Supongo que si me flipa tanto el Museo de Cera de Madrid y no me canso nunca de volver es por dos razones: la primera, porque fui por primera vez siendo pequeña, con la inocencia intacta y ese capacidad de asombrarse con lo más tonto que tienen los niños. Yo llegué allí con mis ocho o nueve años y me quedé alucinada: me gustó tanto como me asustó, porque tampoco me voy a hacer aquí la valiente y a decir que no me cagué un poquito. Y no solo con la galería de los crímenes (que todavía hoy me sigue dando respetillo), ¡me daba miedo hasta el Rey Juan Carlos!
Es que ver las figuras tan cerca y tan realistas (a ver, cuando eres pequeña te parecen superreales, luego de mayor ya descubres que algunas tienen mucha guasa) y tan con esa mirada perdida impone un poco. La sensación de "ya verás como en cualquier momento despiertan y me dan un susto" es constante. Y en este museo son conscientes de este sentimiento que se repite en la mayoría de sus visitantes y saben cómo jugarlo a su favor. Porque el museo tiene algunos sustillos y sorpresas. ¡Las puedes ver en el vídeo de ahí arriba! 👆 👆
La cosa es que cuando algo te impresiona cuando eres pequeña va a pasar a formar parte de ti para el resto de la que te quede por vivir. Yo no sé qué pasará en nuestras cabezas en la infancia que las cosas nos marcan el doble: las buenas son fabulosas y las malas son catastróficas e incluso determinantes a la hora de desarrollar nuestra personalidad.
Yo no sé si mi personalidad se desarrolló antes o después de mi primera visita, lo que sí se es que siempre me ha molado lo creepy y he sentido una especial atracción por todas aquellas cosas que dan un poquito de cague, así que el Museo de Cera me parecía la atracción perfecta: tan espectacular como espeluznante. ¡Esa cogida en 'el ruedo' del museo! ¡Esa cogida, si eres niño, no la olvidas!
La segunda razón por la que este museo sigue siendo todavía mi favorito es porque no existe en el mundo un lugar como este. Se ha convertido en un espacio completamente anacrónico. Ya no pertenece al pasado, pero está claro que este sitio ni está en el presente ni se le espera en el futuro. Es un sitio que se ha quedado atrapado en un tiempo mágico, como el de las películas. Está, claramente, en otra dimensión.
Una dimensión en la que aún puede haber una atracción amadrinada por Juncal Rivero y en donde todavía suenan canciones de Sara Montiel para darte la bienvenida. Una dimensión donde tienen no solo los deportistas más laureados, sino también a genios olvidados como Paul Naschy y Jack Taylor (actores míticos del terror español que solo recordamos los cuatro frikis de turno). O una dimensión en la que pueden coexistir sin ningún problema el monstruo de Frankenstein y Alaska.
Hablando de coexistencias. A mí, hoy por hoy, lo que más me mola del Museo de cera de Madrid son sus crossovers locos. Algunos tienen un poco de sentido (como el de Alaska y Frankenstein, ya que la cantante siempre se ha declarado fan del terror y de los monstruos clásicos), pero otros no hay por dónde colgerlos. Aquí os traigo mi selección más personal. ¡Ya quisiera 'Infinity War'!
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El que está detrás de la columna es Góngora porque yo soy #TeamQuevedo
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Es verdad que el actor malagueño tiene mucho arte, pero a su figura en el Museo de Cera le ha pasado eso de "¿Dónde ponemos a Antonio?", "pues ponlo ahí y ya veremos". Y ahí se quedó el pobre, en medio de una sala, confundiendo a los visitantes que no saben si es un señor que está mirando con mucha atención a los pintores españoles o qué.