas y te resignas, o bien cortas con ella.
¿Cuál de estas reacciones crees que es la menos común? Sin duda la primera, y es que reconocer abiertamente que tu crush no te complace sexualmente es incómodo, pero también necesario.
En primer lugar, la sexualidad es muy compleja e idiosincrásica. En otras palabras, depende de los gustos de cada persona. Quizá a ti te gusta la penetración, pero tu pareja la detesta, o el sexo oral te aburre como una ostra, pero es la práctica favorita de tu ligue. Lo mismo ocurre con los fetiches, el sexo más lento o rápido, los besos o el hecho de hablar en la cama frente a permanecer en absoluto silencio.
Como vemos, decir que alguien es “malo” en la cama es una afirmación muy subjetiva que muy a menudo nace de nuestras preferencias.
Si bien muchas parejas no congenian en la cama por sus gustos tan dispares, también puede suceder que el problema radique en la falta de experiencia. Por ejemplo, que confunda tu clítoris con el orificio vaginal, o que te masturbe con demasiada fuerza hasta el punto de irritarte el glande.
En estos casos entra en juego la comunicación. Aunque no te apetezca lo más mínimo, si esa persona te gusta lo suficiente como para seguir viéndoos, debéis hablar del sexo y compartir qué es lo que te gusta a ti, qué es lo que le gusta a ella y cómo podéis llegar a un equilibrio.
Tanto si es cuestión de preferencias como si es por inexperiencia, hablar de sexo es una tarea obligatoria. La gran pregunta es cómo hacer que una conversación sobre “mal sexo” fluya.
Nadie quiere herir los sentimientos de su pareja sexual, sobre todo cuando le tiene cariño más allá de la cama. El problema surge cuando para no dañar su ego o su sensibilidad renunciamos a nuestro placer. En otras palabras, cuando fingimos un orgasmo.
Fingir un orgasmo es, como dice el refrán, “pan para hoy y hambre para mañana”. Acortarás la duración del sexo mediocre, pero te condenarás a repetirlo durante semanas, meses o años. ¿Quién quiere eso?
Antes de llegar a ese punto, lo ideal es hablar siguiendo las pautas que hemos visto previamente. Pero, ¿qué debes hacer cuando llevas meses fingiendo orgasmos?
Si esa es tu situación tienes dos opciones: puedes ser muy sincero y decirle a tu pareja que llevas fingiendo desde el principio (pero hazlo con tacto), o también puedes explicarle que tus gustos han cambiado últimamente y que te apetecería probar cosas nuevas porque lo que hacéis ya no te genera tanto placer. Es ahí donde debes describir claramente cómo quieres que te estimule, qué posturas te gustaría probar o si hay algún juguete erótico que podríais introducir en vuestras prácticas sexuales para añadir diversión y placer.
Este último punto es de especial importancia, ya que muchas personas tienen miedo de utilizar juguetes eróticos en pareja porque los ven como “sustitutos” o se sienten amenazadas.
Los juguetes eróticos son un aliciente en el sexo y no pasa nada por utilizarlos a veces o incluso siempre. No hay nada malo en ti si necesitas un juguete para tener un orgasmo. Ni significa que quieras menos a tu pareja, ni significa que tu cuerpo funcione mal. La clave es explicarle a la otra persona cómo te gusta que te estimule para que entienda tu cuerpo y, sobre todo, no renunciar a tu placer para salvaguardar su autoestima.