He estado casi un año sin beber alcohol y me ha cambiado la vida
- Yo: Hola, me llamo Rocío, tengo 29 años y vengo aquí para contaros que no, que no bebo alcohol.
- Número indeterminado de lectores a coro al otro lado de la pantalla: ¡Hoooooola Rocíííííooo!
No, no soy alcohólica ni lo he sido nunca, pero cada vez que le digo a alguien que no bebo, me siento más juzgada que si estuviese confesando que tengo un problema grave con él. Vaya paradoja ¿eh?. La gente entonces me hace el escaneo y se me queda mirando como si estuviese hablando con un unicornio con música y fuegos artificiales, porque amigos ESTO ES ESPAÑA y aquí el ocio se basa en beber y en comer hasta morir: quedamos a tomar cañas o unos vinos, al vermú del medio día de los findes, subimos una foto a las redes con los 1.000 botellines que nos hemos bebido con nuestros amigos con el copy “aquí, arreglando el mundo” y si salimos, medimos nuestro grado de diversión por la resaca del día siguiente: cuanto más horrible, más habrás bebido y mejor te lo habrás pasado (esto lo supones porque no te acuerdas ni de la mitad). Aquí la diversión va de “salir, beber, el rollo de siempre” y no te das cuenta de lo integrado que lo tenemos en la sociedad hasta que te lo prohíben. Y yo doy fe. Os lo juro.
Así que después de todo esto, imaginaos mi cara cuando la doctora me dijo bien clarito que adiós fumar, las grasas y el alcohol hasta nueva orden, que estaba jodid* del hígado y que resulta que es un órgano vital que ayuda a eliminar las toxinas de nuestro cuerpo, a digerir los alimentos, a almacenar energía y no sé qué más porque yo ya había desconectado después de oír "adiós alcohol". Menos mal que me acompañó mi madre para retener las cosas. Vamos a ver señora doctora: que tengo tengo 28 años (esto fue hace un año) y que, aunque me haya subido la biliburrina (como comprenderéis la canción ya no me hace gracia), que no me podía hacer esto porque me iba a quedar "fuerísima de la vida", marginada. ¿Qué iba a ser de mí? ¡Tan joven! Drama absoluto. Lágrimas. ‘Lágrimas negras’ en bucle sonando en Spotify.
Ante este nuevo golpe a traición del destino, yo solo quería que la vida fuese justa y averiguar a qué ventanilla tenía que llamar para librarme de esta mala suerte. Porque sí: me ha cambiado la vida y lo he llevado regular tirando a mal, para qué mentiros. Pero también os diré que he sacado aprendizajes de todo esto:
1. En España beber está bien visto, fumar ya no tanto
De hecho, si dejas de fumar la gente te da la enhorabuena pero si dejas de beber te dan el pésame. Si me tengo que apoyar en cifras para que no parezca que me lo invento porque estoy abrazada a la experiencia personal y no soy objetiva, el Observatorio Español de las Drogas y Adicciones en su Informe 2017 sobre alcohol, tabaco y drogas ilegales en España señala que el alcohol es la sustancia psicoactiva más extendida entre la población de 15 a 64 años en España. Consumir alcohol está normalizado desde la adolescencia: del nieto al abuelo, aquí todos bebemos. Pero es que agárrate porque el 80% de los jóvenes españoles de entre 14 y 18 años ha consumido alcohol alguna vez y además cada vez nos iniciamos antes (a los 13 años).
El informe del Observatorio Español de las Drogas y Adicciones también dice que el consumo de alcohol en atracón (binge drinking) mantiene una tendencia ascendente desde 2009 y en 2015, el 17,8% consumió alcohol de esta forma en los últimos días. Se considera binge drinking al consumo de 5 o más bebidas alcohólicas (si eres hombre) o de 4 o más bebidas alcohólicas (si eres mujer) en la misma ocasión, es decir, seguidas o en un intervalo de dos horas. Juzguen ustedes mismos el número de cañas que se toman más el orujo y la copita digestiva de después. ¡Todos con bien de atracón!
2. No beber es un marrón en determinadas situaciones
No sabéis hasta qué punto ha hecho daño la frase "no me fío de la gente que no bebe alcohol". Y es que para qué nos vamos a engañar: en determinadas situaciones sociales, si no bebes la gente desconfía y esto es una verdad como un templito. Como por ejemplo en una primera cita. Reproduzco una escena estándar en un bar cualquiera, que es el sitio más común para unos encuentros de este tipo:
-Yo quiero una doble, ¿tú que quieres?
-Pues… ¿Qué sin alcohol o 0,0% tienes? (mirando al camarero)
-Ah pero… ¿No bebes?
-No bueno, es que no puedo…
-¿UI Y ESO? ¿NO TE GUSTA BEBER? ¿LA CERVEZA? ¿NI EL VINO?
-A VER: “VAMO A CALMARNO”
Y hasta ahí. Olvídate porque no vas a cruzar la pasarela y no vas a entrar en la academia porque seguramente esa persona piensa que a) eres rara/aburrida, b) que estás preñada o c) “no se fía de la gente que no bebe”. Pues mira, también te digo que ese es su problema, que igual él se cree que es el más simpático del lugar con 4 cañas encima y luego resulta que es un plasta y ni siquiera se da cuenta. Yo la verdad es que no tengo problema alguno para relacionarme sin alcohol de por medio, así que si alguien me juzga por no beber QUÉ PEREZA.
Otras situaciones difíciles, por no decir críticas, en las que he estado sin beber han sido: festivales de verano (aunque he de confesar que alguna cerveza cayó y por eso mi hígado no se ha recuperado del todo) y la boda de la primera amiga que se casa. En cuanto a las salidas nocturnas pues mira, he sido un poco más radical y las he reducido bastante. A veces la solución tiene que ser un poco drástica y es como cuando te pones a dieta, que lo mejor para no comer guarrerías es no comprarlas.
3. No puedes quedar tanto con ciertas personas/grupos
A medida que vamos creciendo, el poquito tiempo que nos queda libre lo dosificamos bien y nos gusta pasarlo con la gente con la que compartimos cosas en común. Ya no hacemos eso de quedar por quedar o por compromiso.
Pues bien, si sigues la fórmula “ganas de quedar con” + “aficiones” + “planes a poder ser sin alcohol” ya te digo yo que los grupos y la compañía se reduce considerablemente. En este tiempo hay gente a la que he visto bien poquito y me he dado cuenta de que, a algunos círculos solo me une la fiesta y las cervecitas. Nada más. Bueno a ver, que conste que esto no es malo, pero si te pones a analizar con la mente en frío da un poco de pena pensar que determinadas personas te aportan más bien poco.
4. La falsa creencia de que vas a adelgazar
A ver, que yo entiendo que si no bebes y esto lo combinas con dieta y ejercicio pues adelgazas. El alcohol son calorías vacías y aporta gran cantidad de energía sin ningún tipo de nutriente, es decir, son un extra de calorías by the face. Pero vamos, que remarco de nuevo lo anterior: el no beber no va a hacer que pierdas kilos por obra y gracia divina. Así que no, no he adelgazado.
5. Te acabas sacando un máster en 0,0
Hay algo contra lo que no se puede luchar (y no merece la pena) y es: defender que la cerveza sin alcohol sabe igual de buena que la cerveza con. Esto es imposible. De hecho si estás acostumbrado a la cerveza y de repente te cambias a la sin es un palo, por no decir un suplicio.
Aún así, después de todo este tiempo de abrir la mente y experimentar con “otros sabores” pues mira, me he sacado un máster en cerveza 0,0, tan válido como el de Cifuentes o como el que te ofrecemos en Yasss porque otra cosa no, pero al menos yo los casos prácticos los he hecho pero bien. Os diré que las tostadas 0,0 tienen bastante cuerpo, que os olvidéis de las “pilsen” sin alcohol que eso parece agua sucia y que hay algunas con cero alcohol y cero calorías que aprueban con nota mi examen. [Aprovecho para echarle morro y hacer llamamiento a alguna marca sin alcohol que me quiera patrocinar los saraos (festivales, conciertos, etc.)].
6. Que ‘Yes I Can’ como diría Obama
Cuando yo estaba en mi casa llorando porque era una marginada social y no asumía esta tontería con la madurez propia de una persona que roza los 30, fui a dar con un artículo que se titulaba “derecho a no beber alcohol sin que me mires raro”. En él, su autor defendía que hay que reivindicar la capacidad de diversión “sin alicientes o muletas químicas” y cerraba con un “la próxima vez que tu pareja o tu amigo pida un zumo, sé consciente de que estará dándote su mejor versión”. Y es verdad.
Otra cosa no, pero he aprovechado el tiempo y los findes más que nunca. Que si un senderismo para arriba, bien de exposiciones, cine, teatro, cositas. Empecé 2018 por primera vez en años sin resaca ninguna. He salido, me he divertido y he tenido éxito social sin copas de por medio. Eso sí, no os lo voy a negar: echo de menos una cervecita o un vino de vez en cuando.
Y bueno, básicamente esta es mi historia Patricia.