Calambres, dolor abdominal y de cabeza, tumefacción en los pechos, sensación de debilidad, mareos, ganas de vomitar, falta de apetito, hinchazón, cansancio extremo, agobio, granos en la cara e irritabilidad. ¿Te imaginas experimentar estos síntomas todos los meses? Pues es lo que sufre Ainara desde que cumplió los 16 años. Sin embargo, para ella lo más frustrante de todo no son los síntomas, sino no saber la causa, ya que ningún ginecólogo ha encontrado el origen. Hoy en Yasss vamos a conocer su caso y el de muchas otras mujeres.
La dismenorrea abarca una amplia variedad de síntomas durante los días de la menstruación siendo el más importante el dolor, que afecta a la zona del abdomen, la cabeza, las lumbares, las piernas y los pechos. Este dolor tan característico se acompaña de náuseas, vómitos, cansancio, diarrea, intranquilidad, irritabilidad y un largo etcétera de síntomas.
Hablamos de dismenorrea primaria cuando la causa es desconocida y de dismenorrea secundaria cuando los síntomas se deben a una enfermedad subyacente, como por ejemplo ovarios poliquísticos o endometriosis. Independientemente del origen, causa mucho malestar psicológico y físico y un deterioro en el día a día de quien la padece. Tener la regla rompe su rutina drásticamente y trabajar, ir a clase o dar un paseo puede convertirse en una auténtica odisea.
Este es el caso de Ainara, que ha querido explicar con sus propias palabras lo que es la dismenorrea primaria:
«Me llamo Ainara y llevo 10 años con dismenorrea primaria, desde que cumplí los 16 básicamente.
A modo resumen, siempre me había dolido mucho tener la regla. Yo era la que se quedaba sentada en el banquillo en clase de gimnasia mientras el resto pensaban que tenía mucho cuento, pero no, cuento ninguno. Algún mes incluso no podía ir a clase durante el día más chungo (normalmente el segundo día de regla o el tercero).
Al principio me apañaba con paracetamol porque mi madre también ha tenido reglas dolorosas, pero ella nunca había ido al médico ni nada. Se basaba en su experiencia y me decía que era normal, que la regla duele y que ya se me pasaría. Luego lo hablaba con mis amigas y me decían que ellas no notaban nada y yo me sentía rara.
Tras insistir muchísimo, fui a una ginecóloga. Mi madre se pensaba que exageraba, pero la ginecóloga le explicó que el dolor era real y que tenía nombre: dismenorrea. Me dijo que lo mejor que podía hacer era tomar la píldora. Total, que ahí estaba yo, una cría de 16 años virgen que tomaba la píldora anticonceptiva para no tener dolores.
La píldora mejoró mucho el dolor, pero con los años empecé a notar algunos efectos que no me hacían tanta gracia. No tenía apetito sexual, me sentía deprimida y cansada, tenía cambios de humor y todo eso. Decidí descansar de la píldora y volvieron los dolores. Estaba en una encrucijada total: tenía que renunciar o al dolor o a mi bienestar psicológico.
Fui a varios ginecólogos para hallar la causa del dolor y ninguno encontró nada. Eso es lo más frustrante. Todos me decían lo mismo: dieta saludable y píldora anticonceptiva. Probé varias píldoras y todas me provocaban efectos secundarios muy desagradables, así que decidí dejarla definitivamente y aprender a vivir con mi dolor. Los analgésicos, las bolsas de agua caliente y la paciencia son mis mejores amigos.
El problema es que la regla sigue siendo tabú y el dolor menstrual se concibe como una exageración. Ojalá algún día inventen un medicamento que evite el dolor sin cambiar nuestra personalidad y sin quitarnos la felicidad o el deseo sexual.»
Tal y como dice Ainara, una de las situaciones más desagradables a las que se enfrentan las mujeres con dismenorrea es la minimización de sus síntomas. “Seguro que no es para tanto”, “¿No estarás exagerando?” o “Si te quejas te va a doler más” son algunas de las frases que tienen que aguantar durante esos días del mes, agravando la angustia e incluso los síntomas físicos.
Un factor de mal pronóstico para cualquier enfermedad o trastorno es que nieguen tu sufrimiento. A lo mejor otra persona tiene un umbral del dolor distinto, pero si a ti te duele nadie puede hacerte sentir “débil” o “exagerada”. Esto es algo que deberíamos grabarnos a fuego en el cerebro.