Desde 2007, el movimiento body positive ha reivindicado la necesidad de normalizar todo tipo de cuerpos. Poco a poco, se comenzaron a visibilizar complexiones diferentes a las que estábamos acostumbrados a ver en las pasarelas de moda, los anuncios de publicidad o el cine. Doce años después de que comenzase esta revolución, son muchos los que también destacan la importancia de no juzgar los cuerpos de las personas delgadas.
Si bien se han producido muchos avances, las personas que se alejan de lo normativo siguen siendo víctimas de una fuerte discriminación. Muestra de ello es que las tiendas de ropa tengan dos líneas: una de la XS a la XL, y otra con menos variedad bajo la etiqueta de 'tallas grandes'.
Sin embargo, esto no es sólo una cuestión de peso. Las personas con diversidad funcional muchas veces tienen que comprar ropa en tiendas especiales. Por ejemplo, quienes van en silla de ruedas, quienes sólo tienen una pierna, o quienes han perdido un pecho por una mastectomía. ¿Alguna vez has visto un sujetador adaptado a este sector de la población? Probablemente no, porque en la mayoría de los casos sólo se venden a través de Internet y a precios desorbitados.
Como vemos, visibilizar los diferentes tipos de cuerpo y posibilitar igualdad de oportunidades es el pilar central del movimiento body positive. Para conseguirlo es necesario frenar los prejuicios y los juicios de valor hacia el cuerpo de los demás, y esto incluye también a quienes sí entran dentro de lo normativo.
Álex es una de esas personas. Este joven onubense de 24 años siempre ha sido delgado, o al menos eso recuerda, y desde que tiene uso de razón le han hecho comentarios despectivos sobre su cuerpo. “La primera vez que me sentí mal conmigo mismo fue con 9 años. Estaba de vacaciones con mis padres y unos amigos suyos, y escuché cómo le decían que parecía un llavero y que como soplase algo de viento, saldría volando. Mis padres se rieron y yo me quedé fatal”, recuerda.
A medida que creció, intentó ganar peso, pero le resultaba imposible por su constitución. Al pasar al instituto, su complejo aumentó. “Me decían que estaba en los huesos, que tenía que comer más, que parecía de juguete, que los tíos así daban asco, que daba grima verme sin camiseta… De todo”.
“Me apoyé mucho en mi grupo de amigas, pero en ese momento no les decía lo acomplejado que me sentía porque yo creo que a ellas les machacaban más que a mí. Al final las mujeres sufren mucho más el juicio social sobre el cuerpo”, añade.
Una vez comenzó la universidad, sintió que la presión aumentaba. “Yo soy gay, nunca lo he ocultado, y yo no sé si será algo generalizado, pero he sentido que muchos chicos gays son bastante duros con las personas delgadas. Existe el prototipo de tío de gimnasio que sube fotos a Twitter. Oye, me parece genial, pero es raro ver fotos de hombres delgados como yo o, en el lado opuesto, a chicos con sobrepeso o con obesidad luciendo su cuerpo frente al espejo”.
Al preguntarle por qué cree que hay menos visibilidad en las redes sociales, su respuesta es clara: “Cuando subes una foto sin camiseta siendo delgado, siempre hay alguien que te hace un comentario dañino. La última vez me llamaron anoréxico en plan coña, pero duele igual. Borré la foto y no he subido ninguna más”, confiesa.
“Sé que las personas con sobrepeso sufren esto todavía más a lo bestia. Por eso pienso que no tiene sentido hablar de ‘delgadofobia’ porque los delgados al final vivimos en un sistema social creado y pensado por y para nosotros. Lo que yo quiero no es alimentar una guerra de delgados contra gordos a ver quién está más discriminado, sino concienciar a la gente para no opinar sobre el cuerpo de los demás”, reivindica Álex.
Siguiendo la regla de los 3 segundos popularizada en Twitter e Instagram, sólo debemos hacer comentarios sobre el físico de otra persona si puede cambiarlo en cinco segundos. Por ejemplo, "tienes algo entre los dientes". En cambio, frases como “has adelgazado mucho durante la cuarentena” o “has cogido algún kilo”, están prohibidas.
Irónicamente, para muchas personas resulta más fácil opinar sobre el peso que decir a un amigo que tiene un moco en la nariz. ¿La razón? Que desde que somos pequeños crecemos creyendo que el cuerpo de las personas está sujeto a la opinión pública, cuando no es así.
Todos tenemos un espejo en nuestro baño que refleja nuestro cuerpo y nuestra cara tal y como son. Todos nos hacemos fotos en las que visualizamos detalles que nos gustan más y otros que nos gustan menos. No es necesario que otra persona (ya sea tu madre, tu pareja, tu mejor amigo o un desconocido) opine sobre lo que es evidente.
A menudo obviamos las consecuencias de estos comentarios que a priori son inofensivos o broma. Una frase de cuatro palabras puede grabarse en nuestra memoria a fuego, provocando baja autoestima o, en el peor de los casos, un trastorno de la conducta alimentaria. Por otro lado, las inseguridades son el caldo de cultivo para experimentar ansiedad y depresión. No se trata de una frase de nada, sino una forma de condicionar nuestra salud mental y física de por vida.