A raíz de las últimas declaraciones de la escritora J. K. Rowling y por las que ha sido acusada de 'terflas redes sociales se han incendiado en una interminable discusión a la que se han unido también Emma Watson, Daniel Radcliffe o Eddie Redmayne. Lejos de apoyar a la creadora del universo de Harry Potter, los actores de la saga de películas se han desvinculado totalmente de las declaraciones de Rowling bajo un mismo lema: las mujeres trans son mujeres y los hombres trans son hombres, le pese a quién le pese.
Los actores que dieron vida a Hermione, Harry Potter o Newt Scamander no son los únicos en opinar. En España, la Dirección General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI se ha sumado a la reivindicación. "En la sociedad por la que trabajamos, cabemos todas. Los derechos de las personas trans son derechos fundamentales. Lo dice la ONU, la CEDAW, el Parlamento Europeo, el Consejo de Europa, el Tribunal Constitucional... Y están recogidos en el pacto de Gobierno", reflejan en su Twitter.
La gran pregunta es, ¿por qué en pleno 2020 es necesario dejar claro que hay que respetar la identidad y derechos de las personas transgénero?
Para entender mejor el debate que ha generado los tweets de J. K. Rowling, debemos remontarnos más de 50 años atrás.
Desde el siglo XX, filósofos, psicólogos, biólogos y neurólogos comenzaron a cuestionar distinciones clásicas como la de "hombres y mujeres" o "heterosexuales y homosexuales". ¿La razón? Que dejaban en el tintero muchos matices que se ubican en el medio de ambos polos.
¿Qué pasaba con una persona que pese a nacer con vagina, se sentía hombre? ¿Y qué sucedía si te atraían hombres y mujeres? No sólo se negaban estas identidades y orientaciones sexuales, sino que se criticaban bajo el término despectivo 'queer', que en español podría traducirse como extraño, raro o retorcido.
Poco a poco, este debate se materializó en los ensayos, obras y estudios de Monique Wittig, Gloria Anzaldúa y Eve Kosofsky Sedgwick, escritoras y teóricas feministas. Además, a partir de 1990, las personas pertenecientes al colectivo LGTBI decidieron reasignarse el término 'queer' como una reivindicación.
Pero, ¿qué defiende exactamente la teoría queer? En pocas y sencillas palabras:
Décadas después, J. K. Rowling, que ya se había manifestado en contra de la teoría queer aunque de manera sutil, decidió publicar varios tweets en los que contundentemente dejaba clara su postura:
"Si el sexo no es real, no hay atracción hacia el mismo sexo. Si el sexo no es real, la realidad vivida de las mujeres a nivel global se borra. Conozco y amo a las personas trans, pero borrar el concepto de sexo elimina la capacidad de muchas personas de hablar de sus vidas de manera significativa. No es odio decir la verdad", compartió.
La polémica no terminó ahí. Al día siguiente publicó en su página web un texto explicando detalladamente su opinión, ya que los 280 caracteres de Twitter no eran suficientes: "Parece que no es suficiente que las mujeres apoyemos a la comunidad trans. Además, tenemos que admitir que no hay ninguna diferencia material entre nosotras y las mujeres trans", relataba indignada. "Sin embargo, y como muchas mujeres han dicho antes que yo, ser mujer no es un disfraz".
Esta declaración puede parecer inofensiva, pero esconde una transfobia alarmante. Una mujer transgénero no está llevando un disfraz ni está robándole la identidad a una cisgénero, y negar su identidad es perpetuar la discriminación hacia la comunidad LGTBI.
Paola tiene 25 años y aunque siempre tuvo clara su identidad, no fue hasta los 16 cuando empezó a vivir como mujer. "Las palabras de J. K. Rowling duelen porque al final es un recordatorio más de que somos diferentes. A mí me parece indignante que haya mujeres que no quieran que yo vaya a una huelga feminista porque según ellas he sido socializada como hombre y no me merezco estar allí", confiesa.
"Yo sé que soy mujer desde que tengo uso de razón y no por estúpidos estereotipos de género como que quisiese usar vestidos o jugar con muñecas desde los 5 años. Y lo que más me molesta es que me pregunten una y otra vez que por qué sé que soy mujer. ¿Le hacen esa misma pregunta a alguien cisgénero? Lo sé porque lo sé, porque dentro de mí siempre he sido mujer, y eso no lo puede cuestionar ni J. K. Rowling ni nadie", añade.
Según la Federación Estatal LGTBI, al año se recogen más de 500 delitos de odio contra personas por su orientación sexual o identidad de género. A esta cifra debemos sumar todas aquellas agresiones silenciadas que nunca llegan a manos de la policía.
"Me han pegado, insultado y marginado por ser trans", comparte Gabriel, un joven transgénero de Tenerife. "¿Sabes cuántas veces he denunciado? Ninguna. Tengo amigos que lo han intentado, pero la policía se ríe en tu cara. Al final solo te quedan las redes sociales para visibilizar tu historia".
Al preguntar a Gabriel por los tweets de J. K. Rowling, tiene clara su postura. "Esta mujer critica que se use el término de «personas menstruantes» en vez de mujeres. Yo soy hombre y a veces tengo la regla. Seguramente no entienda la disforia que provoca que te recuerden una y otra vez lo que ya no eres. Que utilicen tu nombre de nacimiento. Que no te acepten ni en un lado ni en otro. Dice que no tiene nada en contra de las personas trans, pero sólo hay que leer las burradas que pone para darse cuenta de su transfobia".
Además del acoso por parte del entorno cercano y lejano, la comunidad trans está expuesta a una constante discriminación laboral. Concretamente, hay una tasa de desempleo del 85% en este colectivo, resultando imposible para muchos encontrar o mantener trabajo. "En algunos sitios directamente te tiran para atrás en la entrevista por ser trans", comparte Erika López, graduada en Psicología y especializada en Recursos Humanos.
"Son muchas las personas trans a las que despiden porque, según sus superiores, faltan mucho al trabajo. Lo que no te cuentan esos jefes es que faltan para asistir a citas médicas. Además, en algunas comunidades autónomas te ponen obstáculos constantes para el tratamiento psicológico y médico de la disforia de género. Conozco gente que tiene que viajar 2 horas para ir a otra ciudad al médico", relata Erika.
Por otro lado, las personas transgénero tienen más dificultades para promocionar a puestos superiores, contratos más precarios y exposición a prejuicios y comentarios tránsfobos en el entorno laboral.
Para frenar esta situación es fundamental no volver la cara a la transfobia y aceptar que no existe un 'debate trans', sino más de 25 millones de personas en el mundo y aproximadamente 10.000 en España que sufren una discriminación e invisibilización constante. Negar su identidad es negar sus derechos y su propia existencia.