Mia Khalifa tiene 26 años y actualmente sus redes sociales son un escaparate desde el que condena y visibiliza las ilegalidades de la industria pornográfica, la brutalidad policial hacia la comunidad negra y el acoso y derribo que sufren las mujeres. Irónicamente, cada vez que publica una imagen, vídeo o texto, los comentarios se llenan de todo aquello que ella critica: racismo y machismo elevados a la máxima potencia. Pero, ¿por qué Mia Khalifa despierta tanto odio?
Con 21 años, un desconocido ofreció a Mia la oportunidad de convertirse en modelo. La empresa en realidad se dedicaba a la pornografía, y al cabo de dos semanas, la joven comenzó a rodar escenas para adultos.
Esta etapa de su vida sólo duró tres meses ,"los más tóxicos de mi vida", tal y como relata la activista libanesa, pero condicionó el resto de su vida derivando en problemas de ansiedad, depresión.
"¿Alguna vez te has sentido nervioso de decir algo en un restaurante cuando la comida no está bien y el camarero viene y te pregunta cómo está todo?". Con este ejemplo, la actriz ilustró a la perfección la intimidación a la que son expuestas las mujeres en la industria pornográfica.
En sus redes sociales y en numerosas entrevistas a medios de comunicación, Mia Khalifa ha relatado su experiencia en el porno como traumática. "Era demasiado joven para darme cuenta en ese momento, pero estos hombres, todos ellos, colectivamente y conscientemente decidieron engañarme", compartía en su Twitter haciendo referencia a un episodio en el que un fotógrafo abusó sexualmente de ella.
"La peor parte fue cuando movió sus manos sobre mis pechos diciéndome lo bonitos que eran", relata. "Me disocié. Instantáneamente. Estaba jod*damente aterrorizada. Me sentí barata y usada, impotente y degradada".
A las sesiones de fotografía, se suman las escenas pornográficas en las que Mia Khalifa era presionada para acceder a realizar prácticas humillantes. Escenas que ahora, cinco años después, siguen circulando porque son imposibles de eliminar. Su imagen sigue siendo pública, exponiéndose los abusos y siendo juzgada por ello, mientras quienes los perpetraron gozan de impunidad.
Si sube un vídeo a TikTok de su mascota, podemos encontrar comentarios como "tú sí que eres una perra", "te he visto en el porno" o "no te reconocí con ropa". Esto sucede constantemente, independientemente de la temática de sus publicaciones. "No intentes tener una vida normal, porque todo el mundo va a recordar siempre tu pasado", añadía un usuario sin fotografías en su perfil.
La historia de Mia Khalifa no es la única que evidencia los abusos en la industria pornográfica. Son muchas las mujeres que en su día defendieron dedicarse al porno porque querían y disfrutaban, pero que meses o años después afirmaron estar demasiado asustadas para reconocer que algo iba mal. Jessie Rogers, Jennifer Ketcham, Vanessa Belmond o Amarna Miller son algunos ejemplos.
La gran mayoría comenzaron a grabar escenas para adultos entre los 18 y los 21 años. En el caso de Jessie Rogers, denunció haber recibo palizas por parte de compañeros de escena. Nadie la creyó. Vanessa Belmond desarrolló una adicción a los analgésicos que consumía para soportar el dolor físico que le provocaban ciertas prácticas sexuales. "He transmitido un discurso muy edulcorado sobre la pornografía", confesaba Amarna Miller.
Pero no son nombres aislados, sino cifras proporcionadas por organismos oficiales. El 46% de los vídeos pornográficos están protagonizados por víctimas de trata según datos del Ministerio Alemán de Familia. Es decir, mujeres reclutadas y explotadas bajo amenazas, coacción y abuso de poder, obligándoseles a prostituirse a cambio de seguridad, protección para su familia o acceso a drogas. Esto ultimo es muy habitual.
Por otro lado, los vídeos más visualizados contienen abuso verbal o físico. Además, los días posteriores a una noticia relacionada con una agresión sexual, es habitual encontrar entre los resultados más buscados la palabra ‘violación’. Rose Kalemba reivindicó recientemente en Twitter la pasividad de las plataformas pornográficas ante los delitos sexuales. Con 14 años, fue violada y su agresor grabó y compartió el vídeo en la página web Pornhub. "Los peores vídeos son en los que aparezco totalmente inconsciente y aun así siguen violándome", relataba la víctima en sus redes sociales. Aun así, tardó años en lograr que se eliminasen estas escenas, haciéndose pasar en última instancia por una abogada para que le hiciesen caso.
No es extraño que, dada la toxicidad de la industria, el 92% de las actrices porno quieren dejar el negocio. Sin embargo, no pueden o bien por amenazas, o bien por falta de recursos. Cuando lo consiguen, el estigma sigue latente derivando en consecuencias psicológicas como ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático o ideaciones suicidas. En el caso más extremo, Olivia Lua, exactriz porno, se quitó la vida con 23 años a raíz del acoso que sufría en redes sociales por abandonar la industria.
Para Mia Khalifa las secuelas abarcan un trastorno depresivo que, sumado al estrés postraumático, ha desembocado en síntomas disociativos (es decir, sufre desconexión a nivel de pensamientos, emociones, memoria o conducta). Esta en nuestra mano proteger a las mujeres que, como ella, alzan la voz, proporcionándoles apoyo, cobijo y credibilidad.