María no volvió a su casa de Madrid después del verano. Nacida en el Puerto de Santa María (Cádiz), decidió quedarse a vivir en la casa familiar. Ella se preguntó lo que otros muchos. "¿Para qué voy a volver si puedo teletrabajar desde casa de mis padres, con la playa al lado, y encima me ahorro dinero?", pensó.
Familias enteras como María también abandonaron Madrid en junio pasado. No querían pasar otro curso escolar como el del confinamiento, metidos en un piso de 70 metros cuadrados, en el centro de la capital. Han alquilado una casa en una provincia cercana a la capital, mucho más desahogada, desde la que han estado trabajando remotamente. Su idea es volver cuando tengan que hacerlo presencialmente de nuevo.
El traslado de cierta parte de la población desde las grandes urbes a zonas menos densamente pobladas ha sido uno de los efectos colaterales de la pandemia. Y Madrid es el ejemplo más claro.
La región registró el año pasado más salidas hacia otros puntos de España que entradas desde otras zonas del país. Su saldo migratorio interior es negativo, con 20.836 personas menos, según las últimas estadísticas de población del INE. Es la primera vez desde 2010 que a Madrid le ocurre esto.
"Durante la pandemia se generó un discurso de que las grandes ciudades eran focos de infección y eso llevó a mucha gente a marcharse fuera, en buena medida, temporalmente", apunta Mariano Urraco Solanilla, profesor de Sociología de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA).
La posibilidad de que algunos hayan tenido la posibilidad de dejar de vivir cerca del trabajo porque el trabajo lo tienen en casa explicaría en gran parte este éxodo desde Madrid este último año. Según los datos del Adecco Group Institute, 2,86 millones de españoles teletrabajan desde sus viviendas actualmente, un 74,2% con respecto a antes de la pandemia. Es más, algunos ya no tendrán que volver físicamente a su trabajo nunca más. Sus empresas han desmantelado las oficinas desde la pandemia. Y, ahora, cuando se quiere reunir físicamente alquilan un sala en algún coworking.
"A la gente no le gusta la gran ciudad, lo que pasa es que vive allí porque le pilla más cerca del trabajo que si viviera en el pueblo, en Castilla-León, en Extremadura u otras zonas que son las que tradicionalmente se vacían", explica Urraco Solanilla. "Con la pandemia, el trabajo se ha deslocalizado. La gente ha podido ejercer la misma labor desde su pueblo", añade.
Si el teletrabajo ha venido para quedarse, todavía es una incógnita, como muchas que han llegado desde que se instaló el virus en nuestras vidas. En España, las personas que trabajan a distancia suponen el 14,7% del total de ocupados frente al 21,5% de la UE. Los países que manejan mayores tasas de teletrabajo son Suecia (40,9%) y Holanda (40,1%).
El profesor de la UDIMA cree que el teletrabajo será algo más temporal que tendencial de futuro: "A pesar de que tenga ventajas para muchos trabajadores, choca con la cultura empresarial de este país y por eso va a ser difícil que se implante. Estamos muy acostumbrados a la presenciabilidad y a tener a los trabajadores a la vista, fichando, y es difícil que eso se pierda en el futuro".
Otros expertos vinculan directamente que se pueda mantener el teletrabajo con disponer de una buena cobertura de internet. "Mucha gente que se ha movido en este último año desde las grandes ciudades a sitios pequeños solo podrán mantenerse allí en función de que haya fibra óptica", señala el catedrático de Sociología de la UNED, Luis Garrido. "Buena parte de los que no tengan cobertura de internet, tendrán que volver". Su apuesta es que solo empleados de pequeñas empresas o de organismos de la administración podrán mantener el teletrabajo, el resto tendrán que volver por lo menos algunos días entresemana.
El precio de los alquileres en Madrid, tampoco ayuda a retener a un porcentaje de la población madrileña. En Madrid se cobra de media 14,10 euros por metro cuadrado al mes, muy por encima de la media nacional (10,65 euros/m² al mes), según el informe La vivienda en alquiler en España en el año 2020, elaborado por Fotocasa.
"La pregunta es: ¿qué es lo que te ata a un sitio concreto? Y en las grandes ciudades, lo que más ata es la cercanía con el mercado de trabajo", subraya Urraco Solanilla. "Si ya tienes una cierta estabilidad laboral y estás atado a un sitio, lo habitual en España es comprar una casa. La gente que se ha ido ha podido pensar 'esto ya no me aporta nada y me voy a un sitio más tranquilo o saludable".
"Que la gente encuentre mejores condiciones de vida en un pueblo es muy relativo. En cuestión de aire más limpio o de espacio doméstico, sí, pero muchos de esos lugares están vacíos y las relaciones personales sonmuy escasan", señala Garrido.
Lo cierto es que como este de migraciones, el año pasado a nivel estadístico todos los indicadores demográficos fueron anormales. Se rompió la estadística de muchas series de indicadores como número de nacimientos, bodas o defunciones. "Pero esto son tendencias que el tiempo está volviendo a llevar a su cauce habitual: Madrid es un foco que atrae a gente como cualquier otra gran ciudad", señala Urraco Solanilla. "Yo le auguro una pronta recuperación demográfica y, sobre todo, la consistencia demográfica de la misma: la gente seguirá abandonando otros puntos del interior para irse a estos grandes focos".