Gestionar la pérdida de un ser querido nunca es fácil. Da igual si es una muerte inesperada o si se produce tras una larga enfermedad, la mezcla de incertidumbre, tristeza y rabia será la misma. Haciendo honor a su nombre, el duelo duele, y en el caso de Fernando este sufrimiento ha llegado por partida doble al perder primero a su padre y después a su madre.
La orfandad prematura es, por desgracia, una situación habitual para muchos jóvenes. Sin embargo, gestionar la inesperada pérdida de ambos progenitores es infrecuente y muy doloroso.
Para Fernando, este doble duelo ha supuesto un punto de inflexión en su vida. El estrés, los problemas de insomnio, la ansiedad y los síntomas de depresión se convirtieron en una constante que le motivó a pedir ayuda psicológica. Gracias a la terapia ha conseguido poner nombre a sus emociones y, sobre todo, permitirse estar mal. "Si quiero estar bien, primero tengo que sentir todo este dolor. Ocultarlo o negarlo no me servirá de nada", confiesa.
Su padre falleció en abril a causa de una embolia pulmonar. Mes y medio después su madre, que padecía cáncer de páncreas, perdió la vida. “Me sentí como si me hubiesen quitado una parte de mí. Cuando se fue mi padre, me quedé roto, pero aguanté el tipo para no empeorar la salud de mi madre. Aun así, ella quedó destrozada y se puso muy mal en poco tiempo”, recuerda.
"Al morir mi madre mi mundo se vino abajo. Estuve dos semanas sin salir de la cama. No quería ver ni hablar con nadie, así que apagué el móvil y si venían a verme no abría la puerta. Mi tía, que vive en Pontevedra, vino hasta Zaragoza con mi primo porque le daba miedo que hiciese alguna locura. Se quedaron en casa para que no estuviese solo. Me obligaban a ducharme, a comer cuando no tenía ganas y a ver la tele para distraerme. En ese momento yo sólo era capaz de darles malas contestaciones porque me encontraba muy mal anímicamente".
Tras la insistencia de su tía, Fernando comenzó a ir al psicólogo. "Primero fui al médico y me recetó ansiolíticos para dormir y rebajar el malestar, pero no quise. Suena raro, pero quería sufrir y no ocultar el dolor con pastillas", confiesa. "Después empecé a ir a un psicólogo dos veces a la semana. Las primeras sesiones fueron horribles. Le odiaba. No entendía como alguien que no conocía ni mi situación ni a mis padres iba a ayudarme. Estaba lleno de ira y me daban ataques".
Con el paso de las semanas, Fernando comprendió el significado del duelo. Se trata del proceso emocional que experimentamos al perder a alguien o algo, por ejemplo, en una ruptura, al perder un trabajo o ante el fallecimiento de un ser querido.
El objetivo del duelo es adaptarnos a un mundo sin aquello que hemos perdido sin recurrir a conductas y mecanismos dañinos:
"Me resistía mucho a pedir ayuda porque no quería olvidar a mis padres. Con la terapia entendí que la meta no era esa, sino recolocarles emocionalmente", relata Fernando. "Esto significa no venirme abajo cuando pienso en ellos y crear una imagen del mundo y de mi futuro en la que ya no están físicamente, pero sí en mis recuerdos". "Todavía no he conseguido recolocarles emocionalmente. Siento mucha pena dentro y también rabia, pero ha pasado poco tiempo", añade.
Pese a la tristeza y la frustración, Fernando tiene claro que la terapia psicológica le está permitiendo avanzar en el proceso del duelo. "Estoy en un punto en el que soy capaz de reconocer cuando estoy mal y me dejo ayudar", confiesa. "También hablo de mis padres. Al principio me ponía de mala hostia cuando alguien les mencionaba. Ahora me gusta que la gente me cuente historias de ellos o que me apoyen".
La experiencia de Fernando refleja uno de los aspectos más importantes del duelo: la importancia de no atravesarlo a solas: el apoyo social es fundamental cuando atravesamos un trastorno psicológico o una situación desagradable. Da igual si sufres ansiedad, depresión o estrés, siempre será necesaria una mano que te levante o un abrazo que te reconforte.
"Mi tía ha sido un pilar fundamental para mí y estaré toda mi vida agradecido. En general toda mi familia me ha apoyado mucho y mis amigos también, pero lo que ha hecho ella no tiene comparación. No sólo vino desde la otra punta de España para que yo no estuviese solo, sino que se ha quedado a mi lado cuando yo le mandaba a la mierda y le pedía que se fuese. Ha tenido que cargar sobre sus hombros con su duelo y con el mío", explica emocionado.
Al preguntarle a Fernando por consejos para quienes estén atravesando una situación parecida a la suya, tiene clara su respuesta. "En primer lugar, hay que dejarse ayudar. Puedes permitirte unos días a solas, pero tarde o temprano necesitarás un amigo o alguien que te cuide", comparte. "Y lo más importante que yo he aprendido es que para superar el duelo tienes que atravesarlo. Es un camino lleno de tristeza, dolor y cabreo contigo mismo y con el mundo, pero no hay atajos. Tienes que empaparte de ese sufrimiento para dejarlo atrás".