Pese a que gran parte de la población se masturba, a día de hoy sigue siendo un tabú hablar de ello abiertamente si eres mujer, y si además añadimos la pornografía a la ecuación, la vergüenza es todavía mayor.
Lo primero que debemos señalar es que la pornografía no es mala per se. Lo problemático es el reflejo que ésta puede dar de las relaciones sexuales.
No es novedad que la mujer ha sido cosificada en muchos ámbitos sociales, y la pornografía no es una excepción. El porno, especialmente aquel más tradicional, utiliza a la mujer como reclamo, y si bien es la protagonista de la mayoría de vídeos de plataformas eróticas, el placer siempre se centra en el hombre en escena. Muestra de ello es que la escena suele acabar cuando ellos eyaculan y que el orgasmo femenino es algo que o bien se omite, o bien se incluye de una forma poco realista.
Por otro lado, son muchos los vídeos en los que la mujer es vejada y maltratada. Es habitual ver movimientos sexuales bruscos o prácticas en las que se erotiza la intimidación y la falta de consentimiento.
La realidad y la ficción en la pornografíaLas prácticas que acabamos de mencionar están guionizadas, sí, pero quien está detrás de la pantalla muchas veces confunde la realidad con la artificialidad de la pornografía, replicando este tipo de sexo brusco y no consensuado en sus relaciones sexuales.
Esto es especialmente preocupante en gente joven que ve la pornografía como referente. Teniendo en cuenta la escasa educación sexual que hay en España, no es de extrañar que los jóvenes busquen información donde pueden y el recurso más accesible suele ser el porno. Según la asociación Save The Children, un 71,5% de los chicos y un 28,8% de las chicas admiten visitar con frecuencia páginas de contenidos sexuales, y el 89,7% de los adolescentes han llegado a realizar alguna práctica sexual vista en pornografía sin avisar a su pareja.
¿Significa esto que debamos demonizar la pornografía? No. Significa que debemos consumirla con cabeza:
Porno lésbico, un oasis en el desiertoComo hemos explicado antes, la industria del cine sexual tiende a centrarse en el placer masculino. Sin embargo, en la población que visita páginas de contenido sexual también hay mujeres (y cada vez más).
El público femenino, como es normal, considera que la pornografía tradicional es poco realista e incluso antierótica. En consecuencia, buscan una alternativa, y esa alternativa es, en muchos casos, el porno lésbico.
El poder erótico del porno lésbico se ha evidenciado en estudios científicos como el que la psicóloga y sexóloga clínica Meredith Chivers llevó a cabo en 2015.
Chivers encontró que al observar material pornográfico, las participantes heterosexuales mostraban una respuesta genital de excitación mayor si las escenas eran lésbicas frente a las escenas heterosexuales.
Pero, ¿qué es lo que inclina la balanza a favor de la pornografía lésbica?
La pornografía lésbica permite disfrutar de la masturbación y del erotismo de una forma más sugerente, respetuosa y realista. Al fin y al cabo, ya hay suficiente falocentrismo en nuestro día a día como para tener que aguantarlo también en nuestras fantasías íntimas.