Lo ideal sería que la homosexualidad estuviese plenamente normalizada y no hiciese falta salir del armario, pero en muchos hogares no es así. No hay un manual de instrucciones para hacerlo, pero sí que existen ciertos modos de enfocar la conversación que facilitan el entendimiento:
• Es recomendable empezar con las personas más cercanas.
• Es normal que te hagan preguntas, pero está en tu mano responderlas o no.
• Utiliza un lenguaje claro. A lo mejor tu abuelo de 80 años no sabe lo que significan las siglas LGTB.
• Aprovecha esas ocasiones en las que te lo ponen en bandeja. Por ejemplo, si te preguntan "tienes novia" y eres un hombre gay, puedes responder que tienes novio o que actualmente estas soltero, pero que ya conocerás a algún chico.
• Nadie te obliga a salir del armario. Hay personas más recelosas de su intimidad independientemente de su orientación sexual y eso no tiene nada de malo. Aunque lo ideal, como decimos, es que la homosexual estuviese normalizada y no existiesen ya estos debates dentro-fuera ni los propios los armarios.
Es posible que, aun siguiendo estos consejos, las cosas salgan mal. Por desgracia hay personas que reaccionan de forma homófoba e intolerante ante esta noticia, y sólo puedes esperar que con el tiempo cambien su punto de vista. Esto es lo que le sucedió a María, que ha compartido con nosotros su historia para aportar un poco de esperanza a la gente que está viviendo lo que ella vivió.
"Me presento: soy María, tengo 20 años y soy lesbiana. Aunque ahora mismo soy muy feliz y estoy orgullosa de mí y de mi orientación sexual, he vivido una época en la que esto no era así. Yo siempre he sabido que era lesbiana.
Cuando era pequeña y me preguntaban "¿tienes algún noviete en el cole?" y yo decía que no y me callaba, pero en el fondo pensaba que era rara porque no me gustaban los chicos. Las niñas de mi clase comentaban lo guapos que eran algunos cantantes o actores y yo no decía nada. Se pensaban que era tímida, pero en realidad me sentía fuera de lugar.
Sé que a veces en algunas familias se intuye cuando un hijo o una hija es LGTB, pero en mi casa nadie sospechaba nada. Además salí con algún chico para intentar disimular o cambiar, pero obviamente no sirvió para nada. Bueno, sí… Para sentirme fatal conmigo misma. Con 13 años decidí no engañarme más a mi misma.
"Eres lesbiana", me decía frente al espejo. Pero luego decírselo a la gente era más complicado. Primero me intentaba convencer de que a nadie le importaba mi vida personal, y es cierto, pero eran excusas que me ponía para no salir del armario. Yo quería poder decir "Selena Gómez está buenísima" delante de mis amigas con normalidad, pero me daba pánico que me juzgasen y me dejasen de lado, así que me callaba.
Tardé años en salir del armario por primera vez. Con 15 se lo dije a mi grupo de amigas, que me apoyaron muchísimo. Algunas fliparon y otras dijeron que se lo veían venir. Lo bueno es que ninguna actuó de forma rara conmigo después de contarlo. Me sentí tan bien que quería hacer lo mismo en casa, así que con 16 años decidí contárselo a mis padres.
Estaban en el salón viendo la tele y fui, les pedí que la apagasen un momento y solté la bomba. No me acuerdo exactamente que dije, pero sí que recuerdo sus respuestas. Mi padre no dijo nada y mi madre dijo "no, yo creo que no lo eres".
Después vino la ronda de preguntas: "con quién te juntas, quién te ha metido esas ideas en la cabeza, en qué paginas de Internet te metes, desde cuándo piensas así". Me sentí abandonada por las personas que me tenían que proteger. Mi madre me juzgaba y mi padre no decía nada. La semana siguiente fue horrorosa. Mi madre controlaba todo lo que hacía y la gente con la que me juntaba.
Yo creo que pensaba que la homosexualidad era contagiosa y que la había pillado por ahí, porque sino no me lo explico. Intento no pensar mucho en esa época del instituto, pero para mí llegar a casa era una tortura. Mi madre no me dejaba quedar a solas con ninguna amiga "por si acaso"; sólo salía con ellas si íbamos en grupo.
Cambiaba de canal cuando salía una escena lésbica o gay. Tampoco podía estar en el ordenador sin supervisión, y si estaba mucho rato al móvil me lo 'requisaba' para cotillearlo. Este era el pan de cada día.
Mi padre me decía que no se lo tuviese en cuenta, que ya se le pasaría y se acostumbraría. Él me apoyaba, pero en secreto. Delante de mi madre no le paraba los pies ni me defendía. Eso me dolía mucho.
Sacaba buenas notas, jamás me drogué, no me metía en peleas y mis amigas eran un amor, pero como era lesbiana mi madre me controlaba 24/7. No lo entendía y sigo sin entenderlo. Cuando acabé bachillerato y tuve que elegir universidad, decidí irme a otra ciudad. Las cosas empezaron a mejorar.
Creo que la convivencia afectó para mal a la relación con mi madre y que el hecho de estar lejos nos benefició. Poco a poco se volvió más tolerante; supongo que en el fondo me echaba de menos.Ahora mismo me aceptan como soy. Creo que mi madre preferiría que yo fuese heterosexual, pero este es un camino largo.
Hace 4 años no me dejaban salir con chicas a solas y ahora puedo cenar con mi novia en casa de mis padres e incluso pasar un fin de semana juntas allí. Estoy segura de que en el futuro mi madre lo aceptará totalmente.
Con mi historia quiero animar a las personas LGTB que se sienten incomprendidas en su familia. De verdad, la cosa mejora. Y si vuestros padres no os entienden ya encontraréis gente que os querrá incondicionalmente. No os sintáis culpables por amar a quien amáis.
Y si eres padre de un niño LGTB, quiérele por favor. No intentes cambiarle porque no lo vas a conseguir, sólo le harás daño. Apóyale, respétale y demuéstrale que te tiene para lo que necesite. Demasiada homofobia hay en el mundo como para aguantar la de nuestros padres."