Carmen, Sebastián y Mónica tienen experiencias paranormales: “Vi a mi abuela que acababa de morir”

Cuando Carmen P. tenía 16 años, su abuela falleció repentinamente. Esa misma noche, la joven de ahora 25 años se despertó en mitad de la noche porque notaba que le estaban acariciando el pelo y al abrir los ojos, vio a su abuela (que acababa de morir) junto a la cama. “No me dio miedo”, afirma, “y aunque algunos me digan que estaría soñando, yo sé que es real”.

Sebastián I., de 32 años, confiesa que desde que era niño percibe presencias y energías, algo que también le ocurre a su padre. “Una vez de vacaciones conocimos a una familia que tenían un hijo de mi edad y nos hicimos amigos. Estaban los padres y el niño, pero mi padre vio a otra persona más con ellos un día. Les preguntó y dijeron que era imposible, que estaban solos. Les describió a la persona y el padre se puso a llorar, porque la descripción era igual que su hermano, que había fallecido hacia dos años”, recuerda. “Yo tenía 9 años. Nunca he visto un fantasma como tal, pero sí que percibo presencias, energías malas o buenas, y alguna vez sensaciones físicas. Cambios de temperatura, sensación de que me tocan, susurros. Me he acostumbrado”.

En el caso de Mónica L., de 27 años, las experiencias ‘extrañas’ solo se han producido en un lugar muy concreto: el piso en el que residió en su segundo año de carrera. “Pasaban cosas muy raras y no solo lo vi yo. Puertas que se cerraban solas dando portazos, ventanas que de repente se abrían, cajones que aparecían abiertos de par en par… Daba igual que fuese agosto, porque había una hora concreta de la noche que te helabas de frío”, comparte con Yasss. “Lo más raro que nos pasó fue un día que vinieron dos amigas mías de toda la vida a pasar el finde y salir de fiesta. Estábamos de cachondeo bebiendo y empezamos a hacer bromas con lo de los fantasmas. A mi amiga se le reventó el vaso de cristal en la mano. No era cristal fino ni estaba apretando. Estaba agarrándolo normal. Me acuerdo que luego dormimos las tres juntas cagadas de miedo”.

¿Qué tienen en común estas tres personas? Desde un punto de vista místico, podríamos afirmar que todas han protagonizado contactos con el más allá, algunos más intensos que otros. Sin embargo, también es posible analizar estas vivencias desde un punto de vista más científico, ya que la Psicología ha encontrado una explicación a las experiencias paranormales.

¿Por qué tenemos experiencias paranormales?

Hay algo que une a todos los escépticos: el deseo de vivir en primera persona una experiencia paranormal. En otras palabras, ver para creer. Que no sea una historia sacada de internet, ni un hilo de Twitter, ni un testimonio de un desconocido, ni tampoco una anécdota del ‘amigo de un amigo’. Queremos ser los protagonistas para poder entonar esa frase de “yo antes no creía en estas cosas, pero…”. Mientras tanto, tenemos que aferrarnos a la ciencia, que durante siglos ha estudiado los fenómenos inusuales para poder ofrecer una explicación realista.

Desde la Psicología se ha encontrado una hipótesis más que razonable. Se trata del fenómeno de pareidolia, que es la tendencia a dar sentido a estímulos ambiguos o poco estructurados. Por ejemplo, una sombra en la oscuridad de nuestra habitación por la noche, el sonido de las tuberías o de la madera o una brisa de aire repentina.

Nuestro cerebro está biológicamente preparado para explicar y entender lo que nos ocurre, preferiblemente otorgando un sentido social. Por eso pensamos que sonidos artificiales pueden ser pasos, silbidos o incluso palabras. Lo mismo ocurre con la percepción visual: tendemos a ver formas de rostros y cuerpos donde no los hay. Este tipo de pareidolias se pueden producir voluntariamente como cuando damos formas a las nubes, pero también involuntariamente cuando de noche nos parece ver la sombra de una persona detrás de la ventana.

Las pareidolias también se han relacionado con otro tipo de fenómenos paranormales: avistamientos de ovnis, visiones de de figuras religiosas y psicofonías.

El poder de la sugestión, el miedo y la ambigüedad

Si de por sí existe esa tendencia cerebral a ver cosas donde no las hay, las pareidolias se pueden intensificar en ciertas situaciones:

  • Cuando se nos sugestiona. Por ejemplo, si vas a una casa y te han dicho que está encantada, es posible que percibas sonidos, cambios de temperatura o incluso imágenes fantasmagóricas. Algo parecido sucede cuando te dicen que “una persona tiene una energía mala”. Inconscientemente puedes condicionarte y percibir esas señales. El poder de la sugestión también explica por qué las personas con creencias paranormales tienen experiencias de este tipo con mayor frecuencia.
  • Cuando tenemos miedo. ¿Alguna vez has sentido que alguien te seguía u observaba mientras caminabas a solas por la calle de noche? Seguramente sí, y te giraste por si había un atracador o alguien que quería agredirte detrás, descubriendo que no había nadie. Es decir, intentabas dar una explicación lógica a esa sensación subjetiva de presencia. Esto también puede ocurrir cuando, por ejemplo, ves una película de miedo y te vas a la cama. Notas que hay alguien más, y es muy poco probable que sea un atracador que se ha colado en tu casa, así que tiendes a pensar que “es un fantasma”.
  • Cuando la situación es especialmente ambigua. La mayoría de experiencias paranormales se producen de noche. Esto se debe a que la oscuridad genera un clima perceptivo ambiguo, poco estructurado, aumentando la probabilidad de experimentar pareidolias.

Aunque hay ciertas situaciones que aumentan la predisposición a tener pareidolias, son muchas las personas que reconocen haber vivido experiencias paranormales complejas sin que hubiese sugestión, ni miedo, ni ambigüedad. La ciencia no es capaz de explicar algunas de esas vivencias. Aunque la Psicología se esfuerza en encontrar respuestas, la Parapsicología sigue guardando grandes incógnitas.